
Finalizó la segunda semana sin cepo cambiario y las cosas siguen tranquilas. ¿Significa que está todo solucionado? No, simplemente que no hubo una catástrofe y no parece haberla en puertas. Moverse entre bandas no es lo mismo que andar a los bandazos.
Dijo el gobierno que el mecanismo para salir del cepo estaba diseñado desde agosto del año pasado. Ojalá. Significaría una previsión extraña en Argentina, pero necesaria. Pero, ¿por qué implementarlo en abril? Muy probablemente por la inestabilidad reciente, que tuvo varias causas, como la desconfianza sobre la fortaleza política de Javier Milei, que se debilitó por el caso $Libra, pero sobre todo la caída de reservas del BCRA. Tuvieron que ver la salida de dólares por las vacaciones, señal de atraso cambiario; la cercanía del acuerdo con el FMI, que hacía esperar el fin del crawling peg porque el organismo prefiere la flotación del dólar; y el adelanto de importaciones precisamente porque se comenzó a temer una revaluación del dólar. Todo esto más la habitual compra de divisas por el Poder Ejecutivo para pagar deuda externa, debilitando la acumulación del Central.
Lo anterior hizo peligroso mantener el esquema cambiario y se lo anuló. La confluencia de aquellos factores pudo no haber estado prevista, pero si lo estuvo la manera de salir, como sostuvo el gobierno, sería un acierto. Los problemas pueden resolverse improvisando o aprovechando las precauciones que se hubieren tomado y las cosas suelen salir mejor en la segunda situación.
Por supuesto, fueron esenciales el aporte del Fondo y otros entes porque fortalecer las reservas del BCRA reduce temores. Entonces, al tiempo que las conversaciones con el FMI sumaron incertidumbre sus resultados la disminuyeron. Y fue afortunado que ocurriera en el primer semestre, período que significa entrada de dólares por la cosecha gruesa.
Una característica del nuevo diseño es que el Banco Central debe comprar cuando la cotización rompa el piso hacia la baja. Esto impediría un dólar demasiado barato pues la compra frenaría el descenso. Pero un dólar barato no parece ser preocupación oficial. Más bien puede pensarse en la necesidad de evitar grandes fluctuaciones, las que suelen levantar inquietudes que se manifiestan en decisiones económicas privadas que empeoran el ambiente económico, así como habría una ocasión más para acumular reservas. Tal compra, a su vez, significará emisión de dinero pues el Banco paga con pesos. Se informó que la entidad no la esterilizará mediante instrumentos financieros pues eso aumentaría los pasivos del Central y que no debe haber temor por el impacto inflacionario de esa medida. Si el tipo de cambio está disminuyendo, dice el razonamiento oficial, es porque hay personas vendiendo dólares. Si lo hacen es porque necesitan pesos, es decir, hay demanda por pesos. Por lo tanto no habría peligro porque la inflación ocurre cuando se emite más dinero del que las personas demandan y no sería el caso.
Ahora, si la idea de las bandas es reducir la variabilidad, ¿por qué divergen? El techo se fijó en 1.400 pesos por dólar y subirá uno por ciento mensual, y el piso en 1.000 pesos y bajará uno por ciento mensual. Hacia diciembre, por ejemplo, rondarían los 1.516 pesos y 923 pesos. Una posibilidad es que se pretenda ir acostumbrando a los agentes económicos a la flotación. Mercado libre sí, pero cuando el precio del dólar suba o baje mucho se lo corrige para no incomodar. Al respecto hubo una mala experiencia con las bandas establecidas en 2018. Aunque eran menos amplias que las actuales (techo 29 por ciento superior al piso, ahora 40 por ciento) cuando el BCRA podía actuar el tipo de cambio ya había tenido una suba percibida como peligrosa. En esta oportunidad el Central está autorizado a comprar dentro de la banda para calmar fluctuaciones bruscas.
¿Dudas? Muchas, pero una es que el BCRA está obligado, por el acuerdo con el Fondo, a alcanzar 3.000 millones de dólares de reservas netas hasta junio de este año. Tal vez deba comprar antes de que el dólar llegue a 1.000 pesos. ¿Qué hará con la emisión adicional si es no demandada? Otra, que el acostumbramiento a la flotación necesita que no haya sustos, como la interferencia de otras variables. El mercado de cambios no funciona aislado (ningún mercado lo hace). Ayudaría que el IPC muestre cada vez subas menores, algo que quedó casi solamente en manos de la política monetaria pues el fin del cepo implica eliminar el ancla cambiaria. O que el incremento de actividad económica continúe (mejor si se extiende entre sectores) o que no haya dudas sobre el mantenimiento del superávit fiscal (rechazo de proyectos gastadores en el Congreso). Y mejor si todo eso disminuye el riesgo país porque significaría que el gobierno podría renovar deuda en vez de pagarla, afectando menos a las reservas en divisas del BCRA.
Allí apuntaron las declaraciones de Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, de que ante las elecciones próximas Argentina debía mantener el rumbo y que no descarrile la voluntad de cambio. Hubo algún revuelo en el país por tales dichos, tildados de injerencia en asuntos internos de Argentina. Ella aclaró que le hablaba al gobierno para que no se tentara de hacer demagogia, pero en realidad no importa. Son fuegos artificiales que sólo exponen la doble moral de los críticos. Son los mismos que aplauden cuando dirigentes extranjeros alaban a sus candidatos y ellos mismos opinan sobre políticos foráneos cuando van al exterior.
Como fuere, el punto de Georgieva es básico. Se trata de confianza y ella se sostiene con coherencia, continuidad y resultados. Al menos algunos de corto plazo. En el fondo, esa es la apuesta del gobierno pues el ingreso de dólares en el segundo semestre decae por parte del sector agrícola. Hasta mediados de año las bandas deberían haber mostrado su utilidad para dejar las cosas encauzadas hacia octubre y que ya no sean necesarias.