"Cuando había controles, seguíamos como si nada", dijo un sobreviviente

"Cuando había controles, seguíamos como si nada", dijo un sobreviviente

Cosecheros que iban en el colectivo desbarrancado el miércoles afirmaron que no hicieron denuncias por temor. "Yo vi que se pagaban coimas en los controles", señaló Daniel Peñaflor, viudo de la mujer embarazada que murió debido al siniestro. La voz de otros heridos.

MAL MOMENTO. Antonio Olea, uno de los heridos, tras dejar el Padilla. LA GACETA / FRANCO VERA MAL MOMENTO. Antonio Olea, uno de los heridos, tras dejar el Padilla. LA GACETA / FRANCO VERA
29 Abril 2011
Hasta ahora, habían permanecido callados. Dicen que, por ser simples trabajadores, no podían elevar su voz. Pero la tragedia del río Lules generó que los cosecheros de limón por fin rompieran el silencio. Indignados, los obreros aseguraron que el terrible accidente, producido el miércoles a la mañana, fue consecuencia de la falta de inspecciones y del mal estado de los colectivos en los que los trasladan hasta las fincas. "A mí me salvó el destino; qué sé yo. Pero esta vez no había controles. Y, cuando había, seguíamos como si nada. Incluso, el día antes del accidente pasamos uno en Famaillá. Como nadie hizo nada, nosotros seguimos confiados. No imaginábamos que podía pasar esto", relató Antonio Olea, con la cabeza aún vendada, en la guardia del Hospital Padilla.

El terrible siniestro le costó la vida a Miriam Elizabeth Vega, una mujer embarazada de seis meses que iba a recoger limones en una finca junto a su esposo, Daniel Peñaflor.

Ellos y una docena más de personas iban a bordo de un colectivo Mercedes Benz a las 8.30 del miércoles. De pronto, el conductor, Pedro Silva, no pudo controlar el vehículo. Por desgracia, esto ocurrió justo cuando estaban pasando el puente del río Lules, sobre la ruta 301.

El impacto fue tremendo. El inmenso rodado se desplomó hacia el lecho del río, y cayó con las ruedas hacia arriba sobre un montículo de piedras.

Vega murió en el acto. Y varias personas sufrieron heridas, algunas de ellas, graves. "Del accidente prefiero no hablar. Fue muy feo", dijo Antonio Olea. Uno de sus hermanos quedó internado en el Padilla. Sufrió una gravísima lesión en la espalda, y los médicos están muy preocupados por su salud.

Daniel Peñaflor, viudo de la mujer fallecida, también sufrió heridas de consideración. "Pero no entendemos por qué le dieron el alta", reclamó su hermana, Sabina. El cosechero, ya en su casa, habló con LA GACETA, y dijo que de regreso del hospital vio otra vez el ómnibus en el lecho del río. "Es terrible. Está todo hundido del lado en el que iba yo", señaló.

Bronca y dolor

Además del dolor por la muerte de Miriam, Peñaflor se mostró indignado por la situación. "Yo vi que pagaban coimas en los controles. Por la misma ventanilla, los choferes estiraban la mano, y el milico recibía el dinero. No recuerdo los uniformes; el color podía variar, de verde, azul, de todo", denunció. Y añadió: "la última vez que vi esto fue hace un par de semanas".

José Corbalán, otro de los pasajeros heridos, también se refirió a esta situación. "Hubo un tiempo en que se veían coimas. Pero ahora pasábamos por los controles, nomás. No sé si la empresa se hará cargo de eso; no sé. El chofer saludaba y listo. Ahora, por intermedio del celular, se pueden hacer muchas cosas", aseveró.

Además, dijo que jamás protestaron porque su situación laboral es demasiado precaria. "Nosotros íbamos a ganar el día, como hacen todos. No nos quedaba otra. Incluso, esta vez podríamos haber muerto todos. Y ahora yo estoy sin nada. Mientras esté así, no puedo ir a trabajar. Y mis hijos no van a tener comida", reclamó.

Su hermano, Dante Corbalán, ratificó las pésimas condiciones de trabajo que tienen los cosecheros. "La mayoría de los colectivos está en mal estado. No tienen ventanillas ni permiso para circular. No se entiende", se lamentó el joven.

Denuncia

Jesús Pellasio, secretario general de Uatre (el gremio que nuclea a los cosecheros), recordó que ya habían denunciado a principios de mes las malas condiciones de los colectivos que trasladan a los trabajadores.

"El 9 de abril, LA GACETA publicó una nota en la que alertábamos a las autoridades sobre esta situación", dijo Pellasio. Y añadió que el problema es que no se realizan inspecciones.

"La gran mayoría de los colectivos no están en condiciones de circular. Es sorprendente la facilidad con que se superan los controles", advirtió.

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