BARÓN BIZA

BARÓN BIZA

Fue muchas cosas a la vez: un escritor polémico, un millonario excéntrico, un revolucionario sui generis, un playboy misógino. La reedición de su biografía definitiva pone nuevamente en foco a un personaje que convulsionó a la sociedad de su tiempo.

05 Junio 2016

Por Hernán Carbonel

PARA LA GACETA - SALTO (ROVINCIA DE BUENOS AIRES

¿Cuántas vidas caben en la vida de un hombre? A imitación de aquellas canciones enumerativas de Joaquín Sabina, se puede ser millonario, estanciero, bon vivant, militante radical, escritor pornográfico, prisionero, misógino, suicida, duelista, dos veces viudo. ¿Suena a mucho? Parece. Es que a veces la realidad exagera. Eso -y más- fue Raúl Barón Biza.

Nacido en Córdoba en el borgeano año de 1899, en una actitud poco común a la clase alta se volcó de joven al yrigoyenismo, con el fin de conspirar contra el régimen conservador, lo que le valió el exilio y una temporada en la cárcel, experiencia que quedaría reflejada en su libro Por qué me hice revolucionario. Se dice que la frase “tirar manteca al techo” se originó en una costumbre muy suya, cuando residía en Europa, como una forma de la ostentación.

Fue en una de esas fiestas europeas donde se enamoró de la actriz suiza Rosa Martha Rossi Hoffmann, mejor conocida como Myriam Stefford. Ella abandonó su carrera artística para casarse con él; una vez asentada en Argentina, se dedicó a la aviación. Buscando unir catorce provincias en un rally aéreo, su avión se estrelló en San Juan.

Barón Biza levantó en su honor una faraónica tumba de estética futurista, hormigón armado, granito y mármol, a pocos kilómetros de Alta Gracia, sobre la Ruta Provincial 5.

Y como un clavo no se quita sin otro clavo, luego fue el turno de Clotilde Sabattini.

Pedagoga, dirigente feminista, hija del gobernador de la provincia de Córdoba Amadeo Sabattini, Clotilde contribuyó con la creación del Liceo de Estudios Secundarios de la ciudad de La Plata, llegó a presidir el Primer Congreso Nacional de Mujeres Radicales y, por decisión de Arturo Frondizi, le fue asignada la presidencia del Consejo Nacional de Educación.

Cuando Barón Biza conoció a Clotilde, ella tenía 17 años. Escaparon a Uruguay y contrajeron matrimonio. Su cuñado, Alberto Sabattini, lo desafió a duelo: ambos resultaron heridos de bala.

El 16 de agosto de 1964, acabada la farsa en la que se había convertido la pareja, Barón Biza se citó con su ex mujer y sendos abogados para definir los detalles de un traumático divorcio en el departamento de Esmeralda al 1200.

En medio del encuentro, el dueño de casa convidó con whisky. Sirvió uno, dos, tres tragos. Cuando le tocó el turno a la mujer, arrojó sobre su rostro el contenido del vaso. Lo que había en él no era whisky, sino ácido muriático.

Los rasgos de Clotilde Sabattini de Barón Biza “iniciaron entonces un largo viaje hacia el terror, de la cara a la calavera”. La policía lo fue a buscar al día siguiente. Estaba muerto en su cama: Raúl Barón Biza se había suicidado con un tiro en la sien derecha.

Libros y muertes

Escritor maldito, autor de textos escandalosos, publicó, entre otros títulos, El derecho de matar (novela pornográfico-filosófica, en la tradición del Marqués de Sade, que le valió la cárcel y de la cual Agustín Justo confiscó en imprenta una tirada completa), Punto final (que le deparó un nuevo proceso por obscenidad) y Todo estaba sucio (al que su hijo Jorge definió como “un torrente de resentimiento absoluto”).

Jorge -periodista, docente, corrector, redactor fantasma, editor y escritor-, en tren de trágica tradición, se suicidó el 9 de septiembre de 2001 arrojándose desde el piso 12 de un edificio del barrio de Nueva Córdoba. Unos años antes lo había antecedido su hermana Cristina.

En 1978, década y media después del suicidio de su esposo, en el mismo departamento de la calle Esmeralda, Clotilde Sabattini, la mujer del rostro roto, eligió también el vacío que media entre la tierra y un octavo piso.

Buena parte de toda esta historia está en el libro El desierto y su semilla, novela de Jorge Barón Biza, en parte crónica real, en parte ficción, quizás porque la ficción sirve para tolerar lo que crónica no está capacitada para absorber.

Hace poco se reeditó una biografía de Barón Biza padre: El inmoralista, de Christian Ferrer, cuya primera edición de Sudamericana es de 2007. En una entrevista con el diario La Nación, Ferrer dijo: “Ya me despido de Barón Biza; no es un personaje agradable”.

© LA GACETA

Hernán Carbonel - Periodista, escritor, librero.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios