
Crónica del 28 de julio de 2013: El tractorista Enrique Sosa experimentó amargamente el riesgo que representa la quema de cañaverales. Fue ayer al mediodía en la localidad de Yerba Buena, ubicada 7 kilómetros al este de Monteros, por la ruta provincial 325... terminó con su Massey y Ferguson destruido por las llamas. Fue luego de proceder él mismo a incendiar las plantaciones que ya habían sido derribadas y dispuestas, según dijo, para ser transportadas en la noche al ingenio Ñuñorco. Al rodado lo había dejado en la banquina para luego descender y dirigirse a iniciar la quema. “Estaba al fondo de la finca cuando las llamas comenzaron a avivarse. Entonces el viento las orientó hacia la ruta. Después ocurrió el resto”, relató Sosa.
Su tractor era el de la foto.
¿Qué habría dicho el tractorista Sosa, que perdió su tractor hace 12 años, ante la emergencia de 10 vehículos que chocaron en medio del humo de la quema en la autopista, a la altura de Santa Bárbara la semana pasada? Trece heridos, entre ellos un niño que resultó con una pierna quebrada y todavía está en el hospital. Tal vez Sosa diría que ni siquiera fue un pequeño cañero como él -los grandes productores culpan a los que tienen pocas hectáreas de las quemas de cañaverales- sino obreros que incendiaron pastizales en la zona cercana al acceso sur. El resultado fue parecido. Fuego descontrolado, emergencia, vehículos dañados y ahora, personas afectadas.
La historia de la provincia está acompañada por los fuegos en el invierno. La producción azucarera se relaciona con los incendios desde siempre. En la Estación Experimental han enseñado el manejo del fuego como parte de la cosecha. Hay una cultura de la quema que se extiende más allá de los productores y que abarca obreros comunales, gente común que prende fuegos a pastizales o basura como un método rápido y económico de limpieza. “La producción de azúcar en Tucumán tiene 200 años, y hasta la década de 1960 la cosecha era manual. La caña la ‘pelaban’ en el campo generalmente ‘los changuitos cañeros’, y la quema era una forma de aliviar ese trabajo”, contaba Manuel Ponce, asesor de la Mesa de Gestión Ambiental (MGA) en la nota de LA GACETA “Humo en el aire: en Tucumán la quema es un delito poco castigado” (16/08/20), de Claudia Nicolini. “En la década del 70 llegó la cosecha mecánica, pero se mantuvo la quema para que la caña llegara limpia al ingenio. Era estrategia de los productores, ¡y se quemaba la provincia completa!”, agregaba Ponce. “Hay productores chicos, que llamamos ‘cañeros ancestrales’, que no conciben otra estrategia que la aprendida de sus abuelos: la quema”. “Está arraigada en su cultura de trabajo; inciden esas barreras y las de formación”, añadía en esa nota Facundo Moreno Majnach, entonces subdirector de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Medio Ambiente y hoy responsable de esa subsecretaría ambiental.
Hoy, datos ciertos
¿Hay diferencias con lo sucedido a Sosa hace 12 años y con lo que pasaba hace cinco, en tiempos de pandemia? Que ahora se están llevando a cabo investigaciones científicas que dan cuenta tanto de la contaminación ambiental (Tucumán es la provincia más afectada de la región, y Monteros, la peor ciudad de todas) como de los daños a la salud de la gente. Ya no sólo por accidentes a causa del humo, como el de la semana pasada, sino afecciones respiratorias. De todo eso se habló en el programa “Panorama Tucumano” del martes y las reacciones fueron inmediatas. Al día siguiente hubo una reunión de alto nivel y el ministro de Economía, Daniel Abad, declaró que iban a ser implacables con quienes produzcan quemas y que se iba a aplicar las normas que prohíben los incendios. Igual que en agosto del año pasado, cuando hasta el mismo jefe de Policía advirtió que se iba a detener a quienes fueran sorprendidos quemando. Son varias normas, cuál más rigurosa.
Hace cinco años, Moreno Majnach decía que “las herramientas legales están, pero falta la conciencia de lo que se tiene entre las manos. Insisto, las quemas son delitos. Pero me pasó estar en los campos, detectar una, avisar a la Policía en la caminera... y que me contesten ‘tengo orden de controlar los autos que ingresan’”.
¿Alguien se ocupó de ir a ver quiénes son las personas filmadas quemando la banquina la semana pasada? Se informó que han sido detectadas y que falta identificarlas. “La Resolución 33 (2014) del Ministerio Público Fiscal establece que el delito de quema es competencia de la Justicia Ordinaria de Tucumán, concretamente, de la Fiscalía de Delitos Complejos”, decía Moreno Mahjnach hace cinco años, y agregaba que, según el Código Procesal Penal de la Provincia, si el responsable es hallado en el momento de cometerlo (“en flagrancia”), el delito es no excarcelable. ¿Alguien filmado quemando está en flagrancia? ¿Y el fiscal de Delitos Complejos no debería estar actuando?
La historia tucumana está llena de casos y de sustos pequeños y grandes. El del tractorista Sosa. El de la niña que hace pocos años fue a llevar cenizas de su patio a la puerta del ingenio Ñuñorco porque ella no podía salir a jugar. El de la escuela de Río Colorado que hace un año debió suspender las clases y casi se incendia por las llamaradas de un cañaveral...
Ni peleas callejeras ni amenazas
La cuestión es realmente compleja y ardua, que seguramente no se va a resolver con dos quemadores detenidos -probablemente siguiendo órdenes de algún responsable de los trabajos en una comuna o en una oficina estatal de limpieza- sino con una tarea a fondo. ¿Haría falta una decisión tan poderosa como la reacción del gobernador Jaldo cuando dijo que los adolescentes sorprendidos peleando en la calle iban a ser expulsados de los colegios y no iban a poder inscribirse en otros establecimientos? Fue santo remedio, ¿no? No hubo más peleas callejeras. Lo mismo sucedió con las amenazas de bombas en establecimientos educativos. En cuando se presionó a los fiscales para que detuvieran a los padres de los adolescentes molestos, se terminaron las amenazas. Y más recientemente, acaso el escándalo con el abogado Gustavo Morales se inscriba en la polémica política de presión fuerte para terminar con un problema. Que parece aplicable en estos casos pero no en el del fuego.
Claro que los quemadores no son adolescentes peleadores sino que sus identidades se difuminan en la rara convicción de que los responsables de la cultura del fuego son todos y no es ninguno. ¿Se puede resolver? El doctor en Biología Juan González dijo que es lo que se llama “Problema complejo entre variables ambientales, sociales y de salud”. “Frente a las evidencias que tenemos: datos satelitales; de monitoreo que realiza el doctor Rodrigo Gibilisco; tenemos certeza desde la Facultad de Medicina de que hay efectos sobre las personas y problemas sobre el ambiente; líneas aéreas que se queman y aviones que no pueden aterrizar; evacuaciones en escuelas... evidentemente tenemos que sentarnos a conversar todos los actores”.
Como le sucedió a Sosa, se aplica la lógica del escorpión que cruza el río sobre el lomo de la rana y la pica a pesar de que sabe que se va a morir por eso:: dañarse parece estar en la naturaleza del quemador. ¿Quién va a juntar a todos los responsables?