Entre el frío y un cálido sol: así es vivir en un país donde el tiempo cambia cada cinco minutos

Entre el frío y un cálido sol: así es vivir en un país donde el tiempo cambia cada cinco minutos

THINGVELLIR. En este valle, donde la placa norteamericana se separa de la euroasíatica, los vikingos de Islandia crearon el primer parlamento europeo. la gaceta / fotos de alvaro medina

LA GACETA se sumó a una travesía de ciencia y turismo organizada por el Observatorio Astronómico de Ampimpa hacia la “Tierra del hielo y del fuego”.

Álvaro Medina
Por Álvaro Medina 25 Marzo 2024

1. Calle del arcoiris

Cuando Elín Gudmundsdóttir escucha la pregunta mira levemente hacia arriba, como intentando atrapar una idea con los ojos. Mientras piensa en la respuesta sostiene su bicicleta roja sobre la vereda de la calle Skólavördustígur, conocida como “Rainbown street”, en Reikiavik, capital de Islandia. Anochece y hace frío en esta ordenada ciudad escandinava, la capital más al norte del planeta, en las más extremas antípodas de nuestra Antártida Argentina. Centro cosmopolita de una nación de origen vikingo donde nacieron los códices de la mitología nórdica.

Islandia es una pequeña isla de 100.000 km2, una superficie similar a la mitad de Córdoba. En ella, 370.000 habitantes residen y se desplazan sobre territorios de una actividad geológica intimidante donde conviven los fuegos de impresionantes erupciones volcánicas con el hielo de los glaciares más grandes de Europa. Elín es islandesa, nativa de este país extraordinario conocido como “La Tierra del Hielo y el Fuego” y surge una pregunta inevitable ¿Cómo es vivir entre contrastes naturales tan excepcionales?

Ella parece conocer muy bien la respuesta. Corre su pelo rubio agitado por el intenso viento, descubre sus ojos celestes y contesta: “¡I love the contrast! -amo los contrastes-".

Elin responde en inglés, el segundo idioma de la isla luego del islandés nativo: la lengua escandinava que menos mutaciones tuvo respecto al nórdico antiguo, el idioma de los vikingos. Algo como si en lugar del castellano, nosotros utilizáramos el latín.

"It make us very creative - Los contrastes nos hacen más creativos-”, agrega contundente. Luego entenderemos por qué.

Elín GUdmundsdóttir dialoga con LA GACETA en las calles de Reikiavik. Elín GUdmundsdóttir dialoga con LA GACETA en las calles de Reikiavik. Foto Álvaro Medina/LA GACETA

2. El Círculo Dorado

En este país de contrastes desembarca la “Expedición Islandia” del Observatorio Astronómico de Ampimpa. Una propuesta de turismo científico realizada entre septiembre y octubre de 2023, a la cual LA GACETA fue invitada a participar para acercar a sus lectores una odisea de ciencia y aventura.

La mañana posterior a la charla con Elín, el grupo se prepara para abandonar la ciudad camino a la más popular de las rutas turísticas: el “Círculo Dorado”, un recorrido por maravillas naturales que “parecen de otra era geológica”, dirán luego los viajeros.

El grupo de la expedición visita El grupo de la expedición visita Foto Álvaro Medina/LA GACETA

3. Los contrastes

En los minutos previos a la salida el clima fue mutando. Primero el frío y el cielo nublado. Luego un cálido sol. “¿No te gusta el clima? Espera cinco minutos y va a ser diferente”, bromean los islandeses sobre el inestable humor climático de la isla que sigue también la lógica de los contrastes.

Aquí la naturaleza parece empecinada en inscribirse sobre ese mecanismo de antagonismos, a veces incluso de una manera casi poética. Inviernos de días sin luz contrastados con veranos de sol en medianoche; silenciosos parajes conviviendo con el estruendo de las frecuentes erupciones; el terrible frío polar del norte menguado al sur por la suave calidez de la Corriente del Golfo.

Los ejemplos podrían continuar, siempre formando ecuaciones que combinan el peligro y la calma; el equilibrio y el caos. Algo de ese acontecer de las cosas, quizás, ha marcado la esencia del ser islandés. Elín, aquella noche en Reikiavik, lo detallaba mejor.

4. La naturaleza en nosotros

“Los contrastes naturales vuelven a este país muy creativo. Nos lleva también a nosotros a los extremos: a estar muy felices o muy tristes; tan enojados a veces y tan enamorados otras. Todo aquí se parece mucho a esto”, dice mientras dibuja curvas ondulantes con su mano, como si dibujara montañas.

A 10.000 kilómetros de Elín y cruzando el océano, en Tucumán, al norte de Argentina ¿Qué de nuestras montañas habrá en nosotros? ¿Qué habrá de la selva? ¿Qué del intenso calor? ¿Qué de los ríos? ¿Cuáles serán los diálogos que entablamos y los que nos debemos con nuestro entorno natural?

En nuestra música, a veces, la marca de esos paisajes emerge clara: como cuando las copleras suben y bajan los tonos, como dibujando cerros con la voz.

5. Parlamento antiguo, territorio nuevo

El convoy del Observatorio visita la primera maravilla del Círculo Dorado, el Parque Nacional Thingvellir. Ahí, donde se distancian las placas tectónicas que dividen Norteamérica de Europa, se fundó un lugar de unión considerado el primer parlamento europeo. El parlamento activo más antiguo, instalado en uno de los territorios más jóvenes del mundo: otro contraste.

Los primeros vikingos en poblar la isla, a partir del 874, provenían de clanes noruegos que se consideraban autónomos. Sin embargo, luego de varios años en ese territorio inhóspito, comprendieron que necesitaban acuerdos entre ellos para sobrevivir.

En el año 930 organizaron una asamblea al aire libre meses antes de la llegada del duro invierno y la llamaron el Althing. Eligieron el lugar del encuentro y lo llamaron “Campos de la Asamblea”: Thingvellir.

Los imponentes muros basálticos de Thingvellir, donde los vikingos islandeses crearon el primer parlamento europeo. Los imponentes muros basálticos de Thingvellir, donde los vikingos islandeses crearon el primer parlamento europeo. Foto de Álvaro Medina/LA GACETA

6. La voluntad de la naturaleza

La naturaleza indómita de Islandia empujando a la creación de un sistema representativo; intensa, como si no permitiera la indiferencia ni el olvido.

En la actualidad, el moderno país ha disminuido los riesgos, pero sus habitantes convivieron por años con erupciones destruyendo sus casas y generando hambrunas terribles, tormentas marítimas arrasando los botes de sus pescadores y largos inviernos amenazando a sus familias y ganados.

“Al final, todo estará bien”, suele ser una expresión común en la isla. La frase parece sintetizar la filosofía de un pueblo acostumbrado al constante diálogo con un entorno natural que les permite entender que algunas situaciones no están en sus manos. No parece un diálogo de resignación, sino de fortaleza y adaptabilidad.

A lo largo de la costa este, camino al norte, se destacan los pueblos de gran tradición pesquera A lo largo de la costa este, camino al norte, se destacan los pueblos de gran tradición pesquera Foto Álvaro Medina/LA GACETA

7. Aguas del hielo, aguas del fuego

Segunda parada: la cascada de Gullfoss. Los viajeros de la expedición se intimidan frente al torrente que se rompe entre fallas volcánicas rugiendo con todo el poder de la naturaleza. Las partículas de agua suspendida mojan los rostros y desenfocan la vista.

La espectacular casca de Gullfoss, una de las maravillas del La espectacular casca de Gullfoss, una de las maravillas del Foto Álvaro Medina/LA GACETA

“El agua de Islandia es una de las más puras del mundo”, detalla Alberto Mansilla, director del Observatorio Astronómico de Ampimpa y líder de la expedición. Un país de aguas puras descendiendo de sus glaciares por corrientes, ríos y cataratas.

Tercera parada: Haukadalur, el “Valle de los géiseres”. Edgardo Serafini, viajero, mira impresionado un hueco en la tierra donde se revuelve, hirviendo, agua subterránea: “¡Está para tirar unos fideos!”, exclama en un castellano muy argentino. Por todo el valle se desprenden nubes de vapor. El paisaje es disruptivo y algo insólito, casi peligroso. Allí se encuentra Geysir, el geyser que les dio nombre a todos los géiseres, desde hace unos años, inactivo.

“Los campos geotermales se forman cuando el agua subterránea está en cercanías de cursos de magma”, cuenta el Dr. en geología y docente de la UNT, José Pablo López, geólogo de la expedición. Visitantes de todo el mundo se agrupan en torno a uno de los géiseres activos, el Strokkur, alrededor del círculo delimitado por cordones de seguridad. En el centro, en un hueco de la corteza: el agua se revuelve como en un caldero natural. Por un segundo, el agua se infla en una burbuja turquesa y luego estalla en una columna de unos 20 metros, hirviendo, a casi 100 grados centígrados.

En la tierra de los contrastes, hay aguas del hielo y aguas del fuego.

HAUKADALUR. El géiser Strokkur estalla en una columna de agua a casi 100 grados centígrados. HAUKADALUR. El géiser Strokkur estalla en una columna de agua a casi 100 grados centígrados.

8. El arcoíris

Llega la última estación del recorrido, el cráter Kerid, un paisaje de una belleza cinematográfica: aguas turquesas circundadas de paredes rojas.

Cráter Kerid, un paisaje impresionante producto de la actividad volcánica del país. Cráter Kerid, un paisaje impresionante producto de la actividad volcánica del país. Foto de Álvaro Medina/LA GACETA

Luego de una breve lluvia vuelve a salir el sol y sobre ese cráter nacido de pura violencia volcánica, se delinea con ternura un nítido arcoíris. Un contrapunto de poesía: una naturaleza de contrastes moldeando el paisaje y quizás también el pulso de una sociedad considerada entre las más prósperas e igualitarias del mundo.

Arcoíris sobre el horizonte en el cráter Kerid. Arcoíris sobre el horizonte en el cráter Kerid. Foto Álvaro Medina/LA GACETA

“Los contrastes hacen a este país hermoso y divertido”, dice Elín. “Yo amo esto, realmente tienes que amarlo si quieres vivir aquí”. Después de despedirse con una amable sonrisa, se aleja caminando junto a su bicicleta roja por la colorida Rainbown Street.

Rainbown street, Reikiavik, capital de Islandia. Rainbown street, Reikiavik, capital de Islandia. Foto de Álvaro Medina/LA GACETA
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