El club de las buenas intenciones

El club de las buenas intenciones

Nicolás Dujovne es el fiel reflejo de lo que les pasa a la economía y a cada uno de los habitantes de este bendito país. Padeció un estrés galopante que lo lleva a realizarse chequeos integrales de un médico que exige cirugías sin importar la dolencia que eso causa. Falló el diagnóstico y la medicación recetada al paciente no ha sido eficiente. La imagen de Dujovne se proyecta. La sociedad está angustiada. Los políticos se muestran con cara de susto, pero lo disimulan con gestos adustos y al grito del “yo no hago el ajuste”. Pero el sentido laxo de esa mala palabra para la dirigencia política tiene sus bemoles. En los hechos, todos están haciendo el ajuste y, en gran medida, porque las circunstancias así lo obligan.

En dos días, Mauricio Macri enviará el cálculo de gastos y de ingresos para 2019, el año electoral en el que el líder de Cambiemos cumple el mandato constitucional de ejercer la presidencia de la Nación. La reelección hoy suena a quimera, aunque en este país uno nunca sabe lo que pasará mañana. Sino sólo basta con mirar el comportamiento del dólar.

Con o sin presupuesto, Macri sabe que debe aplicar cirugía mayor para tratar de recortar unos $ 500.000 millones en el siguiente ejercicio. Esa ha sido la condición que ha acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que, más que estar preocupado por la salud financiera argentina, quiere asegurarse de que el país tiene la capacidad de repago suficiente de sus obligaciones financieras.

Las sonrisas son para las fotos. Los mensajes también. El Presidente mostró al mercado que la postal que se sacó con los gobernadores en la Casa Rosada es un acuerdo implícito, que garantiza el plan para recortar los gastos del sector público. En el backstage, la sensación es completamente diferente. Los funcionarios nacionales limitan las concesiones de pedidos de las provincias. Los anuncios son a cuentagotas. Al principio, el Ejecutivo nacional ha sido duro con los distritos del interior; por decreto de necesidad y urgencia eliminó el Fondo Soja y los municipios pagaron las consecuencias con una drástica reducción de las obras. Luego vino la calma. La Nación cedió y dispuso que el subsidio para la tarifa social de la electricidad no sea transferida al interior. Y les comunicó a las provincias patagónicas y algunas del norte que conservarán el beneficio por zonas desfavorables de las asignaciones familiares. Para los gobernadores, esas medidas son monedas. Para ellos es vital que la Rosada siga subsidiando al transporte. Aún no hay señales de que eso suceda.

El Gobierno nacional y las provincias constituyeron el club de las buenas intenciones, en el que sus socios están de acuerdo con que es momento de preservar la institucionalidad, pero pocos están dispuestos a aportar para la cuota. Lo que pasa es que en el club hay socios premium y socios clásicos. De allí que algunos mandatarios sostengan que la Nación quiere preservar para ella y sus aliados los recursos, pero sólo están dispuestos a coparticipar los gastos. Del otro lado del mostrador, del de Cambiemos, sostienen que los peronistas dicen que están dispuestos a colaborar por la gobernabilidad, pero a la vez dejan en claro que no quieren que les toquen los recursos.

Los efectos de la devaluación ya se extendieron. La inflación les está haciendo pagar a los gobernadores un alto costo financiero porque en marzo, cuando no había nubarrones, pactaron con los gremios un incremento salarial del 17%. La tormenta cambiaria modificó radicalmente la situación y los sindicatos estatales reclamaron por la cláusula gatillo. En el caso de Tucumán, la diferencia que más consenso tiene dentro de la Casa de Gobierno es de 15 puntos porcentuales entre la primera estimación inflacionaria y la que se dará hasta fines de este mes. En suma, los cálculos oficiales indican que, en los últimos tres meses del año, la Provincia deberá destinar no menos de $ 1.500 millones para atender esa obligación salarial extra. El monto es casi similar al del medio aguinaldo. Hay ajustes que se hacen por más que el término que más prefieran usar los funcionarios es el de diferimiento. Los festivales de estas épocas ya no son los mismos que antes. Las obras que no son consideradas urgentes fueron postergadas hasta nuevo aviso y las licitaciones se demoran por la variación de precios. El club pelea por no perder la categoría.

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