“Si veo muchos chicos pongo las rejas”

“Si veo muchos chicos pongo las rejas”

05 Septiembre 2014
La 25 de Mayo al 500, en palabras de algunos vecinos y comerciantes, desde hace algunos años atrás se convirtió en “tierra de nadie”. Hablan específicamente de los viernes, los días en que los alumnos de los colegios del centro y alrededores se apoderan de las calles para festejar que se viene el fin de semana. Y en esta, la época de las caravanas que promocionan las semanas estudiantiles, el caos se multiplica. Por eso, algunos edificios y comercios optaron por poner rejas y mantenerlas cerradas cuando ven que se acercan los adolescentes.

“Tuvimos que poner rejas porque acá, en el frente del edificio, venían los chicos a hacer cosas que mejor no vamos a describir. Lo más peligroso eran las peleas, muchas veces entre bandos que están tomando alcohol”, cuenta Fernando Herrera, que desde hace 14 años es portero de un edificio de esa cuadra. Agrega sus primeros tiempos en la zona: “esto antes no era así; el descontrol de los chicos habrá empezado hace unos dos años. Antes la caravana era un festejo, pero después se transformó en violencia pura y desmadre. Entraban acá y no había forma de sacarlos, por eso el consorcio decidió poner las rejas este año”, asegura, y señala un edificio ubicado en la vereda de enfrente, al lado del Sanatorio Modelo, que tuvo que recurrir también a los barrotes de hierro.

Gas pimienta
En un drugstore de la misma cuadra, las rejas están siempre a mano y aparecen los viernes, casi religiosamente. “Es horrible trabajar así, con esta intranquilidad. También para los clientes, que muchas veces entran y se topan con chicos que vienen a resguardarse de alguna pelea. Por eso tuvimos que asegurarnos, no hubo alternativa. Si veo muchos chicos, en el acto pongo las rejas”, comenta Melina Ricomini, una de las vendedoras. Según su relato, la violencia de las caravanas disminuyó un poco en el último tiempo, cuando la policía comenzó a tener más presencia.

Pero ello no quita otro tipo de molestias. “Una vez tiraron gas pimienta y llegó hasta el interior del sanatorio. Eso, más las bombas, los papeles, el alcohol... sumado a la locura propia de la gente los viernes, es un cóctel explosivo”, opina. Melina, con un dejo de vergüenza ajena, tiene decenas de anécdotas para contar. “Lo más triste es atender a chicas de 15 años que vienen a las 7 de la mañana a querer comprar vino”.

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