El acuerdo de paz en Colombia
Por detrás de ellas siempre hay intereses importantes. El negocio de la venta de armas o la intención de los poderosos de apropiarse de recursos naturales estratégicos impulsan a menudo la guerra, sobre todo en otras geografías que no son las propias. El hartazgo del enfrentamiento civil, del dolor, del miedo, de la muerte, puede hacer desear la paz a un pueblo. “La paz no puede mantenerse por la fuerza. Solamente puede alcanzarse por medio del entendimiento”, afirmaba el físico Albert Einstein. Luego de 52 años de confrontación y tras cuatro de negociación, el gobierno colombiano ha firmado un acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que impulsa la conciliación y que será refrendado mañana en un plebiscito.

La guerra de más de medio siglo dejó 220.000 muertos, así como millones de desplazados y afectó el desarrollo de la nación latinoamericana. Son 7.000 guerrilleros los que depondrán las armas. El pacto especifica que los jefes guerrilleros deberán confesar todos sus crímenes ante un tribunal especial, a cambio de una pena privativa de la libertad de entre cinco y ocho años, antes de poder integrarse a la sociedad y aspirar a un cargo político. El acceso a la tierra para los campesinos pobres, la lucha contra el narcotráfico, la implementación de la justicia, la compensación a las víctimas, el desminado de zonas del país son algunos de los asuntos que se incluyen en el documento de 297 páginas.

Pero no todos están a favor de este acuerdo, se oponen a que los líderes de las FARC, acusados de haber cometido asesinatos, secuestros y abusos sexuales, tengan la posibilidad de ocupar cargos políticos. Uno de ellos es el ex presidente Álvaro Uribe. En contrapartida, Ingrid Betancourt, candidata presidencial de Colombia, secuestrada en 2002 por la guerrilla, dijo: “el sacrificio es aceptar cerrar esa puerta a pesar de que sabemos que no habrá justicia real para nosotros, individualmente, pues hay que cerrarla. Es la posibilidad de entregarle una oportunidad a los colombianos que están por nacer, de que vivan en un país diferente, un país como el que nosotros soñamos para nosotros mismos y que nunca tuvimos”.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha afirmado que el pueblo no acepta la violencia como medio para defender las ideas. “Cambiar las balas por los votos, las armas por las ideas, es la decisión más valiente y más inteligente que puede tomar cualquier grupo subversivo, y en buena hora ustedes entendieron el llamado de la historia. Con su voto, cada colombiano tendrá un poder inmenso: el poder de salvar vidas, el poder de dejarles a sus hijos un país tranquilo donde crezcan sin miedo, el poder de ayudar a los campesinos despojados a que regresen al campo, el poder de atraer más inversión al país y, por consiguiente, más empleo”, dijo.

Seguramente a muchos que han padecido la acción guerrillera y que tienen muertos entre sus familiares y amigos, no les será sencillo aceptar los términos de este pacto, pero en toda negociación ambas partes tienen que ceder algunas posiciones para arribar al entendimiento.

En un mundo convulsionado por las guerras que tanto dolor y destrucción llevan a diario en Medio Oriente, Irak y Siria, el acuerdo de Colombia -como el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, que tuvo como impulsor al papa Francisco- implica un gran paso para llegar a la conciliación.

Sin duda, no ha sido fácil llegar a esta instancia y no se sabe cuán duradera será la paz, todo dependerá de que ambas partes cumplan a rajatabla con lo que han acordado para que sangre de hermanos no vuelva a derramarse. “Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: la paz”, dijo Einstein.

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