La cultura es ajena

Los hechos culturales más importantes ocurridos en Tucumán este año son sin dudas el robo de la escultura “Meditación” y el cierre de la fonda cultural “El Árbol de Galeano”.

Hubo y habrá algunos espectáculos y eventos, como festivales populares, exposiciones, algunos recitales y obras de teatro, o el pasado Mayo de las Letras o el próximo Septiembre Musical, pero por su impacto y trascendencia a lo largo del tiempo, es decir por la huella que dejarán en la historia, el robo de una escultura pública centenaria, de valor incalculable, y la clausura de uno de los dos centros culturales independientes más importante de Tucumán -junto con el Círculo de la Prensa- son los incidentes más relevantes en lo que va de 2018. Y si repasamos un poquito, quizás también de 2017, 2016, 2015...

Ambos hechos cuentan con un común denominador: la desidia, el abandono y la creciente indiferencia que tiene la cultura para el Estado, municipal, provincial y nacional.

Es hasta paradójico que la Dirección de Cultura municipal se encuentre en el mismo parque donde se robaron la escultura, una sede además ubicada allá lejos, aislada, distante de los epicentros artísticos de la ciudad. Más que simbólico, es hasta físico el destierro cultural.

El ultimátum “al Árbol” pareció haber sido la última factura de luz que le llegó a la sala, de $60.000, que llevó a sus propietarios a decir basta. Pero esto fue sólo el tiro de gracia para una de las industrias más castigadas en la Argentina de los últimos años: la cultural.

El productor tucumano Darío Souza, especializado en Gestión Cultural con un máster en Brasil, aportó seis ideas sobre políticas públicas para capear la crisis cultural local: 1) “Saquen a los coimeros de las reparticiones, municipales y provinciales, como Dipsa, Defensa Civil, etcétera”; 2) “Faciliten que los productores abran espacios. Dejen de meter la cola en los negocios de la gente”; 3) “Actualicen las ordenanzas municipales que son de la época de la dictadura (hablan de whiskerías y coperas, por ejemplo)”; 4) “Eliminen los impuestos distorsivos, como por ejemplo el del IPLA, que grava con alícuotas más altas a lugares con espectáculos”; 5) “Implementen la Ley de Mecenazgo, aprobada en 2007 y nunca reglamentada”; y 6) “Hagan cumplir la Ley de la Música. Acción necesaria para los músicos locales, principalmente en el Teatro Mercedes Sosa”.

El presidente del Ente Cultural de Tucumán, Mauricio Guzmán, lleva 20 años en el cargo, al igual que gran parte de su equipo. Asumió el 6 de noviembre de 1998, cuando gobernaba Antonio Bussi, primero como director, luego secretario y más tarde como titular del Ente.

Sin querer hacer juicios de valor sobre su gestión, para algunos buena, para otros no, apuntamos a que muestra a las claras que es una cartera que no se toca, no por brillante, sino porque no interesa. Prueba de ello es que cada vez que está por asumir un nuevo gobierno se filtran “papers” entre los periodistas con los posibles nombres del nuevo gabinete. Sucedió cuando Julio Miranda reemplazó a Bussi, luego en las sucesivas gestiones de José Alperovich y finalmente ahora con Juan Manzur.

En esas listas siempre se menciona a quienes podrían ser ministros o secretarios de Economía, de Seguridad, de Salud, de Educación, de Producción, de Gobierno, de Interior, entre otras áreas consideradas clave, pero jamás se habla de quién encabezará Cultura, salvo en el microambiente cultural.

Casa de herrero...

En el directorio del Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán, organismo esencial para el progreso de la iniciativa privada, no hay ningún representante de la industria cultural. Hay delegados de las industrias pesadas y livianas, el citrus, el azúcar, el turismo o el comercio, pero no tienen voz ni voto las editoriales, los teatros, la música, el arte, la literatura o la educación, salvo que consideren que el ítem “entre otros sectores productivos” los contiene. Seguro argumentarán eso.

No es de extrañar si vemos que la “Guía de Oferta Exportable de Tucumán”, que costea y publica anualmente el IDEP, un libro bilingüe, de tapa dura y papel ilustración, desde hace años se diseña y produce en Entre Ríos (Estudio Línea) y se imprime en Salta (Cartoon), empresa esta última que en el mundo editorial se preguntan si pertenece al gobernador Juan Manuel Urtubey.

El libro “Bicentenario Tucumán” que publicó la Federación Económica, se editó en Buenos Aires. Lo mismo hicieron la Sociedad Rural y la Estación Experimental. Las publicaciones del Ente del Bicentenario se realizan en la editorial porteña Ediciones Imago Mundi.

En el medio, Manzur le regala por decreto un millón y medio de pesos a Fede Bal, hijo de Santiago Bal y Carmen Barbieri, para que filme una película, mientras los productores tucumanos mendigan de rodillas unas monedas que nunca llegan.

Los libros que distribuye el Gobierno en las escuelas tucumanas desde tiempos remotos se compran en Buenos Aires. Escritos, diseñados, ilustrados, producidos e impresos por porteños, con nulo contenido local.

¿No se pueden hacer libros de texto en Tucumán, por tucumanos y para tucumanos?

Estamos hablando de cientos y cientos de fuentes de trabajo directas e indirectas, para escritores, pedagogos, docentes, diseñadores, dibujantes, fotógrafos, trabajadores de imprentas, editoriales, librerías… Dinero invertido, además, nada menos que en sectores de educación y cultura, para dejar de importar ideas y costumbres y generar contenidos que representen nuestra idiosincrasia y nuestra historia.

Lo mismo están haciendo con el Centro Cívico, por ahora sólo un proyecto, como todo en la gestión Manzur, más que un gobierno, un proyecto de gobierno. Se la dieron a dedo al estudio de César Pelli, cuyo prestigio nadie pone en duda, pero acá tenemos la Facultad que le enseñó a Pelli. Suponemos que pueden hacer no uno, sino decenas de proyectos geniales. Otros millones que volarán de la provincia, al igual que con los libros, los espectáculos, los recitales, las películas…

La crisis nacional

“La venta del CD físico cayó de 2015 a 2016 el 12% y los discos digitales se derrumbaron el 31%. En todo el mundo está cayendo la venta de CD pero en Argentina casi el doble. Lo único que crece son los recitales en vivo, pero por el aumento de shows internacionales, que crecieron el 75%, con menos espacios para los grupos locales. A todos nos gusta la música internacional pero ante la falta de políticas públicas la música termina regulada por el mercado y ya sabemos lo que pasa, ganan los más grandes y desaparecen los chicos”, advierte Rodolfo Hamawi, director del Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas.

“Esta situación ha impactado fuerte en los boliches pequeños, que no pueden traer figuras internacionales y que no dan abasto con las tarifas de los servicios. La facturación de los pubs y boliches donde se escucha música en vivo ha caído el 30% en los últimos dos años y muchos han terminado cerrando. Es un cóctel: baja el consumo porque la gente tiene menos plata, avanzan los contenidos importados y las tarifas son exorbitantes”, continúa Hamawi, que publicó hace poco un informe sobre la situación de la cultura en el país. “En las salas teatrales argentinas, en promedio, se ha quintuplicado la tarifa de la luz. Por ahí una sala grande puede soportarlo pero las pequeñas están obligadas al cierre”.

La producción editorial también cayó el 25%. Entre 2015 y 2016 se produjeron 20 millones menos de libros. Esto se debe a que el Estado casi dejó de comprar libros. En 2015 gastó $1.150 millones en libros y en 2016 sólo $100 millones.

“Menos libros que van a las escuelas, a las bibliotecas y esto tiene dos consecuencias: llegan menos libros a los chicos y se debilita la industria editorial argentina. A la par creció el 45 % la importación de libros y con ello el déficit entre lo que exporta e importa el sector editorial, pérdida que ha crecido el 300%”, informa el académico.

Dice que en CABA hubo casi 1.000 despidos en 2016 en el sector gráfico (todos empleos privados) y que también cerraron muchas librerías, también ahogadas por las tarifas y por la caída del consumo.

Lo que ocurrió con El Árbol de Galeano no es un fenómeno aislado; está pasando en todo el país y por eso es urgente que el Estado asista a los propagadores de cultura, no con los siempre sospechados y discrecionales subsidios, sino dejando de ahogar a estos espacios con impuestos impagables, tarifas astronómicas, apriete de inspectores coimeros y dejando de invertir afuera, como Bal, Pelli y las editoriales foráneas, y empezar a confiar en lo nuestro.

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