Son padre e hijo, comparten plantel en el club de sus amores y compiten por un puesto entre los titulares

Son padre e hijo, comparten plantel en el club de sus amores y compiten por un puesto entre los titulares

Los Ojeda, una familia de Tafí Viejo, padre e hijo que debutaron en Talleres de Tafí Viejo.

EL FÚTBOL EN FAMILIA. Los Ojeda no ven la hora de compartir cancha. EL FÚTBOL EN FAMILIA. Los Ojeda no ven la hora de compartir cancha. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL

El fútbol, en esta parte del mundo, suele ser una pasión inexplicable para los fanáticos. Muchas veces, los hinchas transmiten la tradición a sus hijos, quienes adoptan los colores de sus padres y alentar a un equipo se vuelve una cuestión de familia, eso mismo pasa en la casa de los Ojeda, quienes respiran fútbol las 24 horas del día.

Claro que así como se transmite la pasión, también se traslada el amor por las profesiones, y así hay algunos casos en los que muchos jóvenes continúan el legado de sus papás. En el caso del fútbol, por una cuestión etaria, suele ser complicado que padre e hijos compartan cancha. Lo común es que el padre retirado siga desde las tribunas a sus hijos. Luego se discutirá cuál fue mejor o tuvo una trayectoria más relevante, pero casos de estos abundan, que compartan cancha no.

En Tafí Viejo, “Bigote” y “Bigotín” comparten una particularidad: ambos debutaron en Talleres de esa ciudad, los dos como volantes por izquierda. Emir Ojeda lo hizo hace muchos años, cuando tenía 18 años, mientras que Jeremías, su hijo, lo hizo hace algunas semanas, recién cumplidos sus 16 años. “Siempre le inculqué la importancia de competir”, dijo Emir. “Le digo que siempre tiene que entrenar; si no entrena, no puede jugar. Cuando fue creciendo, hablábamos de poder jugar juntos algún día. Depende mucho de mí; me cuido mucho físicamente para poder esperarlo.” expresó Emir, de 35 años.

En el barrio, se espera con ansias el momento en el que ambos compartan minutos en el campo de juego, algo que se les negó en el inicio de la Copa Tucumán por una lesión del papá. “Ya estoy entrenando a la par del grupo, así que dependerá del técnico”, explicó Emir, quien ya se recuperó de un desgarro que lo marginó de las primeras dos fechas. “Yo fui su ídolo toda la vida y, por cosas de este juego, hoy tendrá que competir conmigo y tendrá que pisarme la cabeza para ganarme el puesto; es así, aunque también es posible que podamos jugar juntos’, relató.

Son padre e hijo, comparten plantel en el club de sus amores y compiten por un puesto entre los titulares LA GACETA / OSVALDO RIPOLL

Los debuts de los Ojeda fueron también particulares. Por un lado, Emir lo hizo a los 18 años, en un clásico ante Villa Mitre; en tanto que Jeremías lo hizo en un 2-2 agónico contra Santa Bárbara, donde el primogénito de los Ojeda marcó su primer gol en la Liga Tucumana.

La casa de los Ojeda queda a 50 metros de la cancha; por lo tanto, la ilusión de compartir juntos en el campo de juego trasciende el apellido. “Estamos cumpliendo el sueño del barrio y la familia. Todos están muy felices porque saben que estamos en el club que nos vio nacer, y esperamos ansiosos tener un gran año”, le dice Emir a LA GACETA.

En 2015, Jeremías hizo un golazo que se volvió viral en las redes sociales. Tenía apenas ocho años cuando desparramó a tres defensores y al arquero rival en un clásico con Villa Mitre. “Me acuerdo que después de que subieron el video, me buscaron desde varios equipos de Buenos Aires, pero finalmente me quedé a jugar en Atlético, donde me quedé hasta los 14 años”, responde “Bigotín”, que ahora tiene 16 y que a partir de la pandemia prefirió volver a Talleres.

“Es imposible saber qué pasaba si emigraba a Buenos Aires, era muy chico para irme solo y mis padres no podían viajar por temas laborales. No me arrepiento de nada, gracias a Dios pude debutar en el club que amo”, le confió Jeremías a LA GACETA.

La pregunta obligada del joven radica en los puntos en común con su papá. Ahí Jeremías no duda. “Las personas que nos rodean dicen que somos bastante parecidos en la forma del juego y en la personalidad, queremos ganar siempre, somos competitivos. Además, ambos llevamos el sueño de jugar juntos en Primera en el club, para mi debutar y hacer un gol ya fue cumplir un sueño”, responde el adolescente que cursa el cuarto año en el colegio San Martín, de Tafí Viejo.

Para el papá, las similitudes también están dentro de la cancha. “Los dos somos zurdos, nos encanta hacer la banda izquierda, yo me destacaba en la velocidad y los buenos centros, él aparte de su velocidad tiene mucha marca y llega mucho al gol. Como hijo es excelente, va al colegio y se destaca. Yo también apunto a que crezca en ese sentido. Quiero que comience a escribir su propia historia, que solo depende de él hasta donde quiera llegar”, cerró Emir, que cuenta las horas para jugar por primera vez, de manera oficial, en Talleres, el club del barrio y que ambos llevan en su corazón.

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