La bancarrota moral del gobierno de la república

La bancarrota moral del gobierno de la república

La bancarrota moral del gobierno de la república

Una empresa está en bancarrota cuando su patrimonio neto es negativo. Es decir, cuando la totalidad de los activos de la organización no alcanzarían para responder a la deuda total con los acreedores. Cuando se produce una situación de incapacidad para responder, con los recursos disponibles, a las obligaciones contraídas.

Pocas veces como ahora, durante la vigencia del sistema republicano, se ha visto de manera tan patente la situación de quebranto de un gobierno. Pero no en términos económicos ni financieros, sino morales. La cuarta gestión del kirchnerismo carece, absolutamente, de recursos morales para afrontar sus deudas con los argentinos. Y esa carencia se da en todos los niveles: en la gestión nacional, en los gobiernos provinciales, los entes federales y en la conducción del Estado central.

La pobreza consolidada en el primer semestre de la Argentina ha sido del 40,1%. La pobreza infantil alcanzó el 56%. El mes pasado, se necesitaron $ 285.000 para ser pobre en este país. Ese fue el costo de la “canasta familiar”. En un hogar donde el padre y la madre ganan cada uno el salario mínimo vital y móvil, que es de $ 132.000 durante el mes actual, no alcanza para cubrir aquel monto, en el cual, por cierto, no está incluido el valor del alquiler. Es decir, esa familia de trabajadores es pobre. Es decir, ya hay más pobres que desocupados: tener empleo no garantiza salir de la pobreza.

Una pareja de adultos mayores, en la que cada uno cobra la jubilación mínima tampoco logra pagar la canasta familiar. Ese haber previsional es de $ 114.000 desde el mes pasado, incluyendo el refuerzo de $ 27.000. Con el dólar a $ 900 (ya sea el “blue”, ilegal pero libre; o el “contado con liqui”, financiero pero regulado), equivale a unos 125 dólares por mes. O sea, se puede haber trabajado y aportado durante toda la vida para terminar siendo pobre.

¿Cómo enfrenta ese drama social el cuarto kirchnerismo? Con Martín Insaurralde de fastuosas vacaciones en Marbella mientras se desempeñaba como jefe de Gabinete del gobernador Axel Kicillof, en la provincia de Buenos Aires. Para ello se encontraba de licencia como intendente de Lomas de Zamora, el segundo distrito más poblado del conurbano bonaerense.

El funcionario navegó por el Mediterráneo bebiendo champaña cuyo costo es de una jubilación mínima por botella. Paseaba en un yate, “Bandido 90”, cuyo alquiler es de unos 9.000 dólares las ocho horas. O sea, pasar el día sobre su cubierta cuesta lo que seis años de una jubilación mínima. La acompañante de Insaurralde, la modelo Sofía Clerici, agradeció en su cuenta de Instagram los regalos que recibió. Desde un reloj Rolex, cuyo valor es igual a siete años de una jubilación mínima, a una pulsera de Cartier, valuada en casi cinco años de un haber previsional mínimo en la Argentina.

La pitonisa

El sueldo de los trabajadores y de los jubilados argentinos no alcanza ni siquiera para ser pobre. Esa es la consecuencia de la inflación. De dos dígitos en septiembre. De tres dígitos para todo este año.

¿Cómo enfrentan los especialistas del kirchnerismo este demoledor fenómeno macroeconómico? Desde el Banco de la Nación Argentina, los técnicos a cargo de la entidad bancaria más importante del país resolvieron contratar a una pitonisa. “Pitty, la numeróloga” mereció un contrato de $ 1,8 millón por parte del órgano que preside la breve ex ministra de Economía de la Nación, Silvina Batakis. Ella designó a su ex marido en el BNA. María del Carmen Barros, la ahora ex gerenta general del banco, que ganaba $ 9 millones, nombró en la institución a un hijo. Y también a su actual pareja.

Es decir, si sos o fuiste un laburante argentino y no te alcanza para vivir, arreglátela como puedas. Mientras tanto, cada vez que el funcionariado kirchnerista necesite pasarle plata a un ex cónyuge, darle una “changuita” a la pareja actual, conchabar a un hijo, o hacerse leer la suerte y el destino por una numeróloga, no lo va a hacer con plata de su bolsillo, sino con el dinero del pueblo.

El “sommelier”

Como el kirchnerismo no tiene idea de cómo enfrentar la inflación ni con las ciencias económicas ni con las ciencias ocultas, el peso se derrumba miserablemente. Los ahorristas desarman sus posiciones en plazos fijos porque consideran que el interés que paga es más riesgoso que atractivo. La tasa nominal anual del BCRA es de 118%. Con independencia de lo disparatado de la cifra, representa un 13% mensual. En septiembre, la inflación ya fue del 12,4%, como consecuencia de que el kirchnerismo, al día siguiente de terminar tercero en las PASO del 13 de agosto, devaluó la moneda nacional un 22%. En vísperas de los comicios, los que huyen hacia el dólar son legión.

¿Cómo enfrenta el equipo económico del Gobierno la obligación de brindarle estabilidad y previsibilidad económica al pueblo argentino? El miércoles pasado, ante los empresarios de la pequeña y la mediana empresa argentina reunidos en la CAME, el ministro de Economía, Sergio Massa, se presentó como un candidato a Presidente que nada tiene que ver con el Gobierno, con la gestión ni con las consecuencias de las medidas que han tomado a lo largo de cuatro años.

“Quiero presentarles, después de la tormenta, cómo será el panorama”, dijo el ministro que llevó la inflación del 65% al 140%. Que recibió el dólar “blue” a $ 290, el 3 de agosto de 2022; y lo elevó a $ 900, en las cotizaciones ya mencionadas del viernes pasado.

Durante su ponencia, propuso impulsar leyes que nunca promovió como titular de Diputados. Prometió tomar medidas que jamás impulsó como ministro de Economía. Calificó como “salto al vacío” la dolarización que proyecta uno de sus adversarios. Y descalificar como “dolarización cobarde” el bimonetarismo que ofrece otra competidora. Es decir, se comportaba como un “sommelier” de propuestas y no uno de los más fracasados ministros de Economía en décadas.

El humorista

Parece suficiente quebranto moral de un gobierno de la república para una sola semana. Pero todavía restaban las últimas horas. Y faltaban el Presidente y la Vicepresidenta de la Nación.

Frente al horror terrorista desatado por Hamas sobre el pueblo de Israel, el Gobierno argentino se acordó de reaccionar. “Expreso mi enérgica condena y repudio al brutal ataque terrorista perpetrado por Hamas desde la Franja de Gaza contra el Estado de Israel”, manifestó Alberto Fernández. Al cierre de esta columna, son más de 700 las víctimas fatales, 260 de ellas en una fiesta electrónica, hay más de 100 personas secuestradas, y son cuatro los argentinos ultimados.

En paralelo, el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, declaró su apoyo a “la legítima defensa de la nación palestina” y responsabilizaba a Israel por el ataque terrorista de Hamas. El jefe del Estado mayor de las fuerzas armadas iraníes, el general Mohammad Bagheri, alabó la “compleja operación” lanzada por “grupos de combatientes palestinos” contra Israel. “Felicitamos a los mujahidines palestinos por esta operación”, afirmó por su lado Rahim Safavi, asesor del líder supremo iraní, Alí Jamenei.

Ahora se entera la Casa Rosada que Israel sufre el terrorismo impulsado no sólo por grupos sino por gobiernos que no reconocen su derecho a tener un Estado. Cuando un avión venezolano-iraní fue encontrado entrando y saliendo de la Argentina sin inconvenientes, el Gobierno argentino fabricó un “relato” para justificar la peligrosa irregularidad. Agustín Rossi, a quien el Presidente le confió la jefatura de Gabinete y lo consagró candidato a vicepresidente de Unión por la Patria, sostuvo que era una suerte de “avión escuela” en el que pilotos de Irán entrenaban a los venezolanos.

Ni hablar de enero de 2022, cuando la Argentina compartió la fiesta de asunción del dictador Daniel Ortega en Nicaragua, cuya plataforma de campaña consistió en encarcelar o exiliar a cualquier opositor que se postulara a la Presidencia. El invitado de honor fue Mohsen Rezai, funcionario iraní sobre el que pesan alertas rojas de Interpol porque está acusado de ser uno de los autores intelectuales del peor atentado terrorista perpetrado contra la Argentina: la voladura de la AMIA, el 18 de julio de 1994, que dejó 85 compatriotas muertos y más de 300 heridos.

El embajador argentino en Managua, Daniel Capitanich, participó y convalidó esa afrenta contra nuestro país: fue a comer unos canapés y a ejercer como decorado. Cuando se conoció el oprobio, la Cancillería (tarde, como siempre), condenó la presencia de Rezai en Nicaragua. Eso sí, seis meses después, en junio de 2022, Alberto Fernández participó de la Cumbre de las Américas en EEUU, presentándose a sí mismo como vocero de los gobiernos de Cuba. Y de Venezuela. Y de Nicaragua.

Y está Cristina Kirchner. La que, siendo Presidenta de la Nación, firmó en secreto un pacto con Irán, en nombre de que se iba a avanzar en el esclarecimiento del atentado contra la Argentina y la AMIA de la mano del Gobierno iraní. El mismo que está acusado de haberlo impulsado. El mismo que saluda la masacre terrorista desatada contra Israel. Ahora reabrieron la causa por el “Memorándum de Entendimiento”. A la causa original la impulsó el fiscal de la UFI AMIA, Alberto Nisman, quien sostuvo que la entonces Presidenta habría incurrido en traición a la patria por suscribir ese acuerdo. Después, Nisman apareció sin vida. La Justicia argentina investiga ese hecho como un homicidio.

Ahora, en un comunicado, la Vicepresidente de la Nación condena “todo tipo de violencia como método para resolver los conflictos entre países”. No pudo, siquiera, mencionar la palabra “terrorismo”. Y ni siquiera aludir al grupo terrorista pro iraní “Hamas”.

Para el cierre, Alberto Fernández, en el coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresario de la Argentina (IDEA), declaró: “Le puse atención a la ética en el Gobierno. Nosotros subimos la vara”.

La bancarrota moral del gobierno de la república está completa. Además de no responder a ninguna necesidad del pueblo, se ocuparon de reírse en la cara de los argentinos antes de despedirse.

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