Violentos sin control

Violentos sin control

Ezequiel Fernández Moores | Especial para LA GACETA

21 Abril 2013
Antes de Pablo Migliore preso, de la barra de Huracán irrumpiendo en el vestuario y de la de Colón golpeando policías, por citar sólo algunos de los hechos de las últimas horas, habíamos asistido al retroceso de la batalla despareja y solitaria de Javier Cantero. La cruzada del presidente de Independiente por un fútbol más limpio, y que incluía en esa limpieza la distancia con la barra, pasó a perder terreno a medida que el "rojo" comenzó a acercarse de modo cada vez más peligroso al descenso. Si el fútbol argentino vive como un drama la derrota, peor aún vive entonces el descenso, más en un club de historia gloriosa y que jamás se fue a la B y que, apenas un año atrás, daba espacio, negocios y poder a los violentos. Todos, o casi todos, los clubes argentinos pactan con la barra, pero Independiente había cruzado varios límites.

La nueva conducción de Huracán, según cuentan, también recortó algunos privilegios de los barras. Y contrató a un técnico, como el caso de Juan Manuel Llop, que tiene conducta de no pasarle dinero a los barras, como sí hacen al parecer varios de sus colegas. Los recortes, sin embargo, se revelaron inútiles a la hora de la derrota. El argumento de que la barra de Huracán agredió, robó, amenazó y rompió automóviles de los jugadores porque la eliminación en la Copa Argentina los dejó sin una parte proporcional del premio que pensaban cobrar desnuda hasta qué nivel ha caído la situación. Los barras no se enfurecen porque el equipo perdió. Se enfurecen porque la derrota los deja sin dinero. Resultado: Llop renunció, las cámaras de video no funcionaron y no se hizo denuncia judicial. Los famosos códigos del fútbol ganaron otra vez la partida.

Inmunes e impunes, los barras suelen considerar que el suyo es un territorio sagrado. Por eso, cuando el viernes pasado la Policía de Santa Fe osó invadirlo para detener a un barra con pedido de captura, sus compañeros reaccionaron golpeando, hiriendo policías y rompiendo patrulleros. ¿Acaso no fue la misma barra que un mes antes había cortado el tránsito en la Avenida General Paz de Buenos aires para agredir a un micro que llevaba hinchas de River? Sí, se trata de barras de un club cuyas autoridades fueron acusadas en los últimos días por la prensa de Santa Fe por discriminar el trato a los periodistas según sean o no críticos de la dirigencia.

Dirigentes, jueces, policías y Gobierno suelen pasarse la pelota de la responsabilidad. Si los dirigentes no colaboran denuciando, la Justicia no puede actuar. Si la Justicia no es más firme, ¿de qué sirve denunciar? Si la Policía es cómplice, no se puede actuar. Y si el Gobierno no toma una decisión política, nada se puede hacer. Son argumentos que se escuchan uno tras otro. La Justicia -o al menos un juez- sorprendió en Buenos Aires en las últimas semanas. Se trata del juez Manuel De Campos. En San Lorenzo, sin embargo, le critican el arresto del arquero Migliore en plena cancha, apenas después de un partido. La acción, es cierto, podría haber sido "para la tribuna", como dicen en San Lorenzo, si ese mismo juez no habría detenido también por esta misma causa a Mauro Martín, que era el líder de La Doce, la barra de Boca. La causa, se sabe, no se inició por una pelea de barras, sino por un incidente vecinal que terminó con la muerte de una persona. Acaso el hecho de que todo se haya iniciado por un incidente extrafutbolístico sirvió para que el fútbol no pudiera actuar a modo de bloqueo. Y el arresto de Migliore, según parece, es apenas una primera punta. "Cuando las pruebas salten a la luz -advirtió Sergio Berni, secretario de Seguridad de la Nación- va a ser un escándalo".

Desde el fútbol suele citarse a modo de que la dirigencia tiene poco para hacer recordando el caso de Hinchadas Unidas Argentinas (HUA), los hinchas que viajaron a Sudáfrica con aliento desde sectores políticos cercanos al oficialismo. "¿Para qué combatirlos nosotros si luego el Gobierno los apoya?", se escuchó en aquel momento y con buena dosis de razón. No alcanza como argumento. El mismo jueves pasado, apenas horas después de que la barra de Huracán atacó a sus jugadores, en San Luis hubo incidentes en el partido que Talleres ganó 2-0 a Juventud Unida Universitario por el torneo del Argentino A que da un ascenso directo a la B Nacional. La crónica indica que la policía debió actuar para desalojar del estadio a hinchas de Talleres. Haya sido justa o no la acción policial entre los hinchas desalojados estaba Humberto Grondona, DT de la selección Sub 17 que está jugando el Sudamericano que se disputa justamente en San Luis e hijo de Julio Grondona, presidente de la AFA.

El mismo Grondona que, apenas horas antes de ese incidente, había justificado en cierto modo las burlas deplorables de varios de sus jugadores después de empatarle 3-3 a Uruguay sobre la hora y con dos jugadores menos. Las imágenes recorrieron la web y opacaron el gran partido. Son pibes a mil por hora que empatan de modo agónico un partido caliente, podría argumentarse acaso para atenuar, si se quiere, la responsabilidad de los jugadores que, bueno es recordarlo, visten la camiseta de la selección nacional. Mucho peor fue lo de Grondona, el DT de los pibes. Porque habló ya en frío y se burló de la historia del fútbol argentino. "Lo único que falta -dijo Grondona hijo- es tener que ganar y encima jugar limpio. Prefiero ganar el Mundial y no ganar el juego limpio. No está bien lo que pasó, pero por lo menos tienen sangre y eso es bueno". El DT, eso sí, se enojó con sus jugadores porque ganaban 2-0 y pasaron a perder 2-3 y porque los clásicos -afirmó- "no se pierden". José Pekerman, el hombre que no muy lejos fue campeón mundial y ganó títulos de fair play, se habrá puesto rojo de vergüenza en Colombia. Y la pelota también. Sabe que, si así actúan las autoridades, la violencia será un tema cada vez más difícil para el fútbol argentino.

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