Cynthia Wila: “Nacemos con una agresividad constitutiva”
Es la autora de La crueldad, un ensayo que rastrea esta emoción que nos habita a todos, muchas veces sin darnos cuenta. En esta entrevista, Wila - psicóloga, abogada y novelista- nos ofrece ejemplos de la forma en que convivimos con la crueldad, en ciertos casos dañándonos a nosotros mismos o aceptándola en quienes tenemos más cerca. “Hay un abanico de microgestos que pueden ser muy crueles”, advierte.
Por Flavio Mogetta
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
“Un niño juega solo/ en el laboratorio,/ trae una aguja/ y un pájaro atrapado/ en su otra mano inocente,/ aterrorizado/ pincha sus ojos,/ hunde la aguja firme (…)”, cantan Los Fabulosos Cadillacs desde la canción “Sabato”, incluida en su disco Fabulosos Calavera y dedicada al escritor argentino y a su novela Sobre héroes y tumbas. Sin dudas, un inequívoco gesto de crueldad del protagonista. Una imagen: un insecto atrapado dentro de un vaso transparente. Un destino inevitable. Y esa es la imagen elegida para ilustrar la tapa del libro La crueldad (Paidós) de Cynthia Wila. Porque se trata de un sentimiento exclusivamente humano y que nos alcanza a todos, ¿no? “Aquellos que piensan que no tienen crueldad o son muy ingenuos o no se han tomado el tiempo de mirarse a sí mismos”, introduce Wila.
-La crueldad entonces estaría en todos nosotros e incluso está presente en la infancia, en esa etapa de la vida asociada a la inocencia.
-Sí, nacemos con una agresividad constitutiva, que los analistas llamamos pulsión de muerte. Es una agresividad que nace con nosotros y a lo largo de los años se traduce en distintas conductas. Si vos te fijás en un chiquito, ¿qué hacen con sus juguetes en los primeros años de vida? Los rompen, los maltratan, a los amiguitos les tiran el pelo, les sacan el caramelo. Actos propios de la agresividad con que nacemos. Si crecemos con gente que nos ayuda a poner límites, a entender la espera, si nos ayuda a frustrarnos, a entender la empatía, todo se irá encauzando, se irá moderando la agresividad con la que nacemos. En otros contextos, habrá manifestaciones de actitudes crueles con los demás, con la pareja, con subordinados y con uno mismo, a las que deberíamos prestar la atención.
-Así como se es cruel con el otro, también lo somos con nosotros mismos.
-Nos lastimamos sin darnos cuenta. En una carrera donde la pasás mal; continuando con una relación donde no te sentís reconocido, amado, valorado, donde a veces te sentís agredido, discriminado; en un trabajo donde te maltratan o donde no valoran tu esfuerzo. Seguir allí es una posición muy cruel con uno mismo porque te aleja de un proyecto que tal vez tenga que ver con el deseo, con estar mejor, con entablar relaciones sanas. Hay que tener en cuenta no solo las crueldades manifiestas -que son las que nos hacen sentir muy mal- sino también las microcrueldades, que son las que vemos todos los días tanto en personas que las ejercen con nosotros como las que cometemos con los demás. Cuando nos sentamos en una mesa a criticar o en un deporte, incluso con amigos o parejas. Cuando no miramos a los ojos a determinadas personas, ya sea alguien que nos está atendiendo en un servicio público, a una persona que en la calle nos quiere ofrecer algo, cuando no reconocemos gestos y solo nos detenemos en las cosas que faltan o que no nos dan, cuando sostenemos migajas de cariño y no nos preocupamos por robustecer nuestro amor propio, cuando sacamos ventaja de quienes no ponen condiciones para las relaciones amorosas, cuando discriminamos con miradas, gestos o palabras. Hay un abanico de microgestos que pueden ser muy crueles.
-Mencionabas la importancia de recibir afecto de niño, de sentirse amado y contenido para evitar la crueldad o al menos controlarla.
-Con la gente en general podemos quizás hacer un análisis, si conocemos su historia y entender el porqué de determinadas actitudes. Eso no significa consentir. Lo hacen quienes sostienen y aguantan relaciones de pareja justificando “sí, pero le pegaron cuando era chico, por eso me pega”, “lo maltrataron, entonces me agrede”. Hay que tener cuidado con eso porque una cosa es entender de dónde viene y otra cosa es sostener y aceptar su crueldad.
-La crueldad no es solo patrimonio de los vivos.
-Muchas veces la persona que muere está más presente que cuando estaba viva. He tenido pacientes que han tenido padres terriblemente crueles, que cuando mueren aparece una dimensión de estos sujetos en donde pareciera que esa crueldad, de la que fueron víctimas, está solapada. Aparece recortada, con gestos buenos. Otras veces, aparece el lado más torturador. Un mandato de esas voces de la persona que ya no está pero que cobra más potencia.
-¿Cuál fue el disparador que te llevó a construir este libro sobre la crueldad?
-Fue la tarde en que se murió mi padre, una persona muy importante en mi vida. Estaba escribiendo una novela y me quedé sin palabras, no pude continuar y empecé a sentir el desgarro cruel de que te falte alguien a quien amás. La muerte es cruel, la desaparición de una persona a quien sabés que nunca más vas a poder consultar, escuchar, abrazar. A partir de ahí empecé a pensar en esa crueldad que era quizás la más fuerte que tenemos que asumir. Empezó a inquietarme el tema y a pensar con relación a la crueldad de los vivos, la empecé a ver por todas partes.
-Mencionaste a tu padre y hay un momento muy significativo en el libro, que es tu primer cumpleaños tras su muerte y su llamada al minuto cero que no llegaba y no iba a llegar, y la aparición de un viejo audio de saludo de cumpleaños de tu papá
-Hoy la tecnología nos presentifica a los muertos. Entonces a través de la tecnología podemos escuchar mensajes, incluso escuchar cosas que nunca han dicho a través de la inteligencia artificial. Esto tiene la ventaja de decir “bueno, quiero escucharle la voz y lo tengo grabado en algún lado” y la desventaja de quién se aferra a esto y no puede terminar de elaborar el duelo en función del principio de realidad y es que esa persona no está más. Ahí está el peligro y me parece que habría primero que elaborar un duelo y después conectarse a través de la tecnología con estos muertos que nos hablan desde algún lugar.
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PERFIL
Cynthia Wila nació en Brasil, en 1971. Hoy radicada en Argentina, vivió en Estados Unidos. Licenciada en Psicología y abogada, disertó en diversas jornadas de estudios psicoanalíticos. Se dedica a la práctica de la psicología clínica y a la escritura de novelas, cuentos y dramaturgia. Su obra teatral El amor y las pasiones, en coautoría con Gabriel Rolón, tuvo gran repercusión. Sus novelas Pasiones en guerra (Emecé, 2014), El cuerpo prohibido (Emecé, 2016) y Eva y Juan (Emecé, 2019) fueron éxitos editoriales.







