"Bailar es como hacer el amor: entrego todo"

"Bailar es como hacer el amor: entrego todo"

El bailarín presenta "Iván el terrible", obra que rescata al lado humano del despiadado zar. "En una pista normal me gusta todo, menos la cumbia".

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07 Octubre 2012
Disfrutaba de reventar los ojos de los pájaros y de lanzar perros desde los más altos balcones del Kremlin. Mandó a capturar a un príncipe y a lanzarlo a una jauría de canes hambrientos, que lo despedazaron de inmediato. Implantó un régimen de terror para perseguir y castigar a las familias nobles que le peleaban el poder. Mató a uno de sus hijos en medio de un arrebato de cólera. No faltan los hechos históricos que justifican el apodo que hizo conocido al zar ruso Iván IV, el Terrible. Más de cuatro siglos después, sin embargo, un argentino se ha propuesto hallar, rescatar y convertir en arte el lado humano del tirano.

Ese argentino es Maximiliano Guerra, uno de los máximos referentes de la danza clásica en el país. Esta noche trae a Tucumán "Iván el terrible", obra que no solo protagoniza sino de la que también es coreógrafo y dramaturgo, junto con el primer actor Manuel Callau. "De chico tenía a Iván como ejemplo de un niño travieso. Y cuando viajé a Rusia por primera vez, a los 19 años, de inmediato fui al Kremlin a visitar su tumba. Desde entonces, fue siempre una idea que me quedó, hasta que el año pasado decidí hacer la obra", contó en una entrevista telefónica con LA GACETA.

- ¿Qué significa que ahondaste en el lado humano del zar?

- Soy un curioso buscador de la parte humana de Iván el Terrible: todo lo que se sabe de él son atrocidades y me dije 'este hombre debe tener otro costado, no puede ser que quede en la historia solo por lo malo que hizo'. Entonces relatamos sus sufrimientos, la vida atroz que tuvo desde niño con la muerte de su padre y el envenenamiento de su madre, la guerra despiadada contra los nobles... También descubrí que él creó una especie de Senado para consensuar las propuestas con el pueblo y, entonces, gobernó en una casi democracia. Y hablamos de sus últimos momentos: un Iván ya enfermo, violento y ciclotímico, que repasa hitos de su vida.

- ¿En qué aspectos podría definírsete como Maxi, el Terrible?

- ¡En ninguno que se asemeje a Iván! (risas). Puede ser porque siempre fui rockero: en vez de ser el típico bailarín clásico que escuchaba ópera, yo iba a ver a Sui Generis o a Serú Girán. Y también porque hay cosas que me enojan: las situaciones que promueven la mediocridad, la injusticia social, la impunidad política y judicial, y que no nos demos cuenta de que hay que cuidar este mundo, porque los hijos de nuestros hijos seguirán viviendo en él.

- ¿Cuál es el eje de la disciplina de un buen bailarín?

- El compromiso para hacer las cosas lo mejor posible, siempre buscando la perfección. Para eso son fundamentales la constancia y la tenacidad. También es importante el respeto, porque no trabajamos solos, sino con colegas y maestros. Cumplir los horarios, no sentarse, estar continuamente alerta para rendir, cuidar la alimentación, cuidarte la noche anterior...

- ¿Observás los rostros del público mientras bailas?

- Sí, me gusta ver a la gente a los ojos. Que ellos sepan que los estoy mirando, que tengo presente que están ahí, que son mis receptores. Bailar en un escenario es como hacer el amor con el público: entrego todo y necesito que ellos también lo hagan; por eso, la mirada a los ojos es indispensable.

- ¿Y cómo es Guerra en una pista de baile normal?

- Me gusta bailar todo lo divertido, menos la cumbia: Los Auténticos, Charly García, Andrés Calamaro... - ¿Querés volver a la TV?- Proyectos hay, pero la televisión se maneja con números, no con deseos. En noviembre comenzarán unos capítulos educativos en canal Encuentro, en los que hablo de danzas nacionales. Por ahora, solo eso.


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