Misioneras por la dignidad de los abuelos

Misioneras por la dignidad de los abuelos

En el hogar de ancianos “Casa de bien y paz”, de Concepción, se oyen voces felices

CANTANDO. Abuelas entonan villancicos y festejan la llegada de los Reyes. CANTANDO. Abuelas entonan villancicos y festejan la llegada de los Reyes.
04 Enero 2015
En el hogar de ancianos “Casa de bien y paz”, de Concepción, se oyen voces felices. A la mañana y a la tarde, la mayoría de los abuelos allí internados rodean a la joven hermana Yinairy y entonan villancicos. La religiosa toma su guitarra y los anima a alzar las voces. Los que no saben las letras aplauden o mueven sus cabezas. Nadie quiere quedarse afuera del festejo previo a la llegada de los Reyes Magos. Ellos, los 31 abuelos del geriátrico, ya no le ponen pasto y agua a los camellos. Pero sí tienen un pedido unánime: que no les falte cariño en la última etapa de sus vidas.

De eso se encargan, principalmente, las hermanas Misioneras de la congregación Marta y María. Yinairy, por ejemplo, llegó a la Perla del Sur hace tres años desde Venezuela. Tiene 20 años y no cambiaría por nada su primera experiencia como novicia, junto a los ancianos. “A pesar de sus dolencias y sus achaques, aprendo todos los días con ellos. Son como niños; precisan mucho amor. El final de la vida necesita de mucha alegría y amor, así como también es una etapa en la que muchos buscan reencontrarse con Dios”, dice la religiosa.

“Acá, las hermanas son como mi mamá”, dice Miriam Marta Albarracín. Tiene 72 años y hace casi tres años que está en el hogar de ancianos. Ella es de villa 9 de Julio, en San Miguel de Tucumán, y cuando se quedó sola pidió que la alojaran en el hogar de Concepción porque le habían contado que ahí iba a tener una familia de nuevo. “Y así es”, rearfirma.

“Me robaron el corazón”, confiesa la madre María Petrona, oriunda de Guatemala. En total son tres las religiosas de la congregación Marta y María que trabajan en el geriátrico, que depende de la Diócesis de Concepción.

Según cuentan, en Argentina es altísima la necesidad de atender a abuelos internados en residencias para adultos mayores. Por eso ellas están haciendo su misión acá.

Las hermanas los limpian y los cuidan. El objetivo es que los adultos mayores mantengan siempre en pie su dignidad. Les dan de comer y los acompañan, los curan cuando se lastiman y nunca se olvidan de darles el remedio que necesitan a horario.

“Yo encontré mi verdadera familia aquí”, dice Nidia Estela Lazarte, de 68 años. Con los ojos algo empañados, cuenta que esta fue su primera Navidad sola. Cuando llegó al hogar hace unos años se enamoró de un compañero, José Rubén, con quien se casó. Hace un mes, él se murió. Por suerte, no le faltaron abrazos ni amor para contenerla.

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