16 Febrero 2011
Finalmente el juego se abre de forma definitiva en Egipto. Al parecer la revolución ha triunfado en el plano formal, pero habrá que seguir de cerca las transformaciones sustanciales que el pueblo reclama.
De nada servirá la renuncia de Mubarak si ello no impacta de manera profunda en las estructuras políticas y sociales del estado. No hay que olvidar que el renunciado y Omar Suleimán (vicepresidente) son provenientes de extracto militar, encontrándose esta institución absolutamente desprestigiada por la instauración del estado policial de los últimos años.
La cuestión del liderazgo será fundamental, las revoluciones suelen establecer comandos de poder paralelos al vigente, bien estructurados y cuya representación deberá erigirse en una o unas personas. Mohamed El Baradei, (premio Nobel de la paz) a pesar de su manifiesta oposición al régimen no ha logrado reunir la legitimación suficiente para forzar el viraje institucional.
¿Cómo quedará configurado el nuevo estado? La injerencia de las fuerzas armadas imprimirá la sucesión. El debate por las enmiendas constitucionales y la garantía de la participación en el gobierno de los civiles será un tema trascendental.
Las masas congregadas en vigilia durante largo tiempo no se conformarán con volver a casa y sentarse a esperar los cambios, por el contrario iniciaron un camino sin retorno hacia el manejo de la cosa pública. Otro de los interrogantes que se plantea es si el nuevo gobierno revisará o por el contrario afianzará sus vínculos con los EEUU e Israel.
El levantamiento del estado de excepción en las calles y la ruptura de los vínculos causales con la vieja burocracia estadual favorecerá este ascenso popular que es el puntapié inicial para una serie de transformaciones en oriente. Paradójicamente, Mubarak cayó cuando el mundo conmemora un nuevo aniversario de la revolución islámica en Irán, como una premonición de lo que podría llegar a suceder en adelante.
De nada servirá la renuncia de Mubarak si ello no impacta de manera profunda en las estructuras políticas y sociales del estado. No hay que olvidar que el renunciado y Omar Suleimán (vicepresidente) son provenientes de extracto militar, encontrándose esta institución absolutamente desprestigiada por la instauración del estado policial de los últimos años.
La cuestión del liderazgo será fundamental, las revoluciones suelen establecer comandos de poder paralelos al vigente, bien estructurados y cuya representación deberá erigirse en una o unas personas. Mohamed El Baradei, (premio Nobel de la paz) a pesar de su manifiesta oposición al régimen no ha logrado reunir la legitimación suficiente para forzar el viraje institucional.
¿Cómo quedará configurado el nuevo estado? La injerencia de las fuerzas armadas imprimirá la sucesión. El debate por las enmiendas constitucionales y la garantía de la participación en el gobierno de los civiles será un tema trascendental.
Las masas congregadas en vigilia durante largo tiempo no se conformarán con volver a casa y sentarse a esperar los cambios, por el contrario iniciaron un camino sin retorno hacia el manejo de la cosa pública. Otro de los interrogantes que se plantea es si el nuevo gobierno revisará o por el contrario afianzará sus vínculos con los EEUU e Israel.
El levantamiento del estado de excepción en las calles y la ruptura de los vínculos causales con la vieja burocracia estadual favorecerá este ascenso popular que es el puntapié inicial para una serie de transformaciones en oriente. Paradójicamente, Mubarak cayó cuando el mundo conmemora un nuevo aniversario de la revolución islámica en Irán, como una premonición de lo que podría llegar a suceder en adelante.
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