Cartas de lectores: Roca y el azúcar

Cartas de lectores: Roca y el azúcar

04 Marzo 2024

A Sarmiento se lo recuerda como el sanjuanino y pasó a la historia por todo lo que hizo, en nuestro país, por la educación. A Roca, en cambio, se lo rememora por acontecimientos que generan grietas políticas como la campaña del desierto y la problemática indígena. También, - en menor medida- por la cuestión azucarera. Era tucumano (lo mismo que Avellaneda, Marcos Paz, etc.) y miembro conspicuo de las “élites ilustradas” del interior. Uno de los fenómenos tal vez más interesante del desarrollo nacional, en esos años, fue el “despegue” azucarero de Tucumán. Una rama industrial con una concentración de capitales mayor que la industria frigorífica, harinera y cualquier otra, orientada al mercado interno y con la mayor parte de los capitales de la oligarquía provinciana asociada con la pampeana. El mencionado tenía interés en el azúcar, incluso con Tomquist, Portalis y otros. Eran los “capitanes de la industria” de la época y no solamente una oligarquía terrateniente a secas: latifundistas, industriales, financistas, importadores, exportadores y productores del mercado interno. Enquistados en el Estado, lo utilizaban para prebendas, créditos, leyes “proteccionistas” (cuando les convenía, como el azúcar), eran tenedores de bonos y manipulaban y se peleaban, en ocasiones, por la Aduana. De los escándalos y corrupción ni hablar, como sucedió con Juárez Celman, cuñado de Roca. El “boom” azucarero era tan grande que el ritmo de la disolución de las economías artesanales y campesinas locales no bastaba para proveer de brazos a la industria. Había que resolver el problema de la proletarización de vastos sectores de la población y el disciplinamiento a formas de trabajo industrial. Siendo ministro de Guerra, en 1877, a Roca se le ocurre solucionar el problema para sus socios y amigos y hacer enviar a Tucumán unos centenares de tobas y matacos del Chaco. Para el año habían desaparecido por accidentes de trabajo, paludismo y otras enfermedades. Roca había sacado la conclusión de que el problema de esa mortandad y bajo rendimiento era propio de los indios chaqueños y mediante decreto envió a Tucumán más de 500 indios del sur, porque “sustituyendo estos indios holgazanes y estúpidos con los pampas y ranqueles que si bien están por debajo del nivel moral y de civilización relativa del gaucho, no les ceden en inteligencia y fortaleza” (carta de Roca al gobernador de Tucumán, 1878). Llegaron hacinados en tren y custodiados por tropas. Testigos de la época retratan a esos “infelices” que amontonados “sin despegarse entre ellos no levantan la vista del suelo” y que “provenientes de climas fríos y sin saber agricultura” recibían machetes para pelar caña en el subtrópico. Lógicamente, desaparecieron al cabo de dos o tres años. Le cabe a Roca el ser pionero del trabajo indígena. En opinión de un médico de la época, tal vez esos indios quebrados y desmoralizados por la violencia y el desarraigo se rebelaron con esa apatía y esa dejadez que los llevó a la muerte rápida. La otra cara del “malón”.

Pedro Pablo Verasaluse 

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