Observaciones de un testigo
EN LA GALERÍA. Bioy Casares en su casa. Según testimonia Paz Leston, a la hora de la cena (que se servía tarde) era de poco hablar. EN LA GALERÍA. Bioy Casares en su casa. Según testimonia Paz Leston, a la hora de la cena (que se servía tarde) era de poco hablar.
14 Septiembre 2014

Por Eduardo Paz Leston - Para LA GACETA - Buenos Aires

En casa de los Bioy se comía tarde cuando empecé a frecuentarlos, a eso de las diez o diez y media de la noche. La mesa, de forma oblonga, era chica y en ella no cabían cómodamente más de cuatro personas. Una vez que empezaban a comer, los dueños de casa hablaban muy poco. Bioy se limitaba a hacer una pregunta a Borges, Silvina Ocampo guardaba silencio, un poco por higiene (para que no le entrara aire en la boca) y otro poco por comodidad. Borges hablaba sin parar. Supongo que no le gustaba la comida, casi siempre la misma. Podía ser muy divertido contando con fingido asombro anécdotas sobre amigas suyas de las que había estado enamorado. Quizá lo hiciera por despecho -era rencoroso- pero también porque lo fascinaba la tontería infinita de ciertas mujeres. Algunas de ellas eran escritoras cuya obra escasa no justificaba sus pretensiones. También influía la misoginia de Borges, que no admiraba sin reservas a ninguna escritora. Ni Virginia Woolf se salvaba.

Borges y Bioy estaban poco interesados en los escritores de moda pero solían espulgar los nuevos libros de amigos o supuestos amigos suyos como Eduardo Mallea, José Bianco, Manuel Peyrou, Estela Canto, Manuel Mujica Lainez y Victoria Ocampo, invariablemente execrada por su cuñado. Borges, por su parte, solía comentar obsesivamente la obra y la vida de algunos escritores argentinos: Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández, Arturo Capdevila, Ricardo Rojas, Ricardo Molinari, Oliverio Girondo, Francisco Luis Bernárdez. Varias de estas anécdotas tenían que ver con la vida literaria porteña, sobre todo con la política literaria que interesaba particularmente a Borges aunque no tanto a Bioy. Pero ambos coincidían en cuanto a la política nacional

Es evidente que Bioy influyó en el gusto de Borges hacia los años 50, cuando este último se inclinó por un criterio más clásico, acorde con las literaturas francesa e inglesa del siglo XVIII. Lo barroco, lo desmesurado, lo oscuro fueron gradualmente descartados. Y si bien aceptaron el encargo de traducir Macbeth, no cejan en su propósito de encontrar defectos en la obra de Shakespeare, ante la indignación de Silvina.

© LA GACETA

Eduardo Paz Leston – Traductor, crítico literario. Este es un fragmento de un artículo publicado en este suplemento en 2007.

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