De espaldas a la realidad

De espaldas a la realidad

La crisis de la Selección es idéntica a la del fútbol argentino: no vivimos, sobrevivimos. Por Guillermo Monti - Prosecretario de Redacción.

SIN CONTROL. Maradona fue más lejos que nunca. Grondona lo bendijo. NA SIN CONTROL. Maradona fue más lejos que nunca. Grondona lo bendijo. NA
16 Octubre 2009
"A la Argentina le vendría bien no clasificarse al Mundial", razonó Claudio Borghi. A nadie se le ocurre que el técnico de Argentinos haya emitido un discurso destituyente. Algo parecido, con otras palabras y en otro contexto ensayó Verón. Rodeado de micrófonos, pisando todavía el césped del "Centenario", aprovechó para subrayar que las cosas están realmente mal. "Desde Julio Grondona para abajo", apuntó.
El pasaje a Sudáfrica no cambia la realidad de un fútbol devastado y en terapia intensiva. El modelo -palabra de moda si las hay- está agotado desde hace rato. La pelea del Gobierno con el Grupo Clarín fue un salvavidas para la AFA y para los clubes. Recordemos que el campeonato estuvo a punto de paralizarse y que los millones del Estado destrabaron el conflicto. Pero la AFA y los clubes siguen pataleando en el Atlántico, porque el Titanic ya se hundió y los salvavidas no duran para siempre. Son apenas un parche para mantenerse a flote. Así está nuestro fútbol: flotando en un mar infestado de tiburones.
El quebranto de los clubes goza de deplorable salud. Que se sepa, la utilización del dinero que aporta la "televisión pública" no está sujeta a controles. En otras palabras: se (mal)gasta como siempre. Dentro de poco no será suficiente, porque el cóctel de impericia y corrupción dirigencial se sazona con la inflación real, no la del Indec.
Se vive mal y se juega en consecuencia. No es el Apertura el torneo más atractivo del mundo. La Selección no es una isla, pero la presencia de Maradona potencia y amplifica su devenir.
Borghi y Verón no hicieron más que sacudir conciencias. No les hace falta prender luces de alerta, porque están encendidas desde hace rato. El problema es que nadie les presta atención. Seguimos manejando a toda velocidad y cruzando en rojo a la madrugada. Total, nadie nos ve. ¿Nadie nos ve?

El personaje

Las guarangadas de Maradona son la comidilla de la aldea global. No fue un exabrupto, como intentan disfrazarlo sus amanuenses históricos, ni una reacción en caliente. Maradona sabía muy bien lo que decía, tenía preparado el ataque y la victoria en Montevideo le vino como anillo al dedo para subirse al atril.
Su equipo había jugado con inteligencia -por fin-, había trabajado el resultado que más le convenía. El triunfo, con ese acierto de Bolatti en el área, fue el bonus track para una Selección que firmaba el empate con los ojos cerrados.
El acto de grandeza habría sido aceptar los errores en público, defender sus porotos y exponer una planificación que nos permita viajar a Sudáfrica con argumentos para hacer un papel digno.
Pero la grandeza de Maradona se construyó en la cancha. "Las conductas futboleras no tienen por qué (no deben) ser racionales y equilibradas", escribió el periodista Mario Wainfeld; a ese postulado se consagró Diego. También Grondona, que salió a defender a su entrenador y a practicar uno de sus deportes favoritos: pegarle a la prensa.
Que Maradona deshonró su investidura y se faltó el respeto a sí mismo es tan grave como el daño que le sigue haciendo a la Selección. Vapulear y humillar a los críticos; desautorizar opiniones; construir enemigos, son conductas que exceden al personaje porque están enquistadas en vastas capas de la sociedad.
Maniqueísta a ultranza, Maradona se pasó la vida formando bandos. Nunca aceptó los grises, y a esta altura de la historia mucho menos. A sus críticos les envió el miércoles un mensaje cuasi mafioso. Sus apologistas callaron. Algunos, como el periodista Marcelo Palacios, bordeó el rídiculo en vivo, por TV, cuando su colega Horacio Pagani le preguntó si le había parecido grosera la conducta de Maradona.
Grondona, con su bendición, le dio cariz institucional al cambalache. ¿Así vamos al Mundial?

Tiempos difíciles
Llueven las conjeturas en torno al futuro de Maradona y de la Selección. Que Mancuso renuncia, que llega Mohamed, que Ruggeri sí, que Ruggeri, no. Y así.
¿Vas a dirigir en el Mundial?, le preguntaron al DT. "Tengo que hablar con Grondona", respondió. ¿De qué otra cosa hablará que no sea de la conformación de un nuevo cuerpo técnico?
Grondona es el más zorro de los zorros y es consciente de que debe erigir una estructura en torno de Maradona. Una red de asesores que lo guíe y lo contenga, porque estas Eliminatorias demostraron que las carencias de Maradona son serias en lo que a cuestiones tácticas se refiere. La sintonía fina, el detalle, escapan al alcance del motivador. El partido de Uruguay fue el más sólido en ese sentido, porque el equipo -amarrete y deslucido- hizo lo que debía para alcanzar el objetivo. ¿Fue casual la activa participación de Bilardo, asomado en el túnel y dando indicaciones?
Quedan varios meses de aquí al Mundial. Es difícil imaginar que Maradona convoque más jugadores. Ya pasaron cerca de 80 por Ezeiza y son contados lo que rindieron de acuerdo con sus antecedentes.
El de Messi es el caso testigo, pero no el único. Messi carga el estigma de hacer maravillas en Europa y de pasar inadvertido con la celeste y blanca a cuestas. ¿Y qué decir de Tevez, Agüero, Mascherano y compañía?
Messi no es el salvador de Barcelona, sino una pieza que brilla amparado por un sistema de juego. No se choca en la cancha con Xavi, con Iniesta o con Ibrahimovic. Arranca desde la izquierda hacia el medio, gambetea, siempre tiene un compañero libre para recibir, y le devuelven la pelota redondita. Messi no supo o no pudo rebelarse ante la adversidad y ese es su déficit, pero también desnuda su humanidad y sus límites.
¿Se entiende entonces la magnitud del desafío que espera a los conductores de la Selección? Con desequilibrios y revanchismo no habrá soluciones. Y menos en este fútbol argentino que siempre parece a punto de hundirse.

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