Así como los escenarios sociales cambian, los miedos también

Así como los escenarios sociales cambian, los miedos también

Hoy le tememos a los robos, a la gripe A y a las drogas. En los 70, a las desapariciones y a la hiperinflación. Por María Lourdes del Forno - Psicóloga.

12 Julio 2009
No debemos confundir el miedo con la angustia, ya que son dos instancias psíquicas diferentes. El miedo estaría en una instancia psíquica consciente, experimentado como un temor a algo específico (objeto, persona o situación) y es por ello que se puede voluntariamente hacer algo con ese sentimiento: enfrentar a aquello que provoca mi miedo o huir. Pero en definitiva cualquier alternativa es un mecanismo para enfrentarlo.
En cambio, la angustia es algo sentido en el yo como afecto displacentero, que tiene acciones de descarga y aunque podemos percibir conscientemente esas acciones, la causa de la angustia se la percibe como imprecisa y permanece a nivel inconsciente. Básicamente esto es lo que diferencia a la angustia del miedo.
¿La sociedad actual es miedosa o angustiosa? ¿Esa angustia que lleva a la gente a las consultas psicológicas es muy distinta de la sentida por las personas en la década del 70? Si bien los miedos en nuestra sociedad actual parecieran muy distintos a los de décadas pasadas, esto es debido a que los escenarios sociales cambian, como también lo hacen la densidad demográfica y las poblaciones. En la actualidad, nos invade el miedo a los secuestros, los robos, la gripe A, las enfermedades de contagio sexual, la debacle económica, las drogas, etc.
En la década del 70 los miedos giraban en torno a pensar políticamente diferente al gobierno de turno, lo cual podía llevar a una desaparición típica de esa época. La hiperinflación era un fantasma que no permitía una noche de sueño placentero, temiendo despertar al otro día con la noticia de que nuestros ahorros poco valían.
¿Son estos dos escenarios tan distintos como aparentan o en esencia es una continuidad a través de diferentes ficciones históricas? El miedo siempre existió y existirá como un imaginario que le brinda al sujeto la esperanza de que puede preservar su existencia, ya que permite identificar los fantasmas internos y hacer algo con ellos, enfrentándolos o huyendo.
Los diferentes objetos o situaciones depositarios de ese miedo son tan particulares como la historia individual de cada sujeto. Es por eso que no todos los hombres tienen miedo a lo mismo, o al menos, no reaccionan de la misma manera ante el temor. Aquí, incluimos a la angustia, diferenciándola del miedo, ya que esta es "sin causa" aparente y puede desencadenar  una reacción adecuada o no según el fin. Esta reacción se torna inadecuada cuando la persona no puede manejarla y desborda al yo del sujeto, provocando una paralización del aparato psíquico.

El juego de la vida
La angustia es intrínseca al juego de vida, ya que el primer peligro en la vida de un hombre es el nacimiento en sí mismo. El ingreso a la vida es traumático en esencia porque implica una expulsión del "paraíso" del cual goza el nonato, paraíso donde no se registra necesidad alguna ya que experimenta la sensación de completitud continua que brinda el seno materno.
En conclusión, miedo y angustia son inherentes y necesarios a la vida. La disyuntiva es ¿qué hacemos con ello? ¿Lo tomamos como reglas del juego, que supone vivir o abandonamos el juego, abandonándonos a nosotros mismos? ¿Hacemos hablar a esa angustia para que nos dé una pista de aquello que la desencadena o nos paralizamos inmutes y la padecemos por el resto de nuestra existencia?
Dicen que hombre prevenido vale por dos. Si cuestionar y hacer hablar al miedo y a la angustia supone una prevención para evitar un mayor padecimiento, entonces: hombre angustiado vale por cien.
Miedo y angustia, reglas del juego que se deben conocer para un buen partido. El juego de la vida ya comenzó hagan sus apuestas? ¿jugás?

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