Expedición Islandia: Reikiavik, la capital más al norte del mundo

Expedición Islandia: Reikiavik, la capital más al norte del mundo

HALLGRÍMSKIRKJA. Su diseño está inspirado en las columnas basálticas que dejaron grandes erupciones volcánicas. FOTOS DE ÁLVARO MEDINA / LA GACETA

1. La roca volcánica y la pulcritud escandinava

Es la costa de Reikiavik, Islandia. La capital más al norte del mundo. A sólo 150 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Aquí, el mar es oscuro: es el Atlántico Norte con sus aguas de un azul cobalto que se rompen sobre el filo de la negra roca volcánica en la orilla.

COSTA DE REIKIAVIK. De un lado, el imponente Atlántico Norte; del otro, la prolijidad de la capital de Islandia. COSTA DE REIKIAVIK. De un lado, el imponente Atlántico Norte; del otro, la prolijidad de la capital de Islandia.

El cielo se oscurece con un gris amenazante, de plomo y de tormenta. Un viento tenaz y helado agita el océano. Detrás de la llovizna intermitente todo parece tener un resplandor metálico y frío.

Alberto Mansilla, director del Observatorio Astronómico de Ampimpa, detiene su mirada en la línea de rocas. Islandia no es cualquier destino, por eso lo eligió para una de sus excepcionales expediciones de turismo científico: Islandia es un destino especial y en esa costa, quizás, creyó intuir una síntesis del por qué.

De un lado, el océano helado revuelto por el viento se mostraba hostil, indómito; pareciera que algo peligroso estuviese por ocurrir: como una amenaza pronunciada acaso por el paisaje mismo de esas latitudes extremas.

Del otro lado, la inmaculada Reikiavik; una urbe que había ignorado las condiciones inhóspitas de esa región, y de la isla misma, para erigir ahí, sobre roca volcánica, su pulcritud escandinava.

Una ciudad que avanza próspera e impoluta, como si no la intimidara ser la capital de ese país de erupciones, terremotos, hielos glaciares, frío extremo, inviernos sin luz y veranos sin noches. Por el contrario, quizás su fortaleza provenga de ahí, de una consciencia rotunda del poder de la naturaleza.

Como quien se sabe montando el lomo de un planeta vivo.

REIKIAVIK. Se destaca la alta torre de la REIKIAVIK. Se destaca la alta torre de la Foto de Álvaro Medina/LA GACETA

2. Entender cómo funciona la Tierra

Islandia es considerada uno de laboratorios naturales más impactantes para la ciencia mundial. Es por eso que el Observatorio Astronómico de Ampimpa decidió incluirla como su primer destino de turismo científico internacional, un gran logro para esta institución privada del norte argentino, pionera en divulgación de la ciencia.

Alberto Mansilla, sobre la costa de Reikiavik, reúne a los 26 viajeros que participaron en una de las tres expediciones realizadas entre septiembre y octubre de 2023. Allí, presenta oficialmente al equipo de divulgación científica del Observatorio para dar inicio a la primera jornada de la travesía.  El líder de la expedición cierra la breve introducción con una idea esencial:

“Islandia es un territorio que permite entender cómo funcionan las fuerzas naturales del planeta y hacer una lectura de los peligros que ponen en riesgo su habitabilidad”, dice adelantando lo que luego los expedicionarios comprenderán de manera categórica. “Por eso vale la pena cruzar los 14 mil kilómetros que nos separan de este país”, agrega.

3. El “más vikingo” de los países escandinavos

A unos metros del grupo, se distingue un monumento de acero inoxidable que recuerda el esqueleto de un barco vikingo: un drakar. Es “El Viajero del Sol”, una imponente escultura que se yergue como un animal metálico montado sobre una plataforma negra y circular de granito pulido.

Según su autor, Jón Gunnar Árnarson, es una nave que sueña con un territorio por descubrir: un sueño de esperanza, de progreso y de libertad. Probablemente el sueño que gravitaba en los vikingos noruegos que llegaron la isla en el año 874.

EL VIAJERO DEL SOL. Monumento en homenaje a los primeros colonos vikingos. EL VIAJERO DEL SOL. Monumento en homenaje a los primeros colonos vikingos. Foto de Álvaro Medina/LA GACETA

Los que divisaron la orilla de piedras negras apenas visible entre los vapores de  fumarolas volcánicas y géiseres. “Bahía humeante”, llamaron a la zona: Reikiavik, en nórdico antiguo. Y luego, testarudos, se dedicaron a poblar esa tierra estéril, puro hielo y lava; construyendo viviendas hasta acabar con los pocos árboles, clavando el arado en las escasas tierras cultivables.

4. La “Iglesia grande” de Reikiavik

Los expedicionarios argentinos caminan por lo que fue aquel primer asentamiento vikingo y hoy es la capital de uno de los países más desarrollados del mundo. Una ciudad sin tendido eléctrico aéreo y un tránsito sincronizado y respetuoso: en las calles sin semáforo, basta con que un peatón muestre la intención de cruzar para paralizar la arteria completa.

“Es una ciudad extremadamente prolija, realmente eso impacta”, dice Isolda Simonetti, integrante de la expedición y experimentada viajera que ya recorrió otros países nórdicos. “Mi impresión es que es el más ordenado de los países escandinavos. Y decir eso es un montón”, agrega.

HALLGRÍMSKIRKJA. Su diseño está inspirado en las columnas basálticas que dejaron grandes erupciones volcánicas. FOTOS DE ÁLVARO MEDINA / LA GACETA HALLGRÍMSKIRKJA. Su diseño está inspirado en las columnas basálticas que dejaron grandes erupciones volcánicas. FOTOS DE ÁLVARO MEDINA / LA GACETA

En el centro de la ciudad se levanta una de las construcciones más icónicas: la Hallgrímskirkja, la “Iglesia grande”, de rito luterano, uno de los edificios más imponentes. Su arquitectura está inspirada en una de las formas de la lava cuando se enfría: las imponentes columnas de roca basáltica. Se destacan las construcciones de piedra de algunas dependencias públicas, las imponentes edificaciones de hormigón y las contrastantes, espejadas y modernas edificaciones del Harpa, sala de conciertos, y el Smáratorg, el edificio más alto de Reikiavik.

Sin embargo, lo que predominan son los coloridos chalets al estilo suizo con sus techos inclinados de metal corrugado y sus coloridas fachadas rojas, amarillas o azules; de colores estridentes para resaltar sobre la nieve en los inviernos.

Predominan son los coloridos chalets al estilo suizo con sus techos inclinados de metal corrugado y sus coloridas fachadas. Predominan son los coloridos chalets al estilo suizo con sus techos inclinados de metal corrugado y sus coloridas fachadas. Foto de Álvaro Medina/LA GACETA

5. La ciudad de las ventanas abiertas

Llaman la atención los amplios ventanales vidriados, las cortinas siempre abiertas: el interior expuesto. En esta parte del mundo, con temperaturas por debajo de los cero grados e inviernos oscuros, los ventanales abiertos parecieran estar siempre atentos a recibir la querida luz del sol.

Es el principio del otoño y en la isla, ubicada a pocos kilómetrs del Polo Norte, el sol nunca se pone en lo alto. Bordea el horizonte sin elevarse, como un eterno resplandor de media tarde. El sol del mediodía, en esta tierra boreal, no sucede con la estridencia de nuestro sol: ni con la luz oblicua y blanca, ni la sombra negra y breve.

Más y más ventanas ventanas sin persianas: como si la necesidad de sol primara sobre el deseo de intimidad. Sin embargo, ser entrometidos está muy lejos de la singularidad de los islandeses, que por lo general cultivan la discreción y la reserva. Cordiales pero distantes. A veces de una frialdad  acorde con el clima de estas latitudes, según las consultas a algunos extranjeros que viven en el país.

Marcelo Gerosa, uno de los viajeros argentinos, remarca que incluso muchas de las ventanas están abiertas a pesar del frío.  Más adelante algunos locales contarán que la intención es renovar el aire de los interiores, sobre todo durante la noche. Pueden hacerlo, además, debido a que la calefacción es gratis y funciona con energías renovables.

Vista nocturna de la ciudad de Reikiavik. Vista nocturna de la ciudad de Reikiavik. Foto de Álvaro Medina/LA GACETA

6. El país de las puertas sin llave

Con ojos latinos, irrumpe la tentación de extender los elogios a esta ciudad impecable donde viven más 100.000 personas, un tercio del total del país.

Islandia, con aproximadamente 370.000 habitantes, lideró hasta julio del año pasado el ranking de los países más seguros del mundo: un país de ventanas abiertas y puertas sin llaves.

“Los islandeses no trancan sus puertas con llave”, cuenta Víctor Soares, un geólogo brasilero residente en la isla. “Pero no es solo porque es el país más seguro del mundo, es que durante años, si olvidabas tus llaves, no tenías un teléfono y quedabas fuera de tu casa, el frío podría matarte”, revela Víctor confesando que fue una de las realidades del lugar que más le impactó.

POLO NORTE. La ciudad está a 14.000 km en vuelo desde Argentina. POLO NORTE. La ciudad está a 14.000 km en vuelo desde Argentina.

Quizás sea un buen ejercicio no dejarse seducir por las comparaciones banales ni idealizar una sociedad en desmedro de otra; más allá del orden, la seguridad y de los contrastes estructurales con nuestra caótica y compleja Latinoamérica, también de una naturaleza hermosa.

“Una vez un islandés me dijo algo -agrega Víctor-, ‘aquí no hay criminales ni asesinos, pero es el invierno el que de una u otra manera va a intentar matarte’”.

Los islandeses tendrán, seguramente, sus propios problemas detrás de su prolijidad minuciosa. Y habrá laberintos idiosincráticos enrevesados e insondables para un simple visitante: difíciles de observar a simple vista, a pesar de las ventanas abiertas y las puertas sin llaves.

7. Expedición Islandia: volcanes, glaciares y auroras boreales

Luego de una noche en Reikiavik, el convoy se lanzará a un recorrido por la Ring Road, la “ruta del anillo”, que bordea esta isla extrema cada vez más elegida por el turismo internacional, un territorio plagado de volcanes que hacen erupción cada dos años, donde se asientan gigantescos glaciares, maravillosas cascadas, deslumbrantes columnas basálticas, playas de arena negra y la magia de las “notherlights”, las luces del norte, las auroras boreales, uno de los espectáculos naturales más conmovedores del mundo.

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