Murió Rufino Requejo, un personaje del Tucumán urbano

Nació en barrio Norte y la vejez lo llevó a Villa Muñecas. Transcurrió una vida marcada por la desinhibición. Tenía 79 años.

PERSONAJE URBANO. Rufino Requejo lucía siempre un pañuelo en la cabeza. CAPTURA DE YOUTUBE PERSONAJE URBANO. Rufino Requejo lucía siempre un pañuelo en la cabeza. CAPTURA DE YOUTUBE
17 Junio 2016
“¡Rufinoooo…!”, lo saludaban al paso. Él devolvía una sonrisa, o levantaba la mano. A veces, simplemente, una mirada. Y seguía a toda velocidad, porque caminaba apurado. De repente frenaba para concentrarse en una vidriera. Apasionado por la ropa, se vestía con insólitas combinaciones policromáticas. El pañuelo, infaltable. Así, a fuerza de transitar el centro durante décadas, fue mimetizándose con el paisaje hasta convertirse en un personaje urbano. Pero de pronto el infaltable recorrido por el Mercado del Norte empezó a espaciarse. Y un día no volvió más. Rufino Requejo había muerto, a los 79 años.

Había nacido en barrio Norte, cuando la calle Marcos Paz entre Maipú y Junín todavía funcionaba como patio de juegos. Su papá –el “Gallego” Requejo- era carnicero. La vejez lo llevó lejos, a Villa Muñecas. En el medio transcurrió una vida marcada por la desinhibición, por la sorpresa que provocaba a su paso en un Tucumán desacostumbrado a las transgresiones. En los peores momentos, cuando la violencia política copaba las veredas, cuando la represión hacía todavía más negras las noches, Rufino seguía siendo Rufino. Fue, a su manera, un valiente.

Una entrevista quedó inmortalizada en YouTube. Frente a la cámara, coqueto, absolutamente original, Rufino confiesa algunas vivencias. Sólo algunas. A la mayoría se las guardó para siempre. De su corazón y de sus elecciones Rufino fue un guardián celoso. Cuando se bajaba de la motito, una marca registrada de su devenir ciudadano, marchaba con la frente alta. Parecía inmune a los comentarios, a los ceños fruncidos, a las groserías y a la discriminación. Por supuesto que no lo era. Jamás se rindió. Fue, hasta el último momento, Rufino. Y así se ganó el respeto.

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