Sorpresivo fin de fiesta en Wall Street

Sorpresivo fin de fiesta en Wall Street

El colapso mundial de los mercados financieros, que en 2008 hizo explotar la burbuja inmobiliaria, llevado a la pantalla. Y lo que sucedió el día previo al estallido de la crisis económica global, que todavía hoy sacude a occidente. Una visión descarnada de los negocios y de los negociados, de las mentiras y de las traiciones que se viven en el mundo complejo e intrincado de la Bolsa.

EL PRECIO DE LA CODICIA. EL PRECIO DE LA CODICIA.
21 Abril 2012
El director J. C. Chandor brinda, apoyado en un elenco de excelentes actores, una lección de cine. Es una obra de teatro montada en una caja escénica -un edificio-, en el que se mueven con soltura los personajes asumiendo roles creíbles durante los 98 minutos que dura el filme.

Es una inquietante historia sobre el mundo de las finanzas. Entonces, el gran mérito de "El precio de la codicia" reside en los diálogos que mantienen los ejecutivos entre ellos y con sus empleados, convertidos en máquinas de hacer dinero detrás de las computadoras.

El director asume el desafío de contar una historia evitando a cada paso que esta no se vuelva tediosa. La trama gira en torno de una compañía acostumbrada a asumir riesgos en el mercado inmobiliario y financiero. Muestra cómo se vivieron las 24 horas previas a la gran crisis financiera de hace cuatro años. El día ya llegó. Un ejército de desempleados abandona sus lugares de trabajo. La paranoia se instala entre quienes se preguntan cuándo les llegará el turno. Las decisiones son rapidísimas. El empleado es llamado y en un par de minutos está fuera del sistema.

Hasta que comienza el proceso con los jefes. Y es el turno de Stanley Tucci. Su personaje logra conmover. Es un actor todoterreno que asume el despido como una traición. En la despedida le deja a Peter Sullivan, un correcto Zachary Quinto, quien da vida a un analista principiante, un pendrive con una investigación que él realizaba. Allí está contenido todo a medias. El novato concluye el trabajo. Y queda al descubierto la fragilidad de la compañía. Este hecho provoca el caos en las diferentes cadenas de mando.

Asumiendo roles de ejecutivos desprovistos de toda ética y sentimientos desfilan actores del nivel de Kevin Spacey, como un mandamás al que sólo lo conmueve la enfermedad terminal de su mascota, y de Jeremy Irons, quien encarna a la cara visible del poder. Penn Badgley, Demi Moore y Paul Bettany están impecables en sus roles. Es esta una muestra de que a veces el buen cine no necesita efectos especiales ni sexo ni vampiros.

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