“Efemérides”, un libro abierto de la pesca

“Efemérides”, un libro abierto de la pesca

ESPECIALISTA. Miguel “Loco” Quesada es un verdadero artesano a la hora de armar equipos de pesca. Está desesperado por enseñar los secretos del deporte. ESPECIALISTA. Miguel “Loco” Quesada es un verdadero artesano a la hora de armar equipos de pesca. Está desesperado por enseñar los secretos del deporte.
“En la vida terrenal hay dos momentos en la que todos los hombres son iguales. Cuando se paran frente a los minjitorios en un baño y cuando comparten un bote en una jornada de pesca”, explica Miguel Quesada, uno de los referentes de la actividad en la provincia. “Este deporte me dio todo lo que tengo en la vida. Amigos, la oportunidad de trabajar, la posibilidad de viajar y por supuesto, me aportó el dinero suficiente para que lograra que mis hijos crecieran fuertes y sanos”, destaca en la entrevista con LG Deportiva.

Quesada tiene varios apodos. El más popular es el “Loco” porque, según reconoce, siempre fue una persona conflictiva. “No fui sencillo de llevar”, reconoce sin problemas. Después, con los años, Armando Miranda, otro de los entrañables personajes de esta actividad, lo bautizó como “Efemérides” por sus conocimientos sobre la historia de este deporte en la provincia. “Me mató el ‘Flaco’ con ese apodo. Pero bueno, aunque sé que a veces puedo aburrir, siempre estoy dispuesto a contar mis experiencias con la intención de que algún día sirvan para algo”, aclara antes de ser entrevistado.

- ¿Cómo comenzó a pescar?

- Fue en el Puerto de Olivos, Buenos Aires. Me había ido a estudiar allí por un problema que tuve en la escuela. Los domingos visitábamos a una tía y con un primo nos escapábamos al río a mojarrear. Pero la primera vez no terminó siendo una grata experiencia.

- ¿Por qué?

- Lo primero que pesqué fue un bagrecito amarillo. No sabía que era y lo agarré. Me flechó en el acto y gritaba del dolor. Desde un barco, un marinero me dijo que me orinara la mano. Me resistí hasta que no aguanté más. Después aprendí algo: los bagres, en sus espinas, tienen el mismo veneno que las hormigas, pero en mucha mayor cantidad. La orina tiene amoníaco y evita la acción de la ponzoña. Por eso en la caja de pesca siempre tengo un frasco con esa sustancia que evita tener que repetir esa experiencia desagradable.

- ¿Quiénes fueron sus maestros?

- El primero y más importante es Amable Orué Portillo. Después los hermanos José y Antonio Fonts, Roberto Zapico Antuña, un maestro de Paso de la Patria que pescó con Dwight Eisenhower cuando era presidente de los Estados Unidos, y Mario Elli. Todos fueron grandes pescadores, mejores personas y maestros excepcionales.

- Todos españoles…

- En nuestra provincia hubo dos escuelas. La de los ingleses, que empezaron con el deporte, pero que no les interesaba mucho difundirlo. En cambio, los españoles, sí lo hacían. De ahí creo que surgió la vieja rivalidad: mosqueros (adeptos a la pesca con mosca) contra los fierreros (que utilizaban cucharas de metal). A pesar de las diferencias, todos tenían un gran espíritu por preservar los recursos. Por ejemplo, (Stewart) Shipton sembró truchas en el sur a partir de 1910 y a don Antonio Fonts aún lo recuerdo gritando: “hombre, guarda para que pesquen tus nietos”.

- ¿Cómo era pescar en esos tiempos?

- Y... bastante complicados. Primero, no había los equipos necesarios, y los que existían eran carísimos. Nos las rebuscábamos viajando hasta Acheral donde cortábamos cañas colihues y armábamos nuestros equipos. El nylon era muy escaso y lo vendían por metro. Por eso se usaba el hilo de los trompos a los que se los enceraba para mejorar los disparos. El que tenía la suerte de conseguir un hilo importado de Europa, cada vez que volvía de pescar lo lavaba para que no se pudriera. Las cucharas que usaban los Fonts, por ejemplo, se las mandaban sus parientes de España. En el mercado se las podía conseguir, pero eran muy caras. Medio haciendo travesuras, las conseguiamos.

- No se entiende…

- Y bueno. Le voy a contar una receta. Antonio Fonts, Daniel Vidal y Manuel Mora pescaban tarariras en el arroyo Mista con cucharas. Un día los descubrimos y decidimos tomar una medida extrema: pusimos alambres en medio del agua para que se les engancharan los señuelos. Después los revisábamos y sacábamos las cucharas que les habían quedado enredadas. Eran tan generosos estos hombres que cuando les contamos lo que hacíamos, en vez de enojarse se rieron, y nos enseñaron como debíamos pescar con ellas.

- Y los escenarios…

- Había grandes pesqueros en esos momentos. Escaba, La Aguadita, Mista y Los Quiroga estaban entre los favoritos. Hoy, al igual que los equipos, están al alcance de todos, pero en los años 50, 60 o 70 no. La ruta a Termas de Río Hondo, por ejemplo, era de una sola trocha. Los caminos no siempre estaban en buenas condiciones y el sistema de transporte de pasajeros no era el mejor.

- ¿Cómo hacían?

- Siempre nos las rebuscábamos. Cuando había concursos en Escaba, el ómnibus estaba tan lleno que en más de una oportunidad nos sentábamos en el techo para no perdernos la competencia. Para ir a Los Quiroga viajábamos en tren y llevábamos la bicicleta. Nos bajábamos en La Banda y de ahí hacíamos los 14 kilómetros en bici hasta el dique. Por suerte, la Estrella del Norte siempre venía retrasada los domingos y nos permitía pescar más tiempo.

- ¿Valía la pena tanto esfuerzo?

- Por supuesto. Estuve en un concurso realizado en Los Quiroga que ganó Antonio Font pescando 105 dorados de hasta cuatro kilos. Y me acuerdo perfectamente porque salí tercero con 70.

- No dejaron nada…

- Los pescadores deportivos no son los responsables. Los únicos culpables son los que llamo envenenadores. Ellos son los industriales que durante años arrojaron los desechos tóxicos a los ríos. La construcción de los diques como El Frontal y El Cadillal que cambiaron los hábitos migratorios de las diferentes especies.

El “Loco” Quesada no fue sólo un pescador. Tuvo una inclinación por servir a los otros. Por eso fue dirigente del club Náutico y Pesca, fundó con Elías Gómez el de Caza y Pesca de la UNT y, cuando su padre era presidente del ya desaparecido Unión Oeste, creo la Subcomisión de Pesca de la entidad. “Siempre dije que hay que disfrutar cada una de las cosas que se hacen en la vida. Cuando hice la colimba, renegaba, pero cuando me dieron de baja la extrañé. Durante años siempre decía que no veía la hora de jubilarme y ahora, que ya estoy retirado, extraño mis tiempos de no docente de la UNT”, reconoce.

- ¿Por qué se comprometió tanto?

- Eran otros tiempos. Mís ejemplos son los Fonts, Orué Portillo, “Yayo” Franceschi, Mario Turbay y León Monetti. Ellos eran hombres que sólo buscaban concretar un gran objetivo: hacer crecer a los clubes que tanto amaban. Esto también se vio en otros deportes y lamentablemente no se lo pudo conservar.

- ¿Hay algo de lo que se arrepiente?

- Siempre dije que mi personalidad es bastante complicada. Por culpa de ellas tuve algunos problemas, pero las peleas más duras fueron por defender los intereses de los clubes a los que representaba. Por eso me distancié de mí entrañable amigo Franceschi. Sólo queda esperar que algún día volvamos a abrazarnos y reconocer que nuestras diferencias surgieron por defender con pasión lo que hacíamos.

- Tiene otra pelea como esa…

- Sí. Con Carlos Riviere, de Flora y Fauna. Él, como yo, somos apasionados en lo que hacemos y por eso discutimos. Pero nadie puede negar que él es el único responsable de que podamos seguir pescando en varios escenarios. Me preocupa que la provincia no esté preparando a alguien para que haga su tarea cuando él no esté porque en algún momento, por ejemplo, se jubilará.

- ¿Qué opina de los clubes de pesca?

- Si sólo se dedican a la competencia estamos mal. Hay que buscarle otro sentido y recuperar su esencia. Deben ser escuelas de pesca. Comparto totalmente la posición de Daniel “Tito” Yáñez de estar a disposición de los clubes para transmitir los conocimientos. Y no se trata de un gesto soberbio, sino que con toda humildad, digo que estoy dispuesto a ser docente de las próximas generaciones.

“Efemérides” es un libro abierto. Como ametralladora dispara anécdotas y nombres vinculados a la actividad. “¿Sabés con quién pesqué una vez? Con Celestino Gelsi en el mismísimo Cadillal, el dique que él ordenó realizar. Fue una de las cosas más maravillosas que viví”, destaca acelerado.

- ¿Por qué?

- Primero dejó en claro su humildad. No tuvo problemas en dormir sobre el poncho de Máximo Rusco ni de comer los bagres que estábamos sacando. Él ahí dejó en claro que El Cadillal era su hijo favorito.

- ¿Era para tanto?

- Por lo que dijo esa noche, no. Era un hombre muy mal hablado. Por ejemplo a Máximo le decía Masimo. Y en un momento de la charla en medio de la noche disparó: “Masimo el Cadillal está así porque no me dejaron hacer más cosas. Yo hei querio tranformarlo en la Meami argentina”.

- Pescó con varios funcionarios…

- Fueron muchos. No recuerdos todos sus nombres, pero no me olvidaré nunca de las experiencias que tuve con Eduardo Vallejos que fue una de las máximas autoridades de la Justicia Federal de Tucumán y Emilio Páez de la Torre, otro magistrado. También compartí con algunos legisladores como Fernando Juri Debo y Fernando Juri Riera. Compartí muchas salidas con José Cano cuando era funcionario universitario. Lo mejor que le puede pasar a los pescadores es que sea electo gobernador.

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