Los mejillones en lata son un básico en la mayoría de cocinas españolas: económicos, versátiles y listos para usar en cuestión de minutos. Sin embargo, muchos piensan que no pueden competir con el sabor y la textura de los mejillones frescos. Karlos Arguiñano, uno de los cocineros más queridos y reconocidos del país, asegura que esto es un mito y que con un simple truco se pueden convertir en un plato exquisito.
El secreto: calor suave y frescura
Según Arguiñano, la clave está en no consumirlos directamente de la lata. El primer paso es escurrir bien los mejillones, conservar su líquido y darles un ligero toque de calor en la sartén. A este salteado hay que añadirle ingredientes frescos que realcen el sabor natural del molusco: ajo picado, perejil y un buen aceite de oliva virgen extra.
Con este gesto sencillo, los mejillones recuperan jugosidad, mejoran su textura y se impregnan de aromas mediterráneos que multiplican su sabor.
Conservas de calidad, un punto clave
El chef también hace hincapié en la importancia de elegir buenas conservas, ya que no todas son iguales. El resultado final depende directamente de la calidad del producto y del líquido en el que se encuentran preservados. Por eso recomienda apostar por marcas premium, capaces de garantizar un sabor más auténtico y natural.
De un menú sencillo a una comida especial
Para Arguiñano, el uso de conservas no debe verse como un recurso de última hora, sino como una oportunidad para ser creativos en la cocina. Con un poco de mimo y este sencillo truco, es posible elevar cualquier receta cotidiana —desde un aperitivo hasta una paella marinera— y convertirla en una experiencia especial.
En definitiva, los mejillones de lata no tienen nada que envidiar a los frescos si se preparan con cuidado. Con ajo, perejil y un toque de aceite de oliva, el maestro vasco demuestra que la magia culinaria también puede estar dentro de una simple conserva.