El reino silencioso de Scaloni: Pujato, un pueblo con corazón de potrero y rugido de camiones

El reino silencioso de Scaloni: Pujato, un pueblo con corazón de potrero y rugido de camiones

Homenaje a Lionel Scaloni: en la entrada del pueblo muestran el orgullo por su hijo dilecto.

Llegar a Pujato es encontrar cientos de camiones. Los hay por todos lados. Van y vienen sobre el asfalto de la ruta 33. Algunos están estacionados al costado del camino. Otros esperan la carga cerca de la vieja estación de trenes. El silencio domina casi todos los espacios, interrumpido a veces por el bramido del motor de un camión o una que otra bocina que tocan los transportistas para saludarse. En este pueblo de 4.000 habitantes, hay un camión por cada diez personas. Por eso, se entiende que en 1972 haya sido declarado “Capital Provincial del Transporte de Carga”. Todos los años, a principios de septiembre se realiza la Fiesta Nacional del Transporte. Llegan los camioneros desde todos los rincones del país para celebrar durante cuatro noches, con sus correspondientes cuatro días. Es una celebración con desfiles, exposición de maquinarias, comidas típicas y música en vivo, bajo la bendición de la virgen de Sumampa, “Guardiana de los camioneros”, según puede leerse en una imagen frente a la vieja estación de trenes.

Los primeros inmigrantes arribaron desde Italia a comienzos del 1900. Habían dejado la comuna de San Ginesio y se instalaron en este paraje santafesino, a unos 40 kilómetros de la ciudad de Rosario. Se arremangaron la camisa y pusieron sus brazos al servicio de esta tierra para labrar el campo. A comienzos de la década del ’30 del siglo pasado, la mayoría de los pujatenses trabajaba en la agricultura. Luego, con el apogeo de las máquinas enfardadoras, empezaron a aparecer los primeros camiones que transportaban fardos de paja de trigo hasta Celulosa Argentina, en la vecina localidad de San Lorenzo. Así empezó a forjarse el destino del pueblo. Muchos años antes, Pujato tenía otro nombre: los relatos de los lugareños dicen que un agrimensor español que llegó a los 27 años le compró al general Julio A. Roca 5.214 hectáreas en el sur santafesino y dos años después, en 1879, fundó la Colonia Clodomira. La bautizó con ese nombre en homenaje a su esposa Clodomira Larrechea, una dama de la alta sociedad de Rosario. El 7 de abril de 1882, el canónigo Manuel María Zavalla debía asumir la gobernación de Santa Fe junto a su vice el médico Cándido Pujato. Imprevistamente, los problemas de salud le impidieron a Zavalla hacerse cargo de esa responsabilidad y asumió el vicegobernador Pujato. Una vez en el cargo, el médico tuvo una participación decisiva para que se concretara el tendido ferroviario de la zona. Cuando estuvieron listos los primeros 55 kilómetros de vías hacia Rosario, se decidió llamar Pujato a la primera estación del tren como un agradecimiento al vicegobernador. En esta región del sur santafesino la historia está arraigada entre la agricultura y el ferrocarril.

El segundo domingo de junio volvía de Rosario a Tucumán en auto, cuando decidí girar unos kilómetros para entrar a Pujato y conocer el pueblo donde nació el DT campeón del mundo, Lionel Scaloni. Hoy en día, las vías del tren son testigos silenciosos de otros tiempos. El viejo edificio de la estación tiene paredes de tonos claros y techos rojos. El andén está intacto. En ese predio, que luce impecable a pesar del paso del tiempo, los adolescentes se reúnen al atardecer “para Instagramear”, mientras los pájaros buscan refugio para dormir en las copas de los árboles.

La ruta 33 es el corazón palpitante de Pujato. La ruta 33 es el corazón palpitante de Pujato.

La verdadera esencia de Pujato se encuentra en sus rincones más cotidianos. A la hora de la merienda, en “La Central”, frente a la plaza, los jubilados desentrañan los misterios del mundo entre tazas de café. En la entrada del pueblo, aguarda Scala Bakery, el santuario de Corina Scaloni, hermana del héroe nacional. Al entrar al local se perciben los aromas de harinas y de azúcar; es pequeño y modesto, pero tan cálido que invita a los clientes a sentarse para disfrutar de un café con algún dulce. Las opciones van desde los alfajores de maicena, pasando por el budín de pan integral sabor naranja y hasta tiramisú o brownie Nutella; todo depende del gusto de cada uno.

Apenas dos mesas con cuatro sillas caben dentro del local en espera de los clientes. Es un pueblo pequeño de tan solo unas veinte cuadras y aquí todo el mundo se saluda al cruzarse en la calle, al entrar o salir de la panadería. Es gente amable y todos se conocen. ¿Usted es la hermana de Scaloni?, le pregunto a una joven mujer que atiende del otro lado del mostrador. No, yo soy empleada, responde con una sonrisa. En una vitrina hay budines, tortas y medialunas que son preparadas por Corina Scaloni. Hace un año inauguró su propio espacio a la vera de la ruta 33. Antes de tener su propio local, ella preparaba los dulces en el quincho de la casa de sus padres Ángel y Elisa. Eran tiempos en que recibía los pedidos por WhatsApp y los vecinos pasaban a retirarlos, como quien pide empanadas -un domingo cualquiera-  a la vecina del barrio.

Corina Scaloni es contadora pública nacional, pero los caminos de la vida la llevaron a la pastelería. “Desde que era muy chica –dice en su presentación en sociedad-, la pastelería me generaba sensaciones, siempre me decían que ‘tenía mano’… quizás herencia de mi abuela Lucía. Circunstancias de la vida –agrega- hicieron que tiempo después sea mi cable a tierra, sumando cursos y capacitaciones. Este proyecto está diseñado para poder llevar a cada hogar un pequeño trozo de felicidad y que sea la excusa para compartir buenos momentos con los nuestros”.

Como en todas las plazas pueblerinas, a su alrededor está la iglesia (Nuestra Señora del Carmen), el cajero automático (Banco Santa Fe) y el club de barrio (Atlético Pujato). La plaza San Martín es el corazón palpitante de esta comunidad unida por lazos invisibles. Aquí nació Lionel Scaloni, el estratega que condujo a la Argentina a la gloria mundial. El propio entrenador tiene campos, donde cultiva maíz, trigo y soja. Pero su lugar de residencia es Mallorca, en España, donde lo esperan su esposa Elisa y sus dos hijos Ian y Noah. Cuando Argentina juega de local, en Buenos Aires, y cada vez que puede, Scaloni vuelve a su Pujato natal. Por vía terrestre recorre más de tres horas los 315 kilómetros para visitar a sus padres Ángel y Eulalia, quienes lo esperan con el mate caliente. En el pueblo, la mayoría sabe que el  DT campeón tiene “terror a volar”. Cuentan que una vez estuvo en un aterrizaje forzoso y le quedó el miedo. En los tiempos en que era jugador en España viajaba en avión con el plantel por una cuestión de tiempo, pero el  regreso lo hacía por vía terrestre. “Prefiero viajar siete horas en auto, que una hora en avión”, llegó a decir alguna vez en una entrevista con La Voz de Galicia. ¿Quién lo acompañaba? Su padre. Así era en los tiempos de adolescencia, cuando Ángel, su padre, estacionaba el camión en la puerta de la escuela a la espera de que “El Gringo”, su hijo terminara las clases y llevarlo a entrenar en las inferiores de Newell’s Old Boys de Rosario.

La plaza San Martín luce impecable en Pujato. La plaza San Martín luce impecable en Pujato.

Alguna vez, el DT campeón del mundo recordó aquellos años con la emoción en cada palabra. “Mi papá venía de manejar diez horas un camión lleno de piedras, y aún así se bajaba y me decía: ‘Vamos a entrenar, no hay tiempo que perder’. Tenía 13 años y vivía en Pujato, un pueblo donde nadie hablaba de Mundiales, pero yo soñaba con uno. Mi cancha era un garaje. Mi camiseta, la de Argentina, aunque jugara en Newell’s. Mi viejo no descansaba. Me llevaba a entrenar, me esperaba, y volvía a trabajar. Él tenía más hambre de fútbol que yo. Desde que ganamos el Mundial, no recuerdo haber pagado una comida en Argentina. La gente me abraza, llora y me dice: ‘Nos hiciste felices’. Y cada vez que lo escucho, me repito algo: valió la pena cada kilómetro, cada piedra, cada entrenamiento a oscuras”.

Para llegar a la casa de la familia Scaloni hay que buscar el Boulevard Colón, el único paseo ancho del pueblo. La vivienda es una construcción modesta con techos planos y los muros de la fachada decorados con piedra laja: ahora, el más famoso de Pujato. Los lugareños, como si protegieran un tesoro, señalan un detalle inconfundible: el césped sintético en la entrada de la casa, un guiño al deporte que lo consagró en su carrera. El segundo domingo de junio llegué a la vivienda más conocida de Pujato, donde está el garaje que servía de cancha al “Gringo” Scaloni. Antes de tocar el timbre descubrí que en uno de los escalones se grabaron tres nombres: Mauro, Lionel y Corina. Con los últimos rayos de sol, Ángel y Eulalia tomaban mate con medialunas  mientras uno de sus nietos adolecentes miraba televisión y lucía ropa deportiva de la selección Argentina. Obviamente el DT no estaba en Pujato, porque la Selección de Lionel Messi se preparaba para jugar dos días después frente a Colombia en el estadio de River.

Como en Aracataca (Colombia) pueden verse murales de Gabriel García Márquez, aquí en Pujato también hay paredes con el rostro de Lionel Scaloni en varias esquinas del pueblo. En el Club Matienzo, donde empezó a jugar de niño hay un mural del ídolo en el cruce de las calles Sarmiento y 9 de Julio. También hay otro mural al costado de una canchita de fútbol sobre el parque Julián de Bustinza y otro en la entrada al pueblo. Desde enero de 2024 hay una calle que lleva su nombre completo: Lionel Sebastián Scaloni, frente a la plaza de las Américas, en el barrio Las Ranas, a tan solo tres cuadras de Scala Bakery. Todo está cerca, ahí nomás, a cinco minutos.

Mural en el club Matienzo, donde empezó de niño a jugar al fútbol. Mural en el club Matienzo, donde empezó de niño a jugar al fútbol.

Estar unas horas en Pujato, tomar un café en Scala Bakery, saborear sus dulces, conversar con los lugareños, recorrer la plaza principal, caminar por la vieja estación de trenes, conocer a algunos integrantes de la familia del DT campeón del mundo, me permitió entender la esencia de Lionel Scaloni, dónde nace su humildad, su bajo perfil, su liderazgo de equipo, su sencillez frente a los fanáticos, la disposición de siempre para una foto o un autógrafo; un hombre exitoso, pero con los pies en el tierra; aquí en Pujato se puede descubrir la madera de la que está hecho. Es el orgullo de los pujatenses, pero no deja de ser un vecino más. Cada vez que “El Gringo” regresa, los lugareños prefieren no interrumpirlo. En cambio, los visitantes que entran al pueblo parecen ansiosos por hallar la casa donde creció el DT campeón del mundo. La propia Corina Scaloni cuenta relatos de algunos fanáticos que llegaron a acampar frente a la casa de sus padres para tener una foto con su hermano si se enteran que está en el pueblo. Es una familia sencilla, trabajadora y discreta. Sus padres son adultos mayores, con los achaques propios de la edad. Por eso, quien visita Pujato debería entender que una cosa es admirar al DT y otra -muy distinta- es perturbar la vida de sus familiares. Ellos prefieren seguir sus vidas tranquilas y rutinarias de todos los días con la parsimonia característica de la gente de campo.

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