Cuando Atlético te cambia literalmente la vida: historias secretas de los vecinos "decanos"

Cuando Atlético te cambia literalmente la vida: historias secretas de los vecinos "decanos"

En el día del cumpleaños 121 del club, simpatizantes relatan sus vivencias junto al club de sus amores.

Vecinos del estadio José Fierro Vecinos del estadio "José Fierro" LA GACETA / DIEGO ARAOZ
27 Septiembre 2023

La calle 25 de Mayo, que flanquea el estadio de Atlético Tucumán, actúa como una testigo silencioso del tiempo que ha pasado y de los recuerdos que persisten. Las paredes de esta calle están adornadas con los equipos que marcaron la historia de Atlético, un recordatorio constante de las glorias y desafíos que el club ha enfrentado a lo largo de estos 121 años.

Rosa Ruggieri, llegó de Italia con solo 8 años de edad y ha vivido en el barrio durante décadas atendiendo su kiosco. "No importa si juegan bien o mal, lo importante es ver a la gente feliz cuando sale del estadio. En estos tiempos difíciles, donde el dinero no alcanza, Atlético Tucumán brinda un sentido de comunidad y valores que son invaluables", asegura.

En villa 9 de Julio hay muchos vecinos que son simpatizantes del club pero hay algunas casas que destacan sobre las otras. En el caso de Carlos Alberto Gómez, en la numeración de su casa tiene pintado el escudo de Atlético. “El día del partido uno ya se levanta con muchas ondas; el día es diferente. Desde temprano vienen familiares y amigos por casa”, cuenta Gómez. "Jugar la Copa Libertadores donde llegamos a cuartos de final y la Sudamericana fue lo máximo”, recuerda orgulloso.

A principios de este año, en la esquina de 25 de mayo y Chile, la familia Medina decidió abrir un mini service. José y Miriam atienden el local, mientras su hijo Facundo (12 años) intenta ayudar a sus padres. "El día del partido es una jornada muy movida, y para muchos de nosotros, es una fuente de trabajo importante".

Tomás Olea, un joven de 15 años, vive en la casa que era de su abuelo, justo enfrente a la entrada de Laprida y Chile. “A mi abuelo le decían el diablo porque desde el patio de la casa se tiraban las bombas de estruendo”, recuerda. Elisa Castillo, la mamá de Tomás, cuenta que a pesar de no ir a la cancha sigue los partidos con mucha emoción. “La Libertadores fue lo máximo. Ojala podamos jugarla de nuevo”.

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