La Revolución y Tucumán

La Revolución y Tucumán

Cuando se sale de los acontecimientos hacia las estructuras más profundas, se advierte que hubo cambios pero también continuidad.

EL VERDADERO CIMBRONAZO. Los cambios reales de comienzos del siglo XIX llegaron a estas tierras con la guerra, advierte la historiadora tucumana. EL VERDADERO CIMBRONAZO. Los cambios reales de comienzos del siglo XIX llegaron a estas tierras con la guerra, advierte la historiadora tucumana.
23 Mayo 2010
Por Gabriela Tío Vallejo
Para LA GACETA - Tucumán

La Revolución de Mayo no fue un hecho aislado. Se habla hoy de revoluciones hispánicas, un concepto que abarca también al liberalismo español, procesos que forman parte de la crisis del absolutismo en el mundo atlántico. La temprana ruptura del vínculo explica algunas de las particularidades del caso rioplatense en el contexto americano: la guerra inmediata y de características continentales, y el distanciamiento del proceso liberal español. La guerra radicalizó el proceso revolucionario, precipitó la ruptura y provocó la militarización de la vida política. Los rioplatenses no participaron en las Cortes de Cádiz ni aplicaron su constitución, hecho que produjo divergencias institucionales como la desaparición de los cabildos.
Como todo proceso histórico, hay tantas revoluciones como lecturas se hagan de ella. Si nos alejamos de las capitales hacia la periferia, de las ciudades a la campaña, de los círculos letrados a las masas anónimas y analfabetas, y de los acontecimientos a las estructuras más profundas, encontraremos una revolución más pausada, con importantes rupturas, pero también con muchas continuidades.
En San Miguel, la rutina de campanas capitulares y eclesiásticas recibe el cimbronazo de la crisis de la monarquía y la destitución de las autoridades españolas en la capital del virreinato. La revolución sacude las estructuras jerárquicas del antiguo régimen.
En cuanto a lo político, la novedad más importante de la revolución es la aceptación del principio de soberanía popular y la práctica de elecciones de representantes. La doctrina de la retroversión de la soberanía, fundamento jurídico del juntismo, se expresa en formas de participación cívica y militar que jaquean las frágiles instituciones.
La ciudad inaugura la participación electoral. Entre 1810 y 1816 se multiplicaron las elecciones en las que votó un 30 % de los jefes de familia. El sujeto político siguió siendo el vecino, que constituía alrededor de un 5% del total de la población. Hasta 1826 hubo elecciones indirectas. dando lugar al ensamblaje de la vieja jerarquización social con los nuevos principios liberales. Las elecciones indirectas permitían compatibilizar una ciudadanía amplia en la base, coherente con los principios liberales que se defendían, con un acceso restringido a los niveles de decisión.
La revolución llega con la guerra. San Miguel se convierte sucesivamente en cuartel, campo de batalla y retaguardia del Ejército del Norte. En una ciudad de unos 5.000 habitantes acamparon entre 2.000 y 4.000 soldados. La temprana militarización se acentúa en las regiones vinculadas a las campañas continentales. Liderazgos y vínculos militares, y la adaptación a una situación de emergencia, se perpetuaron en un modo de vida político que combinó los ensayos institucionales con una movilización permanente.
En apenas diez años habrán desaparecido el dominio imperial y sus instituciones y las diferenciaciones jurídicas entre los grupos étnicos. La política surge sostenida por la doctrina de la soberanía popular y se encarama en las victorias guerreras, pero la sociedad seguirá siendo una sociedad de antiguo régimen en la que el valor normativo de la religión y las viejas leyes de la monarquía gozarían de buena salud por varias décadas.
© LA GACETA

Gabriela Tío Vallejo - Doctora en Historia por El Colegio de México y profesora asociada de Historia de América Independiente en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de Tucumán.

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