¿Y ahora dónde encaja el manzurismo?

¿Y ahora dónde encaja el manzurismo?

Los escenarios se reconfiguran a tal velocidad que casi no queda margen para el análisis. Lo que hoy es una certeza mañana se convierte en interrogante. Para el peronismo la derrota es disruptiva, no importa si fue 2 a 1 o por goleada. En Tucumán hay un horizonte de cuatro años de peronismo, a contramano del signo que los argentinos eligieron el domingo para el Estado nacional. La pregunta es cómo se acomodará la administración de Juan Manzur, tan necesitada del oxígeno contante y sonante que maneja el puerto. Lo que es lo mismo: ¿cómo incidirá el resultado de las elecciones en la calidad de vida -incluyendo el bolsillo- de los tucumanos?

Experiencia no nos falta, desde el 83 a la fecha. Fernando Riera y José Domato sintonizaban desde una antena distinta a la de Raúl Alfonsín; y después de la luna de miel Palito Ortega-Menem llegó Bussi (que de todos modos no dejó de ser funcional al canon neoliberal de la época). Hubo más: Julio Miranda por un lado y Fernando de la Rúa por el otro. Todo a contramano. Con el fin de los 12 años K, Tucumán vuelve a quedar en el otro carril de la autopista, con el agravante de que Manzur se llevó a marzo la materia transparencia/legitimidad. Para recordárselo al presidente Macri estará siempre José Cano, la némesis manzurista, con la servilleta atada al cuello y los cubiertos apuntando al techo.

El búnker oficialista se mudó el domingo de la Casa de Gobierno a la sede del PJ. Manzur, Osvaldo Jaldo y compañía respiraron tranquilos cuando se confirmó la victoria peronista. La capital y Yerba Buena fueron los -previsibles- bastiones electorales esquivos. El resto se ciñó a la liturgia y en el cuarto oscuro ensobró la boleta de Scioli. Cano no pudo obsequiarle a Macri un éxito similar al que, por ejemplo, hilvanó a su medida Gerardo Morales en Jujuy.

Puertas adentro, la tropa del gobernador avanzó sin bozales y dejó helada a Beatriz Rojkés. “¡Manzur conducción!”, bramó la militancia. Los Alperovich jamás tuvieron ADN peronista y llegó el tiempo de recordárselo sin eufemismos. Pero la cuestión central es que en el Senado votarán José Alperovich y su incondicional Beatriz Mirkin. Manejar con acierto las monedas de cambio es un arte exclusivo de los buenos políticos. Manzur ni siquiera tiene todos los doblones en la bolsa, así que deberá -al decir de los antiguos operadores- serenarse y afiliarse.

En el peronismo barajan y dan de nuevo. Se cae de madura la resurrección de la liga de gobernadores, al menos como ámbito de mutua referencia y apertura de canales de diálogo con Balcarce 50. Al salteño Urtubey no le faltan ínfulas de primus inter pares en ese club de mandatarios. José Manuel de la Sota y Florencio Randazzo jugarán a construir desde el llano, mientras que para Sergio Massa vienen épocas de armado silencioso y permanente. El FPV, en tanto, contará con un generoso caudal de voluntades en el Congreso. Muchos diputados y senadores aterrizados de la mano de Cristina, una estructura de poder dispuesta a seguir tallando con firmeza en la vida argentina, con la mandataria en retirada a la cabeza. Es un variopinto abanico de opciones para Manzur. En algunos de esos instersticios tendrá que encajar, encontrar apoyos y hacerse fuerte.

Macri le prometió al norte un histórico programa de inversiones: el plan Belgrano. Tucumán figura en el centro de ese conglomerado de obras públicas, calculado en miles de millones de pesos. La autopista que unirá la capital provincial con Córdoba es apenas un botón de muestra. Si se concretara -aunque más no sea en parte- implicaría un New Deal. La inversión luce suficiente como para que los sobresalientes índices de empleo dibujados con planes sociales quedaran fortalecidos con trabajo genuino. De paso, elevaría a Macri a la altura de estadista. De lo contrario, será un promesante más, de los muchos que conocemos.

El columnista Roberto García reveló en la edición de ayer del diario Perfil que María Eugenia Vidal está solicitando ayuda a las organizaciones sociales kirchneristas y a los dueños de supermercados para evitar sorpresas desagradables. Nadie quiere un conurbano en llamas en diciembre, que suele ser una bomba de tiempo.

Macri asumirá el 10 con un escenario complejo: varias administraciones le pedirán auxilio para cumplir con los aguinaldos en tiempo y forma, y hay un reguero de pedidos de bonos de Navidad en ambos ámbitos, el público y el privado. Manzur, en tanto, sabe que si la Policía no está metida en caja puede hacer de las suyas. Los 100 días de gracia que disfruta cada presidente quedarán para otra ocasión. Ni hablar de la siempre compleja Tucumán.

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