No se puede pedir más

No se puede pedir más

Por Nadia Tronchoni Furio - Especial para LA GACETA - Periodista diario "El País".

21 Abril 2011
Hasta Alfredo Di Stefano se rindió el sábado a los encantos del Barça dibujado por Pep Guardiola. Un presidente de honor del Madrid deshaciéndose en elogios ante la dulzura futbolística del gran rival el día en que el Bernabéu aplaudió a los suyos por entender que el empate era todo un triunfo. En ésas llegó la final de la Copa del Rey a Mestalla, con un Madrid sorprendentemente crecido por haber evitado el ridículo en su propio estadio unos días antes; y con un Barça envuelto en piropos, piropos de los culés, y piropos de los madridistas. El juego se aceleraba cuando jugaban los de Mourinho. Los minutos pasaban más lentos cuando la pelota llegaba a los pies de los jugadores azulgrana. La mitad de Mestalla vestía de blanco; la otra mitad le ponía color al asunto. Una jaleaba al que es, por títulos e historia, el mejor equipo español de todos los tiempos. La otra sacaba pecho pues representaba una cultura, un ideario, el del equipo más admirado en los últimos años en España, en Europa, en el mundo, sustento de la selección que ha hecho las delicias del buen fútbol.

Las simpatías de quienes no se pusieron anoche ninguna de las dos camiseta eran, mayoritariamente para el Barça, que se ha erigido en estandarte del buen juego mientras su adversario destila ansiedad por el resultado, por el fin, no por los medios. Tan beneficiado ha salido el equipo catalán por la imagen que proyecta Pep, como dañada está la del señorío madridista por las formas de Mourinho. Por eso, seguramente, fue un regalo al fútbol que anoche el chico malo de la película se saliera con la suya. Porque todavía le quedan dos actos a este espectáculo y no sería de buen gusto para el aficionado, que demanda emociones y sorpresas cuando los contendientes son de esta categoría, conocer el desenlace antes de sentarse en su butaca. Las virtudes de unos y las debilidades de los otros hacen que Madrid y Barça lleguen más igualados que nunca a las semifinales de la Champions. No se le puede pedir más al fútbol.

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