"No hemos nacido para constituir un país mediocre"

"No hemos nacido para constituir un país mediocre"

Entrevista a Abel Posse.

FOTOGRAFIAS DE ESTA PRODUCCION EN TAPA, PAGINA 2 Y CONTRATAPA: ALDO SESSA FOTOGRAFIAS DE ESTA PRODUCCION EN TAPA, PAGINA 2 Y CONTRATAPA: ALDO SESSA
31 Mayo 2009
Crisis y horizonte argentino

- En 2004, en el libro Siete escenarios para el siglo XXI usted prefiguraba la crisis económica actual señalando que el capitalismo liberal estaba entrando en un financierismo terminal. ¿Qué futuro tiene el capitalismo a secas?
- Esa idea derivó de una experiencia que tuve en Europa; allí me di cuenta de que había, por un lado, una subculturización del mundo, un mercantilismo omnipresente. Y por otro, de que los esquemas especulativos eran más redituables que los productivos. Yo sentí, como otros, que entrábamos en un camino de perversión en el que no quedaba nada de la idea primigenia del liberalismo, de esa concepción humanista del hombre realizándose a través de ciertas fórmulas de trabajo. En 2008 la explosión de una gran burbuja evidenció que el destino cultural del hombre occidental no puede ser el del comerciante que quiere enriquecerse como único objetivo en la vida, como valor supremo.

- En la Feria del Libro ofreció una conferencia titulada "La Argentina en medio de la crisis mundial". ¿Nos espera un nuevo "eclipse" o es todavía posible un "gran viraje"?
- El eclipse implica esperanza, porque todo eclipse es pasajero. Los argentinos nos indignamos porque sabemos que no merecemos lo que nos pasa, que podríamos superarlo y que se obstruyen las vías para lograrlo. Nos estamos autolimitando e infligiéndonos un enorme daño en un momento en el que la coyuntura global no deja margen para la irresponsabilidad. Pero creo que la fuerza creativa que tiene este país finalmente se va a imponer.

- "Por escepticismo, por no creer que podemos ser, estamos como estamos", afirmaba en su libro El eclipse argentino. ¿El escepticismo es el gran mal argentino?
- Pienso que es uno de los grandes males. No nos decidimos a ser lo que podemos ser. Y aparece un país enfermo, con una patología que supera al país lozano, que quiere vivir, con una juventud que desea entrar en la vida y no la dejan. Lo preocupante es que los Kirchner quizás sean el reflejo de una posibilidad enfermiza que está latente en nosotros.

- Una característica de muchos de los personajes de sus novelas es su inclinación por la desmesura. Su amigo Víctor Massuh decía que la desmesura es la forma del mal por excelencia, y la marca de los argentinos. ¿Usted piensa todo lo contrario?
- Yo admiro la desmesura desde mi resentimiento, tal vez no muy justificado, hacia la sociedad burguesa en la que vivimos. Soy un nostálgico de los personajes renacentistas, del hombre que pensó Nietzsche, que no es el superhombre fascista sino el hombre en el desarrollo de sus posibilidades espirituales más fuertes. Y esta es una sociedad en la que el premio se lo lleva el burgués más chato, el acumulador de bienes, que no es el gran empresario sino un individuo oculto detrás de corporaciones anónimas. Por eso me interesaron figuras que buscaron lo absoluto, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Lope de Aguirre o Eva. También escribí sobre Guevara; y aquí eso nunca se entendió, porque yo no soy un escritor de izquierda. Lo que hice fue destacar la grandeza de esos hombres más allá de su posición política, pero en la Argentina no parece posible desconectar la filiación política del abordaje profundo de un personaje.

- Los resultados de las encuestas sugieren que las alternativas más populares frente al kirchnerismo serán encarnadas por los "mesurados". Los íconos de la mesura parecen ser Cobos y Reutemann. ¿Qué opina de ellos?
- Son la consecuencia de una fatiga muy grande en la gente, provocada por un gobierno que despliega un poder destructivo, frustrante, anulador. Por eso se busca una alternativa con un estilo opuesto. Los argentinos siempre quisimos buscar genios políticos, personajes con gran carisma. Pero la búsqueda ahora parece apoyarse en el sentido común y apuntar, en última instancia, a la mediocridad.

- ¿Hay proyectos de país sólidos asociados a las figuras sobresalientes del peronismo no kirchnerista o de la oposición no peronista?
- No, porque los partidos perdieron su doctrina. Pero esto ocurrió en gran parte del mundo. En medio de esta crisis mundial, los políticos van a ir recuperando espacios que antes eran ocupados por los referentes del economicismo. Estamos viviendo la muerte de las grandes ideologías que nacieron en el siglo XIX y que se enfrentaron a lo largo del siglo XX. El liberalismo, por un lado, que dejó islotes de bienestar y continentes de exclusión, contradiciendo el pensamiento de Adam Smith. Y, por otro lado, el marxismo, que implosionó por haber creado una sociedad donde la idea de justicia social pretendía realizarse a través del terror. Estamos viviendo en un desamparo ideológico; no hay pensamiento creativo ni fundante. Hemos cometido el error de creer que lo más grave pasa por el mal funcionamiento de la economía, sin entender que el vigor de la economía deriva de una posición fundante respecto de la realidad, donde debe contemplarse una dimensión espiritual de la vida. La situación argentina es más compleja, porque la clase política está por debajo del nivel promedio de sus ciudadanos.  Los políticos no aplican nada de lo que recomiendan; ese el secreto para ser un político exitoso en la Argentina.

Los años 70 y la muerte

- Está por publicar dos libros.
- Uno de ellos se llama Noche de lobos y se refiere a la violencia de los 70. Cuando muere Perón, el partido peronista está en manos de Isabel y de cacicazgos menores. Era el momento para que los jóvenes enrolados en la violencia se integraran a la democracia. De esa manera hubieran podido hacer un aporte importante y ahorrar muchas vidas. Hubo errores gravísimos en los dos sectores.

- ¿Cuál es el tema del segundo libro?
- Es un libro muy íntimo en el que reconstruyo un episodio familiar y describo mi experiencia interior con la muerte, mi liberación y una burla final a ese ser aparentemente todopoderoso que nos aterroriza, que se asemeja a un tirano sudamericano. Pero que, en el fondo, no tiene fuerza. Alfred Weber, el amigo de Rilke, decía que la verdadera existencia es la muerte, que surgir momentáneamente para ver el mundo es un episodio extraordinario que debemos celebrar, pero que no es real. Siempre volvemos a la muerte. Occidente se le opone frenéticamente, no la acepta y eso, paradójicamente, genera muertes. Oriente, en cambio, lo asume. En mi experiencia pasé del dolor inmenso a una comprensión casi griega o pagana, contraria al pensamiento de los tres grandes monoteísmos, de la muerte como un hecho para el que debemos estar preparados y no atemorizados. Traté de buscar los caminos de tolerancia a la muerte, las formas para llevar dentro de uno mismo al muerto que quisimos, para entender que podemos recuperarlo en nuestro palacio interior y convivir con él de manera más intensa que con cualquiera de los vivos. La ausencia potencia.

- ¿No le teme a la muerte?
- No, aunque trato de no darle chances. Hemos creado una negación tan grande que resulta pecaminoso referirse a la muerte con libertad. La vida no puede transformarse en un episodio de sobrevivencia artificiosa en la que se excluye la dignidad de morir.
© LA GACETA

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