Balas que pican cerca de Milei: el círculo más íntimo es siempre el blanco más fácil

Diego Spagnuolo, con Karina Milei, Lule Menem y Martín Menem, en 2023. Diego Spagnuolo, con Karina Milei, Lule Menem y Martín Menem, en 2023.
23 Agosto 2025

Por Hugo E. Grimaldi

“A cada chancho le llega su San Martín”, reza el dicho que alude al santo francés y que presagia que tarde o temprano, todos enfrentarán las consecuencias de sus actos o recibirán lo que merecen. En política, todo eso tiene mucho de venganza también y Javier Milei debe haberse sentido genuinamente abrumado porque todos los partos de la semana que pasó le vinieron “de traste”. De seguro, el Presidente hizo todo lo posible para mostrarse vigente y para no dejarse llevar por el pánico que es probable que haya sentido, propio de cuando los planetas se alinean en contra y todas las cosas se presentan torcidas. Los mazazos fueron demasiado fuertes y seguidos y con algo de paranoia, podría pensarse que algunos de ellos fueron inducidos puertas adentro del gobierno nacional.

En estos pocos días y ya con las elecciones en el horizonte (un hecho objetivo que no puede quedar fuera del análisis porque hay muchos vueltos circulando) es que Milei vio sucesivamente cómo se le angostaban al menos tres vías de circulación, debido a que su Gobierno recibió paliza tras paliza en el Congreso, los mercados lo vienen jaqueando por el zafarrancho de las tasas para contener al dólar para evitar que el precio se pase a la inflación y por las probables consecuencias recesivas de la movida, pero por sobre todo, porque creció hasta tomar volumen de instancia judicial el caso de Diego Spagnuolo, responsable de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), quien enchastró por el lado de las coimas a través de presuntos audios, nada menos que al “Jefe”, a su hermana Karina.

Las vulnerabilidades legislativas se observaron de modo dramático en las dos Cámaras. Vetos rechazados, leyes aprobadas o semiaprobadas y Decretos volteados fueron recurrentes en la mitad de semana, nada que no se pueda empezar a revertir el 10/12, aunque nunca a cambiar porque siempre habrá menos libertarios que otros legisladores en el Congreso. Y debe decirse que la Casa Rosada, pese a la muñeca tardía de Guillermo Francos, no pudo hacer mucho para que eso no suceda, ya que la inefable secretaria general de la Presidencia destrató a todos y le hizo comprar a su hermano enemigos al por mayor. Hasta llegó a decir el Presidente que lo sucedido en el Congreso fue “un espectáculo macabro” porque estaba “secuestrado” por los “kukas”, despreciando desde el discurso las mayorías armadas por los ciudadanos.

En la misma línea de revoleo de culpas hacia el kirchnerismo (cosas de la campaña seguramente) Milei los acusó de ser los responsables de la volatilidad de la tasa de interés, debido a su rol opositor. Puede ser desde lo estríctamente político, pero con un poco de autocrítica y sin ponerse la soga al cuello, bien podría haber admitido con su silencio que el proceso de las últimas semanas fue inducido y luego complicado por las idas y vueltas del Banco Central y del palacio de Hacienda quienes, para los mercados, la corren de atrás. Haberlo reconocido era de seguro también dejar en claro que Luis Caputo no es “el mejor ministro de Economía de la historia”, pero nadie le pide nunca a un Presidente que se desdiga tanto.

El caso de las supuestas “comisiones” de un laboratorio derivado hacia la Casa Rosada es el más crítico de todos porque se trata de grabaciones que habrá que peritar para saber si la IA no hizo de las suyas. El caso sigue en la misma línea de salpicaduras familiares que se le había tolerado bastante a Milei por el caso $LIBRA, donde un posteo lo dejó pegado. Y si aquello se vendió como una ingenuidad de su parte que le hizo perder la virginidad, un segundo round de este calibre ha puesto en guardia a una parte de la ciudadanía y ha dejado balbuceando al Gobierno. Es que, en ambos casos, se han comprobado ingresos a la Casa Rosada y a Olivos de parte de los gestores del negocio de la criptomoneda y ahora, de Spagnuolo.

La cuestión de los laboratorios y el pago de favores por izquierda a la ANMAT y a otros organismos estaba sobre el tapete desde el trágico caso del fentanilo, de distribución ya en tiempos de Milei (habrá que averiguar quién hizo correr que el secretario de Salud, Mario Lugones estaba complicado en el asunto, sobre todo porque su hijo es socio y amigo de Santiago Caputo) y ahora, se suma esto que denuncia un funcionario del mismo gobierno. Por supuesto que se está haciendo lo imposible para desacreditar al personaje, a quien se trata de igualar en materia de sospechas con las que él ha sembrado, algo de manual. Ya se dirá que se vendió al mejor postor o que es un mitómano. El caso hizo recordar al de Mario Pontaquarto, aquel secretario parlamentario del Senado que denunció el caso de “la Banelco” para sacar leyes y que fue denostado hasta el cansancio hasta que se comprobó que decía la verdad.

Lo que hoy está dando vueltas es otro clásico de la política llamado “tiro por elevación”, un disparo que apunta a los parientes para exponer las vulnerabilidades del número uno. De la vuelta de la democracia para acá, hay varios ejemplos claros en la Argentina de líderes políticos que fueron aludidos de una u otra manera por la presunta acción de sus familiares directos que hacen exclamar ahora, con mayor pesadumbre en todo caso por las expectativas que Milei ha generado en mucha gente, “¡otra vez sopa!” o bien “esta película ya la vi”.

Los archivos recuerdan al hermano de Raúl Alfonsín, Fernando, ligado a la caja PAN (Programa Alimentario Nacional) a quien el peronismo de los años ’80 señalaba como “operador paralelo” y a quien usaban para acusar a los radicales de clientelismo, una especialidad de la casa. Con Carlos Menem, el apuntado fue “el hermano Eduardo”, senador y operador clave en el Congreso y tras la muerte de su hijo Carlitos Jr., circularon teorías sobre negocios oscuros de la familia en connivencia con amigos riojanos de origen árabe, los Yoma, parientes directos de su esposa Zulema.

En cuanto a Fernando de la Rúa, su hijo Antonio era visualizado como “el verdadero poder” detrás del sillón presidencial y los opositores lo llamaban por entonces “el Primer ministro en las sombras”. Por su parte, el matrimonio Kirchner hizo de las suyas durante 20 años pasándose la banda y el bastón presidencial, pero en el primer gobierno de Néstor, ya se aludía a Cristina como cogobernante y vigilante de los negocios familiares, misión que luego heredaron sus hijos. Hoy, está Karina Milei en el ojo de la tormenta porque ella es desde hace casi dos años “la guardiana de la caja” y la responsable primera, por delegación de su hermano, de la estructura política de LLA, gestión que, junto a Eduardo “Lule” Menem otro de los apuntados en el caso actual, con el reciente armado electoral ha dejado muchos heridos, sobre todo adentro de la Casa Rosada.

Esto de las familias, palabra asociada a las mafias si la hay, es un recurso riesgoso en el que se mezcla los favoritismos con la confianza por cercanía. algo que también ha tenido su correlato en diferentes tiempos y lugares. Los archivos recuerdan casos externos, como la ligazón entre Jair Bolsonaro y sus hijos en Brasil y antes, la de los Castro en Cuba, la familia Salinas de Gortari en los años ‘90 en México, el clan de Silvio Berlusconi en Italia o el mismísimo John F.Kennedy y sus hermanos en los EEUU. Ni que hablar de Donald Trump hoy y de la maraña de conflictos de intereses que representa, debido a sus múltiples negocios privados.

Como se observa, el fenómeno de recurrir al círculo familiar como núcleo de confianza, algo que a la vez genera un espacio de sospecha por nepotismo, tráfico de influencias o incluso recaudación paralela, no es algo exclusivo de la Argentina, ya que en todos lados se repite la misma lógica: el político se rodea de quienes más confía y como, en general, no hay controles externos, eso alimenta la idea de que esos familiares pueden ser recaudadores informales, custodios de fondos o intermediarios.

En el caso de Karina, la hermana del Presidente no sólo administra caja, sino poder por delegación, ya que ella no fue electa, aunque ejerce una función política casi como una cuestión de herencia. Más allá de lealtad, se supone que un familiar directo guarda mejor los secretos y que, por eso, se lo percibe como menos propenso a filtrar información. En política, donde abundan las traiciones, la sangre pesa. En este punto precisamente, hay un dilema para el gobernante porque si pone a la familia a su lado gana en lealtad, aunque pierde en legitimidad y queda expuesto al ataque político y a la sospecha social y si confía a terceros mejora su imagen pública, pero pierde seguridad con riesgo de indiscreciones o aún de felonías. Por eso, los opositores, en todos lados, aprovechan la cercanía familiar para golpea más fácil y más fuerte.

Al revés de la Justicia, que necesita reunir pruebas para condenar, sobre todo en la Argentina que es un remedio que llega tarde y mal, un opositor no necesita certificar que un Presidente en persona cometió un ilícito y le alcanza con mostrar a un familiar sospechado y/o sembrar la idea de que “si lo hace el hermano, lo sabe el jefe”. Todo esto genera impacto emocional entre la gente, porque la sociedad suele indignarse más si vé que el círculo íntimo se beneficia, ya que lo percibe como un abuso hacia sus propios sacrificios. El ejemplo de los Kirchner está latente. Además, apuntar a la familia es algo que simplifica la crítica: es más directo decir “el hermano se enriqueció” que explicar una red compleja de testaferros o empresarios amigos.

“Quien siembra vientos, recoge tempestades”, dice otro refrán que, con todo lo visto y con lo que habrá de suceder fatalmente de acá a octubre, hoy sirve para que los opositores se regodeen con cada uno de los traspiés presidenciales, propios o inducidos. Y que siga el baile.

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