
Se abre el festival Entrá, en defensa del INT
La comunidad teatral de todo el país está movilizada en defensa del Instituto Nacional de Teatro (INT), cuya desaparición como ente autónomo impulsa el Gobierno de Javier Milei por decreto. En respuesta a esa política de avasallamiento se está realizando hasta el miércoles el festival Entrá, con distintas funciones en cada provincia, todas con entrada a la gorra (ver “Resistencia activa”).
La sede de la actividad en Tucumán será La Colorida (Mendoza 2.955), donde hoy se presentarán dos propuestas: a las 18.30 se repondrá “WC - Las olorosas aventuras de William Calderón”, comedia familiar de Cristian Palacios y dirigida por Máximo Gómez, interpretada por Lucas Ferrán y Lucas Acevedo; y a las 20 será el estreno de “Respondé que ya casi es otoño (Curar se hace de a dos)”, de Franco Ochi Ramacciotti, quien la codirige con Santiago Guaraz, con las actuaciones de Lidia Barros y Germán Sánchez.
Esta obra gira alrededor de Alejandra, quien vive en una casa antigua heredada de unas tías. Ella es una artista plástica que transita una enfermedad que la consume lentamente y comparte sus últimas semanas con Luca, un joven de la calle que no sabe leer, pero que necesita poder hacerlo. Mientras pinta con furia y ternura, intentando capturar lo que se borra, a través de cartas, llamadas y rituales cotidianos, ambos construyen un vínculo improbable donde se mezclan el deseo, la risa y el miedo a desaparecer. “A su modo, los personajes se cuidan y se contienen, se dan lo que el mundo les niega. No se salvan, pero se ofrecen abrigo. Se ofrecen mirada. Y eso es una forma de sostener la vida del otro en la propia”, adelantan los directores.
“La obra no nació de golpe, sino que fue apareciendo de a poco, como quien primero se esconde y después se asoma. Empezamos explorando nuestras historias, cuerpos, músicas y silencios; armábamos escenas con lo que teníamos a mano, como quien revuelve en un baúl propio. En uno de esos ensayos, se dijo al pasar que el trabajo recordaba a una experiencia teatral vinculada al VIH, una frase que encendió algo. Ahí entendí que quería contar una historia que tocara ese tema, pero desde un lugar íntimo, poético, humano y empezó otra etapa: investigamos, vimos películas, leímos literatura, hablamos con personas que trabajan con la temática”, explica Ochi Ramacciotti.
- ¿Por qué te interesó contar esta historia?
- Porque es una historia que vivimos las disidencias todos los días, y el mundo necesita escucharla, conocerla, habitarla de cerca para poder entenderla. Sentí la urgencia de empezar a tejer puentes entre nuestros dolores. De mostrar que, incluso en medio de tanta oscuridad, todavía existen la ternura posible, el amor posible, la empatía posible, el refugio posible... En un mundo tan desgastado por la apatía y la violencia, estas historias se vuelven necesarias para hacer florecer otras formas de entender y habitar con personajes que no son ideales ni mártires, sino de carne y hueso, humanos, dolientes, deseantes, sintientes. Si logramos que alguien mire, escuche y se conmueva, quizás florece algo aunque sea poco. Eso ya es mucho.
- ¿Qué necesita cada personaje del otro?
- Si solo tuviera que decir una idea, diría el abrazo. Agregaría la escucha, la mirada, el entendimiento, el amor, el consejo, otro abrazo y así. Como decimos, curar se hace de a dos, curar se hace con el otro. Es tanta la necesidad que tenemos de un otro; no solo Luca de Alejandra, no solo Alejandra de Luca… todos de todos.
- ¿El guión remite de alguna forma a otras lecturas?
- En ese camino de investigar llegamos a una crónica del chileno Pedro Lemebel que se llama “El Wilson”, y su lectura fue un disparador enorme. Desde ahí empezamos a tejer la historia. Si bien en algún momento recurrimos a la novela “El lector”, de Bernhard Schlink (llevada al cine), fue más para buscar materialidad sobre el analfabetismo, pero no fue una influencia en el guión. Podríamos encontrar algunos puntos en común: la lectura como puente generacional, como puente del dolor y del amor, el amor como aprendizaje y el aprendizaje como crecimiento. Pero no mucho más. Nosotros remitimos más a otras textualidades, como las del universo queer y a historias que vivimos todos los días.
Juego y grietas
Guaraz plantea, en el diálogo con LA GACETA, que el abordaje interpretativo fue “desde el juego, desde el placer, desde el amor y también desde las grietas; nos metimos en los personajes con un entendimiento profundo, reconociendo en ellos algo de lo que somos, algo de lo que necesitamos decir”.
“La dramaturgia lograda tiene un lenguaje poético, muy lírico, y nuestro trabajo fue justamente traer esa poesía al cuerpo, cruzarla con lo cotidiano, con nuestras realidades, con nuestras formas de habitar el mundo. Queríamos -y seguimos queriendo- que el espectador se sienta cerca de estos personajes, que no los vea como algo ajeno, sino como posibles. Por eso nos propusimos contar estas historias disidentes desde un lugar crudo, real, pero también onírico. No nos fue difícil, porque todos los días atravesamos lo duro, lo amoroso y lo mágico. Por eso tomamos el texto con cuidado, con responsabilidad y con mucha ternura, y nos dimos el permiso de crear mundos un poco más esperanzados. Porque incluso desde el dolor, se puede imaginar algo más bello”, agrega.
“Durante la investigación, con juego y creación, buscamos estos cuerpos lastimados, dolidos, solitarios. Luego generamos el encuentro de ellos, el crear ese vínculo entre generaciones distintas, luchas distintas, deseos distintos. Y finalmente llegamos al texto y al montaje en el espacio, con una propuesta 360°, dónde el ‘escenario’ está en el centro de una circularidad y habilita que el espectador pueda ver desde cualquier punto. Los personajes no necesitan intimidad para relacionarse, pero sí para poder vincularse de la forma en que lo hacen y para salvarse; nos referimos a poder mostrarse enteros, sin máscaras, sin disfraces, sin miedos”, describe.
“Hay algo en la vulnerabilidad de ‘ser’ que necesita de una contención, de un sincero acompañamiento, de compartir risas y llantos, la vida, la muerte. Los personajes necesitan permitir que la compañía del otro vaya entrando por las grietas de sus propias historias. Necesitan el uno del otro. La vida de uno se comparte con la del otro, se guarda como un secreto precioso, para llevar la vida de quienes no pudieron vivirla ni contarla. Ser refugio. Ser eco. Ser cuerpo para la memoria, ser alma para quienes tuvieron prohibido tener una”, concluye.
Resistencia activa
Las razones de los teatristas
El Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa fue resumido como Entrá para el nombre del festival que se opone “al desmantelamiento de las políticas culturales del Gobierno y en defensa del Instituto Nacional del Teatro”, por lo cual se están ofreciendo más de 380 obras de teatro, danza, música, circo y performances en el país. “Es una acción artística y política, una herramienta colectiva que busca visibilizar la lucha del sector y fortalecer la red de trabajadores y trabajadoras de la escena en todo el país, al tiempo de garantizar accesibilidad al público en un contexto de crisis y poner en valor el trabajo cultural como actividad profesional”, se anuncia.