Koch, el perro runner que trepa montañas

Koch, el perro runner que trepa montañas

El compañero de aventuras del deportista Martín Páez Iglesias es nada más y nada menos que su perro. Se trata de un ovejero alemán que ya escaló varias montañas y corrió carreras. Para alcanzar este rendimiento, el animal se entrena junto a su dueño y es controlado por un veterinario.

EN PLENO ENTRENAMIENTO. Martín Páez Iglesias y Koch corren por la zona de El Corte. la gaceta / fotos de inés quinteros orio EN PLENO ENTRENAMIENTO. Martín Páez Iglesias y Koch corren por la zona de El Corte. la gaceta / fotos de inés quinteros orio
09 Diciembre 2014
“Koch llegó para reemplazar a otro perro”, recuerda Martín Páez Iglesias. Este deportista comienza el relato de la historia de su mascota mientras le pone una mochila en el lomo. Sí, una mochila al perro. Sucede que Koch, un ovejero alemán de dos años y medio, tiene que salir a entrenar. Sí, también leíste bien: a entrenar, porque en cualquier momento su dueño puede competir en una carrera de aventura o bien puede querer conquistar la cima de alguna montaña y él debe acompañarlo. “Quería tener un compañero en la montaña”, explica Páez Iglesias. Y lo encontró en este can.

Las actividades deportivas del amo de Koch incluyen mountain bike, carreras de aventuras y kitesurf, pero el montañismo es su deporte favorito. No teme ascender miles de metros sobre el nivel del mar. Su única compañía en estas aventuras suele ser Koch.

“Tenía un perro labrador que era más inquieto y juguetón; terrible. Un ovejero alemán tiene una conducta que permite hacer cosas como estas (se refiere a los deportes). Koch va al lado mío y jamás usó una correa; va pegado a mí”, explica con orgullo el deportista.

Hay que ver el comportamiento de Koch para que comprender lo que dice Páez Iglesias. Lo que hace el ovejero en los minutos previos al entrenamiento deja en claro por qué Martín y su esposa Natalia lo describen como “un señorito inglés”. “Koch, al tronco”, le dice su dueño. Y el perro sube al tronco. Ahí se acomoda, se sienta sobre las patas traseras y, como una estatua, queda paralizado unos segundos hasta que Martín le coloca su mochila.

El animal también se encarga de dejar en claro que es entusiasta: apenas advierte que su dueño agarra la mochila, él se inquieta, da vueltas sobre sí mismo, gime. Lo mira, intenta comenzar un pique hacia la senda, pero se detiene. Vuelve raudamente y se tranquiliza sólo cuando oye la orden de subir al tronco. Quiere comenzar el entrenamiento ya mismo.

¡A entrenar!
No es una exageración calificar a Koch como un perro de alto rendimiento. Su entrenamiento fue cuidadosamente estudiado por su dueño y por el veterinario Joaquín López Islas. “Para empezar a entrenar, el perro debe tener nueve meses, porque es entonces cuando su contextura ósea ya está formada. Después, todo debe ser progresivo. Lo sacaba a entrenar media hora, luego 40 minutos, hasta completar la hora”, enumera Páez Iglesias. Y advierte: “nunca lo puse en una situación en la que pueda sufrir algún tipo de daño. Es mi amigo y lo cuido”, asegura. El intercambio de información con su médico veterinario y el análisis de la evolución de Koch lo impulsaron a encarar expediciones de hasta cuatro días en la montaña ¡Y las completaron!

Compañero
“Siempre está esperando que sean las dos de la tarde para salir a correr. Cuando ve la bici, ni se levanta, porque sabe que no viene. Pero se desespera cuando se da cuenta que vamos a correr”, comenta Páez Iglesias.

¿Qué impulsa a este deportista a buscar a un perro como compinche de aventuras? Compañía, seguridad, cariño pueden ser algunas de las respuestas esperables. Pero nada de eso. “Lo hago porque el perro se pone muy feliz y esa alegría es recíproca. Es un vínculo, es un amigo que no tiene excusas para no salir a entrenar”, explica con evidente satisfacción.

Un sueño
Para cualquier montañista, la cima del Aconcagua es uno de los retos máximos a los que puede aspirar. Páez Iglesias no es la excepción; tampoco Koch. De hecho, la planificación para subir al “techo de América” comenzó en abril.

“Con Koch ya hicimos varias cumbres de 5.000 metros. Sabía y sé que puede hacer un montón de cosas más. Mandé un mail pidiendo autorización, pero me la negaron. No sólo la primera vez, sino las otras dos veces que insistí”, recuerda.

Sucede que el Aconcagua se encuentra en el Parque Nacional del mismo nombre y, al ser un área protegida, no se permite el ingreso a animales; sólo están aquellos que forman parte del ecosistema natural de la zona.

Para poder salvar ese obstáculo, elaboró un singular currículum de Koch con el objetivo de documentar su carrera deportiva. Y, por si fuera poco, su dueño le armó una carpeta multimedia con decenas de fotos y con una modernísima recopilación de imágenes. Si bien todavía no recibió la autorización desde Mendoza, Páez Iglesias no pierde las esperanzas de poder alcanzar esa meta con su adorado compañero.

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