El desafío de que los adolescentes no dejen la escuela

El desafío de que los adolescentes no dejen la escuela

18 Enero 2025

Imaginemos que un chico de 15 años deja la escuela; quizás porque tiene que trabajar, porque no encuentra sentido en las clases o porque su familia no puede brindarle las condiciones necesarias de acceso. Ahora pensemos en cientos de adolescentes tucumanos en esa misma situación: uno de cada diez jóvenes de entre 15 y 17 años en la provincia no está asistiendo a clases. La inasistencia en este grupo de edad supera la media nacional y es mayor que la de los niños de entre 5 y 14 años, quienes prácticamente llenan las aulas. Aunque hubo una pequeña mejora respecto al año pasado, la realidad es que estamos hablando de miles de jóvenes alejados del sistema educativo, y con ello, de las oportunidades de progresar. A nivel nacional la situación no mejora, uno de cada cuatro estudiantes secundarios tiene al menos 20 faltas al año, lo que equivale a perder casi un 15% de los días de clase. Según el último informe de “Argentinos por la Educación” esta problemática no distingue mucho entre clases sociales. Sin embargo, afecta más a los chicos de familias donde los padres tienen menos años de educación formal. Las causas son muchas y complejas. Algunos adolescentes se enfrentan a una realidad económica que los obliga a priorizar el trabajo, otros no encuentran en la escuela un espacio que los motive o que se adapte a sus necesidades. La cultura también juega un papel importante en una sociedad que a menudo busca logros rápidos y desestima los procesos largos como la educación, es allí donde los adolescentes pueden sentir que la escuela no es tan importante. Además, hay quienes señalan que la falta de límites claros en el hogar también influye. Desde el Gobierno provincial, se han implementado programas como FINES y “Juntos de Nuevo”, que buscan reinsertar a quienes dejaron la escuela. Es un paso positivo, pero no suficiente. Los especialistas insisten en la necesidad de estrategias más amplias, como los Sistemas de Alerta Temprana (SAT). Pero no se trata solo de políticas públicas. Recuperar a estos jóvenes también implica que como sociedad volvamos a poner en valor la educación, que los chicos sientan que ir a la escuela no es una obligación aburrida, sino una oportunidad que les abre puertas. Estos números son, en sí mismos, un llamado de atención sobre las desigualdades, la falta de oportunidades y las prioridades de nuestra sociedad. Se necesita de familias, comunidades y un Estado que trabajen juntos para construir un sistema educativo que incluya, motive y garantice un camino hacia el futuro. Menos días de clases implican, necesariamente, menos aprendizajes, menos socialización y más desvinculación.

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