16 Octubre 2016
¿Se puede hacer literatura con la figura de la madre? Esta pregunta disparó mi libro. Antes estaban la rubia áspera de Richard Ford, la pobre y risueña argelina de Albert Camus, la bella y melancólica - la que viaja irrefrenable buscando su Ítaca- junto al joven Tobias Wolff. La vida está hecha de la materia de los libros, podría decir el poeta inglés.
Una tarde empecé la tarea que duró unos pocos meses. Anoté escenas: la larga noche del baile, el paseo sincopado con un bebé por los cerros, la fatídica mañana de la separación, la única patria (la infancia), el viaje en bicicleta como método de pensamiento.
Después de la escritura febril, pedí a dos amigos que respondieran a la pregunta. Agradecido, feliz, pensé que la ficción era un barco en la tormenta que guiaba la escritura de una vida. Mamá es un relato real que está esculpido con los recursos y las estrategias de la ficción: el uso de diálogos, la administración de la información (no cuento todo lo que sé del pasado sino una selección deliberada), la ubicación de la narración en ciertos espacios y tiempos que conforman escenas nítidas, la conversión de las personas en personajes.
Las deliberadas estrategias no convierten al material en ficción sino que transforman la manera de contar los hechos.
Chris Kraus escribió sobre Mamá: “Beautifully written and fascinating to see how much historical detail could be told through a family history” (Bellamente escrita y fascinante ver cuántos detalles históricos pueden contarse a través de una historia familiar). Cuando leí el texto de Kraus, tomé conciencia de que escribir sobre mamá no era sólo escribir sobre mamá. El perfil que empezó como un exvoto se convirtió en un medio para pensar en la historia y la muerte. ¿Qué es una madre? En nuestra respuesta tentativa, los adjetivos no alcanzan. Pero no por la generosidad asociada a la figura materna sino porque es imposible atrapar el flujo de la vida. Hay un hiato insalvable entre experiencia y escritura. Tanto el periplo vital de mi mamá como los paisajes de la lluvia forman parte de la materia huidiza del pasado: ese río que deja de ser.
© LA GACETA
Fabián Soberón - Autor de Mamá
(Ediciones Culiquitaca).
Una tarde empecé la tarea que duró unos pocos meses. Anoté escenas: la larga noche del baile, el paseo sincopado con un bebé por los cerros, la fatídica mañana de la separación, la única patria (la infancia), el viaje en bicicleta como método de pensamiento.
Después de la escritura febril, pedí a dos amigos que respondieran a la pregunta. Agradecido, feliz, pensé que la ficción era un barco en la tormenta que guiaba la escritura de una vida. Mamá es un relato real que está esculpido con los recursos y las estrategias de la ficción: el uso de diálogos, la administración de la información (no cuento todo lo que sé del pasado sino una selección deliberada), la ubicación de la narración en ciertos espacios y tiempos que conforman escenas nítidas, la conversión de las personas en personajes.
Las deliberadas estrategias no convierten al material en ficción sino que transforman la manera de contar los hechos.
Chris Kraus escribió sobre Mamá: “Beautifully written and fascinating to see how much historical detail could be told through a family history” (Bellamente escrita y fascinante ver cuántos detalles históricos pueden contarse a través de una historia familiar). Cuando leí el texto de Kraus, tomé conciencia de que escribir sobre mamá no era sólo escribir sobre mamá. El perfil que empezó como un exvoto se convirtió en un medio para pensar en la historia y la muerte. ¿Qué es una madre? En nuestra respuesta tentativa, los adjetivos no alcanzan. Pero no por la generosidad asociada a la figura materna sino porque es imposible atrapar el flujo de la vida. Hay un hiato insalvable entre experiencia y escritura. Tanto el periplo vital de mi mamá como los paisajes de la lluvia forman parte de la materia huidiza del pasado: ese río que deja de ser.
© LA GACETA
Fabián Soberón - Autor de Mamá
(Ediciones Culiquitaca).
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