Los niños del folclore ya se hacen escuchar

Los niños del folclore ya se hacen escuchar

Fernando Matos es el creador e instructor de un grupo folclórico de niños de cinco a 12 años. Aprenden a tocar y se forman como artistas.

CONCENTRADOS. Luz, Lucía y Leandro en la primera fila. María Ester, María Sol, Lourdes y Celeste en la retaguardia. El maestro imparte la clase. Los chicos aprenden, disfrutan y se divierten. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI CONCENTRADOS. Luz, Lucía y Leandro en la primera fila. María Ester, María Sol, Lourdes y Celeste en la retaguardia. El maestro imparte la clase. Los chicos aprenden, disfrutan y se divierten. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI
Hace muy poco debutaron en el predio ferial de la estación del ex Central Córdoba. También actuaron en una emisora: radio Universidad, de la UNT. Nacieron musicalmente hace tres meses. Todos los integrantes eran músicos e intérpretes neófitos. Pero rápidamente están aprendiendo los secretos iniciales del arte de tocar el violín. Son niños de entre cinco y 12 años. Y mientras estudian también se divierten y se hacen amigos.

"Los niños del folclore no es solo un grupo humano; es una idea de transmisión de conocimientos que adquirí cuando era niño", explicó Fernando Matos. Mientras Lucía, de apenas cinco años, pregonaba a quien quisiera oírla: "el profe es el único que se porta mal aquí".

El consagrado violinista de 73 años, nacido en La Paternal pero de ascendencia ruso polaca, y radicado en Tucumán, afirmó: "pretendo y quiero volcar en ellos todo lo que aprendí y disfruté con la música. Ese es mi legado en agradecimiento a este país, que me dio tanto. Si bien es cierto que soy argentino, mis ancestros son de origen europeo, y aunque sea un violinista formado académicamente elegí el folclore para crear, difundir y enseñar el arte del violín".

Aprenden rápido
El "Violín Mayor del Folclore" está empeñado en consolidar y multiplicar una gran compañía infantil de música autóctona, a través de este grupo de chicos. Ellos aprenden a ejecutar el violín con un sistema ideado por el propio artista, a través de ritmos folclóricos.

"Hace dos meses que vengo y ya puedo tocar tres ritmos. Nunca antes había conocido un violín y en mi familia directa no hay ningún músico", contó Leandro, de ocho años, el único varón presente de la clase, porque los otros habían faltado con aviso porque estaban con gripe.

Convencido
Matos dice que está convencido de que los niños son como esponjas. "Incluso sin proponérselo aprenden rápido y absorben todo. Y aún más, no solo aprenden, también enseñan. Están en contacto permanente con sus sensaciones y necesidades. No se bloquean, tampoco se vuelven atrás. Una vez que satisfacen sus requerimientos pasan a otra cosa", afirmó el también compositor, que a pesar de su edad sigue trabajando, generando proyectos y componiendo. Pero que, por sobre todas las cosas, quiere coronar el anhelo más preciado de su prolífica y jerarquizada trayectoria. Luz es menuda. A los ocho años descubrió su pasión por la música. Inquieta pero compradora habla hasta por los codos. "Las primeras notas las aprendí por Internet. Apenas vi uno me gustó el violín. Acá me divierto y aprendo", resaltó. Ella es alumna de tercer grado del colegio Nuestra Señora de La Merced

Método propio
Matos considera que las experiencias de su extensa trayectoria puede volcarlas en los niños. "Les enseño a tocar el violín no con música clásica o europea sino folclórica. Es mucho más accesible y alegre. Ellos escuchan algo que forma parte de su cotidianidad. Música de su tierra. Después de desarrollar la idea hablé con gente del Círculo del Magisterio y me cedieron una sala para dictar las clases", remarcó.

El método de aprendizaje es una invención de Matos. "Al principio no les enseño con notas escritas sino con números y letras. Por ejemplo en la cuerda 1 deben colocar el dedo 2. Entonces les escribo 1/2. Con ese nomenclador los chicos se sorprenden y al primer día ya puede tocar una vidala", puntualizó. María Sol, de 11 años, luce braquets. Es otra estudiante del colegio que se encuentra al frente del Círculo del Magisterio. "Nunca imaginé que me agradara tanto el violín", dijo sin retaceos. Mientras su profesor remarcaba: "la lección previa y prioritaria es aprender a pasar el arco en la posición adecuada. Debe ser perpendicular al violín y con el dedo índice de la mano derecha apretado la cuerda y presionándolo hacia abajo, para que raspe. El violín es un instrumento de frotación y el chico debe pasar el arco ida y vuelta. Como la vida, contiene notas largas. No solo aprenden a pasarlo sino también a interpretar esa melodía. Después les enseño otros ritmos como zambas, chacareras, gatos, cuecas. Ellos se muestran felices con el aprendizaje y yo, más todavía, porque lo asimilan".

Constancia y apertura Lourdes, de nueve años, Celeste y María Ester Valentina, de 10, cursan la primaria en otros institutos privados. Ellas no se pierden ningún detalle de la clase. Sueñan con trascender en la música. Por ahora solo se ilusionan. "Esto requiere constancia y apertura", afirman.

"Inicié las clases con cuatro niños, pero ya son más de 20", agregó Matos, entusiasta y orgulloso.

Aunque para muchos la música es simplemente un entretenimiento, para el talentoso violinista es un arte . "Si no hubiera arte, todo sería muy chato o muy amargo. Sin ánimo de polemizar, creo que los artistas gratificamos a la sociedad", enfatizó con autoridad.

Tradición
El autor de la "Cueca del violín" inició su carrera artística a los cinco años, en la escuela primaria. Una maestra del establecimiento al cual concurría le enseñó a bailar folclore como si fuera una materia del programa. "Ella respetaba las tradiciones, con las formas, características y estilos de cada región del país. No apelaba a la espectacularidad ni hacía circo", acotó al respecto.

"Tenía ocho años cuando mi madre (Ana) me llevó de la mano al Conservatorio Nacional de Música -reveló-. No olvidaré nunca ese día. Ella era de Ucrania y llegó a la Argentina, junto a mis abuelos maternos, en la cubierta de un barco".

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