Pretendió evitar que le robaran un caballo y lo asesinaron de un tiro

Pretendió evitar que le robaran un caballo y lo asesinaron de un tiro

La víctima, de 28 años, recibió el disparo en el pecho cuando enfrentó al delincuente. Su esposa y su hija escucharon todo.

A LA MORGUE. Tres policías retiran en una camilla el cadáver de Juan Domingo Galván luego de que la Policía Científica terminara las pericias. LA GACETA / FRANCO VERA A LA MORGUE. Tres policías retiran en una camilla el cadáver de Juan Domingo Galván luego de que la Policía Científica terminara las pericias. LA GACETA / FRANCO VERA
14 Mayo 2010
Aún no había salido el sol. Entre sueños, Juan Domingo Galván escuchó los ruidos de cadenas en su patio; luego, el chasquido del andar cansino de su caballo. Se levantó de la cama sobresaltado y despertó a su pareja, Belén Moya. "Voy a ver qué pasa", le dijo.

No perdió tiempo en vestirse. Salió presurosamente a la vereda y comprobó sus sospechas: un ladrón estaba sobre el lomo de su caballo, presto para escapar. "¡Eh, soltalo!", gritó Galván.

Inmediatamente después del grito, Belén sintió el estallido de un disparo y se le puso la piel de gallina. Corrió hacia la puerta de la precaria casilla; su pareja caminaba hacia ella, sujetándose el pecho, dejando caer un hilo de sangre sobre el piso de tierra. El delincuente ya huía al galope sobre el animal.

El dueño de casa, de 28 años, se afirmó en su esposa. "Negra, ya no aguanto más", alcanzó a murmurarle el muchacho, y cerró los ojos. "Eso fue lo último que dijo", comentó Belén, de 23, rodeada por sus cinco hijos pequeños. Juan y su hermano Sebastián, de 16, habían comprado el caballo hace poco más de un mes. Un conocido les había fiado parte de los $ 3.000 que costaban el animal y un carro. "Los usábamos para ir a laburar a obras en construcción. No teníamos otro medio de transporte", reveló Sebastián.

En el asentamiento de barrio 11 de Enero, al noroeste de la capital, no hay alumbrado público. Por eso, nadie vio llegar ni marcharse al ladrón que mató al changarín.

Todo ocurrió entre las 5.50 y las 6. En el vecindario, la mayoría de las propiedades están divididas sólo por un pequeño alambrado y algunas maderas. Al parecer, el homicida caminó entre las edificaciones de machimbre para poder entrar al patio trasero de la casa de Galván. En el fondo, dijo Belén, el asesino colocó sobre el piso varios ladrillos y formó un camino hacia un costado de la vivienda. "Supongo que hizo todo eso para sacar el caballo con facilidad", dijo la muchacha. Ella solamente vio un delincuente; sin embargo, la Policía debe averiguar si más personas participaron del ataque.

Consternación
Ayer a la mañana, agentes de la División Homicidios, a cargo de los comisarios Miguel Gómez y Hugo Cabeza, y de la sección Robos y Hurtos, al mando de los comisarios Adrián Alvarez y Miguel Luna, interrogaron a vecinos para saber si alguien había logrado ver algo. Pero, a esa hora, no había nadie en las calles. "Yo me estaba levantando y sentí el tiro. Después, escuché que pasaba un caballo. Estaba todo muy oscuro", comentó Claudia Jiménez, quien vive a metros del lugar del crimen.

El mortal asalto dejó consternado al vecindario. Decenas de personas se levantaron a ver qué había ocurrido luego de los disparos. Galván y su pareja habían llegado allí hace poco más de dos años. "No sé quién podrá haber hecho esto; todavía no puedo creerlo", dijo apesadumbrada la joven. Moya contó que Juan había logrado sortear dos situaciones límite. "Hace unos años vivíamos en Barrio San Miguel y, en una discusión, casi lo degollaron con un cuchillo. Y en enero estuvo internado una semana porque le dieron una puñalada en el hígado. Había sobrevivido a todo, pero ahora pasó esta desgracia", narró.

Los investigadores afirman que se trata de un caso difícil. La marca que tenía el caballo es un elemento clave. "Dios quiera que se sepa quién fue. Ahora tengo que ver cómo manejaré esto con mis hijos. Ellos vieron todo, pero no saben que su papá no va a volver", dijo Moya.

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