Por Carlos Páez de la Torre H
20 Agosto 2015
EL “TRAMWAY”. En Tucumán, circularon desde 1882 hasta fines de ese siglo. A comienzos de 1910, empezaron a funcionar los tranvías eléctricos, hasta 1965. LA GACETA / ARCHIVO
El 12 de marzo de 1880, la Municipalidad de Tucumán aprobó un reglamento para las líneas de tranvías (a los que se llamaba “tramways”). Eran, naturalmente tirados por caballos, y se instalarían recién en 1882. Tiene interés mirar algunas de sus estipulaciones.
El reglamento establecía que cada carruaje sería tirado por solamente dos caballos, “excepto cuando la pendiente sea mayor del tres por ciento, donde se podrá agregar un caballo de refuerzo”. Los animales debían ser “mansos y diestros en el tiro”. Entre tranvía y tranvía yendo en la misma dirección, debía guardarse una distancia no menor a los 130 metros. La velocidad media, “no podrá pasar de seis millas por hora”.
Disponía que “desde la oración y durante toda la noche”, llevarán “faroles de colores que sean bien visibles de adelante o de los costados”. Estaba prohibido “a los pasajeros proferir palabras indecorosas”: los conductores quedaban “encargados de amonestar o expeler al pasajero que hubiera faltado al decoro que merece el público”.
Se preveían los carruajes de dos pisos, llamados “Imperiales”. En ellos no podían ir más de cincuenta pasajeros (en los de un solo piso, el límite era de 30). Se multaba a la empresa por cada pasajero que excediera el número fijado.
El reglamento tenía 56 artículos, de los cuales sólo entresacamos los de cierto colorido. Determinaba que “cada coche llevará una campana o timbre sonoro, la cual será tocada por el mayoral o conductor cada vez que se haya de parar el coche, y una corneta para tocar 10 o 20 varas antes de llegar a las bocacalles”. Estaba prohibido “a todo vehículo que no sea tranvía el uso de cascabeles”.
El reglamento establecía que cada carruaje sería tirado por solamente dos caballos, “excepto cuando la pendiente sea mayor del tres por ciento, donde se podrá agregar un caballo de refuerzo”. Los animales debían ser “mansos y diestros en el tiro”. Entre tranvía y tranvía yendo en la misma dirección, debía guardarse una distancia no menor a los 130 metros. La velocidad media, “no podrá pasar de seis millas por hora”.
Disponía que “desde la oración y durante toda la noche”, llevarán “faroles de colores que sean bien visibles de adelante o de los costados”. Estaba prohibido “a los pasajeros proferir palabras indecorosas”: los conductores quedaban “encargados de amonestar o expeler al pasajero que hubiera faltado al decoro que merece el público”.
Se preveían los carruajes de dos pisos, llamados “Imperiales”. En ellos no podían ir más de cincuenta pasajeros (en los de un solo piso, el límite era de 30). Se multaba a la empresa por cada pasajero que excediera el número fijado.
El reglamento tenía 56 artículos, de los cuales sólo entresacamos los de cierto colorido. Determinaba que “cada coche llevará una campana o timbre sonoro, la cual será tocada por el mayoral o conductor cada vez que se haya de parar el coche, y una corneta para tocar 10 o 20 varas antes de llegar a las bocacalles”. Estaba prohibido “a todo vehículo que no sea tranvía el uso de cascabeles”.
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