Las ciudades y los lugares que se visitan desde la mirada del turista muchas veces se justifican por sus monumentos, paisajes, historias, gastronomía y, cuando no, de las ficciones. Verona vive del balcón de Julieta: un balcón que nunca existió ni siquiera en la obra escrita por William Shakespeare, Es una ventana ficticia. Pero al teatro no le quedaban ventanas o era más sencillo tener a la actriz en un balcón caminando de un lado para otro que recortada por los ángulos rectos de una ventana (no debe haber sido ojo de buey, calculamos). Ah, tampoco la historia es original de Shakespeare, pero sí su escritura y su fantástica manufactura.

Esa prosa poética data del siglo XVI y no genera pocos problemas a su vez. Desde la ventana (balcón) Julieta surge espléndida y parece preguntar por la ubicación en tiempo real del mentado candidato, algo así como “¿Dónde estás Romeo?”. Pero resulta que la sabiola de Romeo resplandece enfrente suyo. El inglés de la época usaba una partícula que ahora suena a “dónde” pero en realidad es un “por qué”. Ahora sí: lo que le pasa a Julieta es que con sus trece años se enganchó justo con el enemigo de la familia. Desde allí exclama Romeo su famosa frase “Julieta es el Este y es el Sol“.

Londres hace lo mismo con el 221B de Baker Street, la casa de un detective inexistente que recibe cartas como si estuviera de guardia. Ah pero es la casa del al lado, lamentablemente en el 221B hay un banco y es un lío sacarlo. A ese fenómeno podríamos llamarlo turismo de ensueño. No importa que la arquitectura sea apócrifa: lo que buscamos es tocar con la mano un pasaje que nos fue pintado o cantado por años. De ahí podemos pasar por Macondo y también por las visitas a la casa donde Borges radicó el todo que era el Aleph. Los cordobeses no necesitan texto, atentos a maravillas del turismo como “El zapato”, piedra decidora como pocas o al reloj Cucú de Villa Carlos Paz que emociona en su conato de permanecer en el ser.

Nosotros los tucumanos pasamos de esas mentiras felices y lucrativas. No nos falta imaginación pero somos, desde el punto de vista turístico, gente literal. Nuestra aristotélica oficina turística lo sabe y las propagandas son desde hace siglos mayormente una combinación de cerros y sonrisas. A este respecto un amigo del caballo, que tiene una pasión por las cabalgatas que supone contagiosa, transmite en vivo sus descensos de digamos La Ciénaga y acompaña el streaming bamboleante con descripciones (necesarias por otra parte ya que se imagina usted que es como estar en el carajo de un barco durante una tormenta) y exclamaciones tucupatriotas: “¡Mirá lo que es eso!” “Saliendo de la casa de la viejita subiendo con el tobiano”. Al caballo del caso tampoco se lo ve. Pero en un capítulo reciente logró una fabulosa luna estable que hacía como un meandro de luz sobre La Angostura. Afortunadamente fue en silencio, no sé si por sueño. Pensé en Atahualpa y que podríamos poner entre nuestras ofertas de turismo (especialmente en Verona, como si fuese un paquete como hacen los saltelños que ofrecen el Glaciar Perito Moreno y la Quebrada de Humahuaca) “Si Julieta es el sol, la luna es tucumana: visitas guiadas”.

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