La voz de Toni Morrison mantiene su potencia

La voz de Toni Morrison mantiene su potencia

En 1993 se convirtió en la primera escritora negra ganadora del Nobel de Literatura.

 PARA LA HISTORIA. La Medalla de la Libertad, otorgada por su amigo, Barack Obama. PARA LA HISTORIA. La Medalla de la Libertad, otorgada por su amigo, Barack Obama.
17 Febrero 2016

Siete novelas imperdibles

- “Ojos azules” (1970)

- “Sula” (1973)    

- “La canción de Salomón (1977)    

- “La isla de los caballeros” (1981)  

- “Beloved” (1987)    

- “Jazz” (1992)  

- “Paraíso” (1997)

En 1993 Toni Morrison se convirtió en la primera escritora negra ganadora del Nobel de Literatura. Desde mucho antes era una de las plumas más brillantes de Estados Unidos. A los 85 años -los cumplirá mañana- sigue escribiendo con la misma carga política de siempre.

Morrison no cree que su misión esté acabada. “La gente dice a cada rato: ‘hay que introducir un debate sobre el racismo’. ¡Pero si ya lo hacemos!”, dijo hace poco en una entrevista. “Quiero ver a un policía negro dispararle por la espalda a un adolescente blanco desarmado. Y quiero ver a un hombre blanco condenado por violar a una mujer negra. Y entonces, cuando me pregunten, ‘¿ya lo hemos dejado atrás?’, yo diré: ‘sí’”, enfatizó.

Los casos de brutalidad policial contra personas negras como Freddie Gray (en Baltimore) o Eric Garner (en Nueva York) refrescan la vigencia de los reclamos de Morrison. Son reclamos que llevan décadas.

Desde que Morrison se alzó con el Nobel no hubo otro estadounidense ganador del premio. La siguen llamando “La conciencia de América”. La novela que publicó el año pasado (“God help the child”) fue muy celebrada y ya está trabajando en la siguiente, pese a los problemas de salud que la mantienen en una silla de ruedas. “Cuando escribo se me van los dolores -declaró-. Este es el lugar en el que vivo, en el que tengo el control, en el que nadie me dice lo que debo hacer, donde mi creatividad es fecunda y sale lo mejor de mí”.

A Morrison le gusta comparar su escritura con el trabajo de un chef. “Escribo para que mi lector pueda disfrutar de las palabras con ganas, las saboree, haga una pausa y al final siga gozando”, metaforizó.

Todo empezó en 1970 con “Ojos azules”, el libro que ella siempre había querido leer pero que no existía. Así que siendo madre separada y con dos niños pequeños, se levantaba a las cuatro de la mañana para escribirlo, consigna DPA. Después se iba a su trabajo en una gran editorial.

Nacida en 1931 en la pequeña ciudad de Lorain, en el estado de Ohio, la autora -que se llama en realidad Chloe Wofford- enseñó durante años escritura creativa en la universidad de élite de Princeton. En 2010 uno de sus hijos murió de cáncer, un golpe que aún la afecta. “Uno no puede superar algo así, no con un hijo -sostiene-. Un hijo tiene que enterrarlo a uno. Siempre estoy pensando en él”.

Morrison le había prometido a su editorial una autobiografía, pero al final decidió que no valía la pena. “Es muy aburrido, muy poco desafiante”, resumió. Y, como dijo en otra entrevista hace poco, a sus más de 80 años hay tres cosas que por fin debe poder decir: “no”, “callate” y “andate”.

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“A escribir sólo enseñan los grandes escritores”

Cuenta Angélica Gorodischer que una amiga le preguntó si convenía mandar a un taller literario a su hija, que está interesada en escribir relatos. “Puse el grito en el cielo y le dije que no -sostiene Gorodischer-. Le recomendé que lea, que lea todo lo que pueda. No es que piense tan mal de los talleres, creo que son útiles en cierto sentido y en cierto momento, pero los únicos que pueden enseñarte a escribir son los grandes escritores”.

Esa fue la escuela en la que se formó Gorodischer, que acaba de publicar un nuevo volumen de cuentos: “Las nenas” (Emecé). “Hace poco tomé ‘Por qué leer los clásicos’, un libro maravilloso de Italo Calvino -apunta la escritora-. Claro que hay que leer a los clásicos, es mucho más importante que la televisión y las novelas histórico-románticas que se venden tanto, qué horror”.

Gorodischer supo siempre que iba a ser escritora. “Nací entre libros, lo cual no quiere decir nada -indica-. Griselda Gambaro, la mejor escritora argentina, nació en una casa sin libros. Yo aprendí a leer de muy chiquita, no entendía un carajo porque agarraba los libros de sociología y filosofía de mis padres, pero leer ya me hacía poderosa”.

“Aldous Huxley, que algo sabía del asunto, decía que una persona que quiere escribir debe leer todo: ciencia, física, química, botánica, filosofía, hasta matemáticas -agrega-. Yo veo dos números seguidos y me desmayo. De esa manera el panorama del lenguaje se te va haciendo cada vez más amplio”.

Para enhebrar las historias de “Las nenas” Gorodischer adoptó un punto de vista alejado de los estereotipos. “Estas nenas no son unas boluditas que juegan con muñecas, sino que se dan cuenta que algo pasa aunque no sepan qué es -explica-. La verdad es que estoy cansada de las mujeres vencidas en nuestra sociedad falogocéntrica, que terminan muertas, alcohólicas, suicidadas, quería cortar con eso literariamente hablando. Una nena también puede rebelarse desde su lugar en la sociedad, que no es solamente obedecer a mamá”.

Si bien los temas de los cuentos son opresivos, algunos incluso siniestros, no falta el humor para retratar situaciones que llegan a ser desopilantes. Todo pasa por la voz de los personajes, que a los 87 años Gorodischer sigue escuchando con admirable nitidez.

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Novedad 

Un homenaje al humor cordobés   

Surgidos de la gran colmena satírica que alcanzó popularidad en la legendaria revista cordobesa “Hortensia”, los personajes Negrazón y Chaveta, dupla creada por Alberto Cognigni (1930-1985), regresan en un libro titulado con sus nombres. La obra muestra la vigencia de un humor que desarma lo solemne combinando el ingenio y la parodia. En 1971 Cognini lanzó 2.000 ejemplares de “Hortensia” sin sospechar que un día la revista quincenal llegaría a vender 200.000 ejemplares. Caloi, Sábat, Crist y Fontanarrosa (estrenando sus personajes Inodoro Pereyra y Boogie El Aceitoso) formaban parte de un staff de excepcionales artistas del humor gráfico nacional. El libro recopila viñetas de personajes que hicieron historia (hay esculturas de ellos en Córdoba y en  Puerto Madero) y a los que describe Mariano Cognini, hijo del creador: “Negrazón es más reflexivo, con alma de poeta, un poco místico, nostálgico, inseguro, un enamorado de la ciudad. Chaveta es inquieto, curioso, pícaro, orgulloso, le gusta darse aires de intelectual. Ambos representaban al sector más popular de la sociedad cordobesa”. Explica Cognini (h) que Negrazón y Chaveta se mantienen vigentes porque su humor forma parte de la idiosincrasia cordobesa. Representa, a la vez, el reencuentro con una revista que marcó una época, proyectada desde el interior del país.

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