Luces de alerta en la comunidad educativa

Luces de alerta en la comunidad educativa

La realidad manda más que la ley. Faltan asientos para que todos cursen el secundario. Y en la primaria, esperan por la enseñanza de inglés. Por Isabel Lazzaroni - Editora de Información General.

05 Marzo 2009

El comienzo de las clases encendió varias luces de alerta en el ámbito de la comunidad educativa. Por un lado, como si el tiempo se hubiera detenido, los docentes continúan reclamando el blanqueo de las sumas fijas que yapan su salario, tal como lo hacían en la década del 90. Y, como todos los años, se reitera el clima de incertidumbre sobre el inicio del ciclo lectivo, ya que es el momento en que los maestros se sienten fuertes para presionar. Lo que no consigan ahora, difícilmente lo obtendrán más adelante.
Por otro lado, se nota el paso acelerado del tiempo. El crecimiento demográfico, las exigencias del mundo laboral actual y la conciencia que ha generado en las capas sociales más humildes la obligatoriedad de la enseñanza secundaria han colocado al borde del colapso el sistema educativo en el nivel medio. El Estado, tanto en la provincia como en la Nación, ha puesto lo suyo, con la construcción de nuevos edificios escolares y con la apertura de establecimientos, pero esas obras son insuficientes para satisfacer una demanda que crece en forma progresiva.
La consecuencia será, una vez más, que las aulas estarán superpobladas (más de 45 alumnos) y que así la tarea de enseñar se vuelve improbable hasta para el docente más experimentado.

Desigualdades
Si el presente es preocupante, mucho más lo será el futuro que se vislumbra si se mantienen las desigualdades originadas por la falta de infraestructura edilicia y de docentes, y también por la escasa conciencia crítica de quienes están involucrados en el sistema educativo. Dos situaciones actuales son claras muestras de tal situación. Una es la negativa de las instituciones, tanto estatales como privadas, a inscribir los alumnos que quedaron de curso. La otra es el hecho de que todavía no se implementó la enseñanza del inglés desde el nivel inicial como establece la ley. En el primer caso, autoridades de los establecimientos, padres, alumnos y docentes señalan responsables sin un atisbo de autocrítica.
Los que rechazan a los repitentes en sus escuelas y colegios no han tenido en consideración que una juventud marginada del sistema es caldo de cultivo para las adicciones y para el delito.
En este sentido, la ministra de Educación, Silvia Temkin, fue clara: docentes e instituciones son responsables del aprendizaje de sus alumnos. Pero cada cual tiene su cuota, también los padres y los chicos, aunque a ellos no se les puede exigir una actitud de madurez impropia de su edad.
En el caso de la enseñanza del inglés el problema es más serio, porque la división entre quienes aprenden desde pequeños el idioma extranjero y los que no lo hacen pasa por el poder adquisitivo de las familias.
Prácticamente todos los establecimientos de gestión privada incorporaron el inglés desde el jardín de infantes. Pero la escuela pública apenas lo tiene en tres grados de la primaria. Si hoy para conseguir el trabajo más modesto es necesario haber cursado el secundario completo, en poco tiempo más no habrá empleo para quienes no hablen -con más o menos fluidez- inglés. Es la lengua de los negocios, de la ciencia y de la tecnología, todos factores clave del desarrollo social y económico. Las luces de alerta están encendidas y las quejas no se escuchan solamente en los despachos oficiales. Resuenan en los escritorios de directores y rectores, en la salas de profesores y en las paredes de cada hogar tucumano.

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