Primera escuela oficial

En su documentada "Historia de la República de Tucumán" (1911), Ricardo Jaimes Freyre dedica largos párrafos a las vicisitudes de la instrucción pública en los turbulentos fines de la década de 1810 y comienzos de la siguiente. Como es conocido, el general Manuel Belgrano había donado 10.000 pesos para la fundación de una escuela. Pero el Cabildo no había logrado juntarse con la suma. Afirma el autor que "se le opuso todo género de dificultades" tanto por parte del albacea del prócer, como por el gobierno de Buenos Aires. De modo que no existía un establecimiento de instrucción en Tucumán.
El Cabildo exigió, en 1819, a la orden de San Francisco, el cumplimiento de las condiciones bajo las cuales se le había entregado el convento que fue de los jesuitas. En efecto, los frailes se habían obligado a "fundar una escuela pública de primeras letras, de gramática y de filosofía". A pesar de que consta que la escuela franciscana funcionaba desde muchos años atrás, la intimación oficial prueba que estaba cerrada desde hacía ya largo tiempo.
Los cabildantes advirtieron al guardián del convento que exigirían la devolución del edificio si no se llenaba el requisito, y que cada semana efectuarían una visita de control. Ante ello, la escuela volvió a abrirse, pero la perturbaba la falta de recursos. En febrero de 1820, el Cabildo acordó un subsidio de 100 pesos anuales al maestro fray Juan José de los Dolores. Comenta Jaimes Freyre que "no debía ser un pozo de ciencia el padre Juan José, si ha de juzgarse por la pobre redacción y hórrida ortografía de sus recibos a las cajas del Ayuntamiento". Una gestión similar hicieron con los dominicos, que habían heredado a los jesuitas la reducción de los Lules.
Al fin, el 16 de enero de 1821, el Cabildo (que de acuerdo a la nomenclatura de la República de Tucumán se llamaba "Corte Primera de Justicia") fundó la primera escuela fiscal que conoció Tucumán, costeada por las rentas comunales. Se fijó al maestro 25 pesos mensuales de sueldo, que se aumentarían si mejoraban los ingresos. Funcionaría en una dependencia del convento de La Merced, de acuerdo a un reglamento que redactaron los regidores Pedro José Ibazeta y Pedro Rodríguez.