Vecinos dicen que no hay dónde tirar cacharros

Vecinos dicen que no hay dónde tirar cacharros

Los camiones recolectores de basura no llevan los objetos que la gente saca de los patios como prevención contra la reproducción del mosquito. Afirman que los carritos llevan los recipientes y los arrojan en vaciaderos ilegales.

NUEVO VACIADERO. Muchos carreros recogen los cacharros de las veredas y los tiran en otro punto de la ciudad, por ejemplo, en Amadeo Jacques al 200. LA GACETA/JOSE NUNO NUEVO VACIADERO. Muchos carreros recogen los cacharros de las veredas y los tiran en otro punto de la ciudad, por ejemplo, en Amadeo Jacques al 200. LA GACETA/JOSE NUNO
15 Abril 2009

Son un peligro. Elisa Silvera no los quiere más en su casa. Ya terminó de sacar todos los cacharros porque teme que el dengue pueda afectar a su familia. Hasta decidió tirar un florero que era de su abuela y que adornaba el jardín. Los dejó en la puerta de su casa. Pero pasó una semana y el camión recolector de basura no los levantó.
"Cumplí con lo que pidieron las autoridades, pero no hay dónde tirar los cacharros. Sigo aterrada, porque cuando llueva se van a llenar de agua", dice la mujer, mientras observa a metros de su vivienda, en Amadeo Jacques y Alfredo Palacios, un basural clandestino. "Todos estos objetos juntan agua y son especiales para que se reproduzca el mosquito", vocifera.
"La responsabilidad de sacar los cacharros no es sólo de los vecinos. Las autoridades también deben planificar qué van a hacer con los vaciaderos ilegales", añade Gabriel Pérez, otro vecino de la zona.

Sin destino
En la capital, el llamado a descacharrar las casas por parte de las autoridades del Ministerio de Salud no previó desde el comienzo un punto importante: adónde iban a ir esos objetos, que son un ambiente ideal para que se reproduzca el mosquito Aedes Aegypti. Muchos vecinos que sacaron los recipientes terminaron pagando a carreros para que se los llevaran.
Los cacharros recogidos por los recolectores informales, que se movilizan en carros de tracción a sangre, fueron a engrosar las montañas de basura que se forman en unos 200 puntos críticos de la ciudad, especialmente los ubicados a la vera de la autopista.
Ante esta situación, ayer las autoridades de la Secretaría de Medio Ambiente se reunieron con directivos de la empresa 9 de Julio, que tiene la concesión por la recolección y el tratamiento de la basura en la capital.
Ricardo Otrino, gerente de la empresa, explicó que están trabajando normalmente, pero que no pueden hacer frente a cientos de llamados de vecinos. "Nos reunimos con la Secretaría y con el Siprosa para ver cómo armamos un operativo de recolección de cacharros. Y, si llegaran a ser pedidos masivos, no tenemos la estructura para enfrentar la demanda", aclaró. Según explicó Otrino, los camiones que a diario levantan las bolsas compactan los residuos mientras realizan la recolección. Por eso, se requiere de camiones especialmente destinados a esa tarea. Especificó además que cuando se defina cómo se hará la recolección se habilitará una línea para recibir pedidos.
Las zonas más comprometidas, agregó, están en los barrios de la Costanera, porque allí hay basurales clandestinos y gente que junta cacharros porque vive de ellos. "Por la situación de epidemia de dengue que atraviesa la provincia esto es muy peligroso", opinó.

Inconveniente
Autoridades de la Municipalidad de la capital dijeron que la recomendación de descacharrar las casas no fue planificada con un operativo conjunto y, como consecuencia, los cacharros se convirtieron en un problema porque fueron a parar a vaciaderos clandestinos.
El primer inconveniente es que las tareas especiales de recolección que realiza la empresa 9 de Julio deben ser abonadas, explicaron. El contrato actual incluye la recolección y el tratamiento de 11.000 toneladas de basura por mes. El excedente se paga entre $ 55 o $ 60 por tonelada, detallaron. A diferencia de los residuos habituales, los cacharros se venden en un mercado especial y luego son reciclados. En Tucumán hay empresas que los compran (tarros, electrodomésticos en desuso y otros) y los revenden en Buenos Aires para reutilizar la materia prima.

Costos sin presupuestar
Análisis. Por Lucía Lozano - Redacción LA GACETA

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Imprevisión e improvisación. Todos hablan sobre la campaña de prevención del dengue. Pero nadie emite una sola palabra sobre los costos. Las autoridades del Ministerio de Salud de la provincia dijeron que por ahora no se necesitan fondos especiales ni leyes para enfrentar lo que llaman la peor epidemia de la historia del país y de la provincia. Pero la situación está a punto de escapárseles de las manos. La capital es un ejemplo. Los concejales dictaron la emergencia del municipio por la epidemia de dengue. Pero todavía no aprobaron el presupuesto 2009. Sin cifras claras, en muchas reparticiones tienen que afrontar los costos de fumigaciones masivas (cada día 500 vecinos piden que les desinfecten sus casas), de planes de concientización y de atención a los pacientes. Las áreas de Salud municipal gastan miles de pesos por semana para comprar repelentes y telas mosquiteras, que deben entregar a los enfermos para que no se propague la enfermedad. No saben cuánto aguantarán ni cómo trabajarán el año próximo.
Los cacharros sin destino son una muestra más de esta improvisación, del desencuentro entre las diferentes áreas que deben comprometerse y coordinar tareas para enfrentar una enfermedad que tiene demasiados aspectos: sociales, económicos, culturales y climáticos, entre otros. Funcionarios de Salud admitieron que no se supo detectar a tiempo las primeras señales de alarma. Ahora, sin un proyecto ordenado para controlar la epidemia, el dengue no será una cicatriz más para Tucumán, sino una herida difícil de cerrar.

 

 

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