Falta de pulcritud en las fachadas de la ciudad

Falta de pulcritud en las fachadas de la ciudad

01 Marzo 2013
Algo que ya llama ingratamente la atención de cualquier persona que llega a Tucumán, es el desaliño de sus edificios. El área comercial de nuestra capital está lleno de construcciones a cuyos propietarios no parecen interesarles la pulcritud ni la estética.

Esto se nota, en el microcentro, a poco que se mire para arriba, al pasar ante los edificios de más de una planta. Mientras la baja ha sido remodelada para local comercial y se la maquilla con una marquesina metálica, quien levanta la vista percibe frentes sin revoque, o que no se pintan desde hace décadas, ventanas destrozadas con vidrios rotos y balcones cubiertos de herrumbre. Todo esto resulta curioso, cuando se piensa en la elevada renta que significa al propietario el alquiler de la planta baja, monto del cual podría destinar una pequeña parte para mantener en estado decente la fachada.

Y no sólo ocurre así en los edificios con la planta baja alquilada para negocio. Hay muchas casas de departamentos en altura, que exhiben los frentes cubiertos de moho. Jamás parecen haberse pintado desde que se construyeron, y sus aberturas se ven carcomidas por el deterioro.

Eso en el centro. En el suburbio de la ciudad, se percibe un fenómeno de distintas características, pero que significa, en esencia, lo mismo. Frente a las viviendas, crecen altos yuyales y se amontonan con frecuencia muebles rotos, neumáticos viejos, escombros y otros materiales de descarte. Uno se pregunta la razón por la cual ese vecino no corta el pastizal y retira esos montones. Pareciera que le resulta indiferente que el tramo de vía pública que está frente a su casa, llegue a los extremos del desaliño.

Existen muchas ciudades argentinas -algunas de importancia considerablemente menor a la de Tucumán- que no ofrecen estos espectáculos. Por precarios que sean los recursos del vecindario, se percibe un esfuerzo personal hacia el aseo y el esmero, ejecutado por gente que no está aguardando a que ese trabajo lo haga, tarde y nunca, la Municipalidad.

Todo esto caracteriza negativamente a nuestra ciudad desde hace mucho tiempo, y pensamos que ya es hora de modificar semejante cuadro. No se trata solamente de propiciar una acción de la Municipalidad, aunque por cierto ella deba ejecutarse, en forma tan vasta como intensa. Se trata de lograr el esfuerzo de las personas que viven en la ciudad, interesándolas para hacer que la urbe que habitan se muestre agradable a la vista de quienes pasan por la calle. De modo que mirar las casas, bajas y altas, no depare una impresión tan poco grata como es casi la norma de hoy.

Nos parece que la Municipalidad podría impulsar una campaña concreta en ese sentido. Por ejemplo, utilizando el impuesto para generar pulcritud; de modo que el vecino que cuida su frente, pague menos que el que lo mantiene en pésimo estado. O realizando concursos donde se premien, con deducciones en las tasas, los frentes mejor tenidos o los balcones decorados con flores. Recordamos que, hace varias décadas, Turismo implementó con éxito ese tipo de competencias, que esporádicamente se reiteraron. Si nos enorgullecemos de nuestra tradición cultural y de que, desde tiempo inmemorial, Tucumán se llame "Jardín de la República", debiéramos hacer algo para merecer realmente la elogiosa distinción. La ciudad que habitamos debiera estar llena de jardines y de balcones con flores. Y sus fachadas debiera demostrar el ánimo de los habitantes por dotarlas de esa limpieza y atención.

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