La estación de Garmendia fue depredada y luego demolida

La estación de Garmendia fue depredada y luego demolida

Hace más de 40 años que los trenes de pasajeros dejaron de correr por el ramal que unía Las Cejas con Rosario de la Frontera. La línea se inauguró en 1909 y se desactivó en los 90.

ESCOMBROS. Vías tapadas, restos de columnas y espacio. Nada queda del edificio inglés.  LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI ESCOMBROS. Vías tapadas, restos de columnas y espacio. Nada queda del edificio inglés. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI
"Primero se llevaron un ladrillo. Después fueron varios. Más tarde depredaron puertas, ventanas y parantes. Una a una desaparecieron las chapas del techo. Hasta que la estación fue un esqueleto de materiales en desuso. Hoy ya no existe nada. Optaron por demolerla e inclusive se robaron hasta los durmientes y los rieles de las otras vías que se encontraban en la playa de maniobras". Un poco parafraseando el concepto del pastor luterano alemán Martín Niemöller (1892-1984) -que por largo tiempo le atribuyeron a otro germano poeta y dramaturgo, Bertolt Brecht (1898-1956)-, Ramón Garnica describió con crudeza el presente de la otrora estación de trenes de Gobernador Garmendia.

En el corazón del pueblo
El predio, de la parada ferroviaria que perteneció al ramal C-8 del ex Ferrocarril Belgrano, se encuentra en el corazón de la localidad, ubicada 86 km al noreste de la capital tucumana. El raíl principal, que en ciertos sectores desaparece entre el pasto o el suelo, se resiste a fenecer. Alguna columna de señales, palancas de cambios desguazadas y ningún vestigio de vagones se observan en el terreno de más de 700 metros de largo, que delimitan las calles laterales San Martín y Belgrano.

Un oxidado tanque cuadrado, que se asienta sobre una erosionada base de ladrillos -servía para abastecer de agua a las viejas máquinas a vapor- y la vivienda destinada al alojamiento del personal de conducción son las únicas reliquias que perduran de la cuarta escala del C-8. El ramal se habilitó el 16 de septiembre de 1909 y se clausuró para los trenes de pasajeros en la década de los 70.

"Hace poco anduvieron los chinos por aquí. Recorrieron todo el perímetro de la estación y los acompañaban varios señores de traje. No había un sol tan fuerte ni una temperatura tan elevada como la que estamos padeciendo", comentó con un dejo de ciudadano informado el joven Manuel Palavecino. Él se animó a transitar con su bicicleta durante la tórrida siesta garmendiense.

"Escuché que quieren reactivar este ramal. Pero no de boca de esas personas que le comenté que vi, sino de gente de por aquí", agregó Palavecino, de 23 años, que para poder vivir esta conchabado en una finca.

Todos solteros
Seis de los 13 hermanos Garnica viven al frente de la estación. Habitan una de las casas próximas a una esquina donde se encuentra un paso a nivel sin vías visibles. "Nosotros alcanzamos a viajar en tren hace más de 40 años", contó Ramón (61 años), el más locuaz de la media docena de solteros que habita la vivienda -cuatro varones y dos mujeres-.

"Por entonces -añadió- utilizábamos el ferrocarril para viajar a Rosario de la Frontera o para ir a Las Cejas o a Cruz Alta para trabajar en la cosecha de porotos, de maíz, de caña de azúcar o de limones. Éramos trabajadores golondrina. Nuestras hermanas ahora se dedican a la cría de animales. Por lo general cerdos, cabras, gallinas. Ellas viven de eso".

Solo trenes de carga Mario Garnica, de 59 años, enfatizó: "después de los 70 solo pasaban trenes de carga por aquí. Al principio lo hacían las formaciones de vagones tanques, que eran muy largos. Tal vez 30 o 40 vagones. En los últimos tiempos traían cargas de granos. Hasta que se fueron espaciando y desaparecieron. Eso fue a principios de los 90".

Una de las hermanas comentó que por ahuí abundan los cultivos de soja. "Prácticamente rodearon al pueblo, pero no absorben tanta mano de obra -sostuvo-. La mayoría de los que trabajan lo hacen en la comuna, porque la actividad comercial, si bien crece de a poco, genera pocos puestos de trabajo".

Mientras la sombra de un paraíso atenúa el sofocante calor, entre mate y mate Ramón vuelve a la carga. "Cuando funcionaba el ferrocarril las cosas eran distintas -sentenció-. Aquí subían y bajaban muchos pasajeros. También había quienes vendían comida, hielo, animales, verduras, adornos de madera, etcétera. Pero después, cuando el tren de pasajeros dejó de circular se sintió el impacto. Me cuesta creer que puedan reactivar este ramal. Van a necesitar mucha plata para poner en condiciones tanto las vías como todas las estaciones".

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