Según Bergoglio, la corrupción es nuestra verdadera cultura

Según Bergoglio, la corrupción es nuestra verdadera cultura

En su libro "Corrupción y pecado", publicado en 2005, el ahora pontífice plantea este flagelo como una realidad habitual en nuestro país.

ENÉRGICO. Jorge Bergoglio dijo que el corrupto tiene cara de estampita. REUTERS ENÉRGICO. Jorge Bergoglio dijo que el corrupto tiene cara de estampita. REUTERS
06 Abril 2013
Es una obra pequeña, más pequeña que de bolsillo. Pero brinda un panorama bastante completo del pensamiento de Jorge Mario Bergoglio sobre "el proceso de descomposición" que afecta a individuos e instituciones, y a la sociedad que los contiene. Ese librillo publicado en diciembre de 2005 por la Editorial Claretiana se llama "Corrupción y pecado", y empieza así: "en las reuniones con organismos arquidiocesanos y civiles de la Ciudad de Buenos Aires aparece con frecuencia, casi constantemente, el tema de la corrupción como una realidad habitual".

Dice Francisco (ocho años antes de convertirse en Papa) que esto no es una novedad: "desde que el hombre es hombre, siempre se ha dado este fenómeno que, obviamente, es un proceso de muerte: cuando la vida muere, hay corrupción". En el prólogo, el autor advierte que ha considerado oportuno volver a un artículo que escribió en 1991, cuando la pesadilla del caso de María Soledad Morales quitó el sueño a Catamarca y al país. "Luego nos fuimos acostumbrando más a la palabra (corrupción) y a los hechos, como si estos formaran parte de la vida cotidiana", recuerda el entonces primado de la Argentina.

A la luz de esa aceptación del fenómeno como un mal irremediable e inexorable, medita Francisco: "nos hará bien volver a decirnos unos a otros: '¡pecador sí, corrupto no!'". Y en ese punto, el autor "populariza" su prédica: "'qué difícil es resquebrajar un corazón corrupto! 'Acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios' (Lucas 12,21)... Y si la situación se pone difícil, conoce todas las coartadas para escabullirse como lo hizo el administrador coimero (Lucas 16, 1-8), que se adelantó a la filosofía porteña de 'el que no afana es un gil'".

El corrupto camina por la vida por los atajos del ventajismo, y tiene cara de "yo no fui" y de estampita, según Bergoglio. El ex cardenal se mofa de su apariencia ingenua e inocente: "merecería un doctorado honoris causa en cosmetología social. Y lo peor es que termina creyéndoselo". También resulta que el corrupto no puede aceptar la crítica: "descalifica a quien la hace, procura descabezar cualquier autoridad moral que pueda cuestionarlo, desvaloriza a los demás y arremete con el insulto a quienes piensan distinto". Escribe Francisco que el corrupto persigue a quienes lo contradicen imponiendo un régimen de terror.

Como el mal aliento
A María Soledad la desfiguraron: la mataron hasta hartarse, como asesina la impunidad. Bergoglio ve allí una corrupción insondable, "que hiede a podrido". Y expone: "el corrupto no percibe su corrupción. Sucede lo que con el mal aliento: difícilmente se percate de ello el que lo tiene. Son otros quienes lo sienten y se lo deben decir. Por ello difícilmente el corrupto pueda salir de su estado por remordimiento interno".

Más que perdonado, el mal debe ser curado. "Es como una de esas enfermedades vergonzantes que se esconden... El corrupto cultivará, hasta la exquisitez, sus buenos modales para, de esta manera, poder esconder sus malas costumbres", argumenta. Y precisa que la corrupción se expresa en una atmósfera de triunfalismo porque el corrupto se cree un ganador. Acota: "en ese ambiente, se siente con ínfulas para rebajar a los demás. El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad".

Verdadera cultura. Estado personal y social ligado a la costumbre. Victoria de las apariencias sobre la realidad, y de la desfachatez púdica sobre la discreción honrada. Bergoglio afirma que la corrupción es todo esto y que eso, que comúnmente se predica del político corrupto, también vale para el religioso que cae en la corrupción. "Que los hay, los hay", dice el Papa guiñando un ojo a las brujas. Y les pone "nombre y apellido": "son esos que llevan una densa vida social; que gustan de salir afuera, de vacaciones con amigos, comidas y recepciones, y que procuran ser tenidos en cuenta en todo lo que signifique figuración. Podría seguir enumerando casos de corrupción, pero esto es parte de algo más hondo: la ya mencionada 'mundanidad espiritual'. Frente a estos hombres y mujeres corruptos en su vida consagrada, la Iglesia muestra la grandeza de sus santos".

Mensaje de esperanza
Termina Bergoglio expresando que el Señor no se cansa de llamar a las puertas de los corruptos y que la corrupción nada puede hacer contra la esperanza. Son 46 páginas escritas durante sus primeros meses a cargo de la Conferencia Episcopal Argentina (ejerció la presidencia hasta 2011). La relación con Néstor Kirchner está ya deteriorada y Joseph Ratzinger acaba de convertirse en Benedicto XVI. El ex arzobispo porteño afirma que el país sigue atrapado por el mal sueño que mató a María Soledad. Sus palabras sobre la corrupción y el libro pequeño que las sujeta tiene, en el presente, otra lectura: la que puede hacerse desde El Vaticano hacia adentro y hacia afuera.

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