Trasmontaña: las historias de vida son el motor de la competencia

Trasmontaña: las historias de vida son el motor de la competencia

Detrás de cada competidor se esconden diferentes relatos y motivaciones que los impulsan a la adrenalina del Trasmontaña

EMOCIONADOS HASTA LAS LÁGRIMAS. Muchos bikers se fundieron en abrazos tras completar el circuito de San Javier.  EMOCIONADOS HASTA LAS LÁGRIMAS. Muchos bikers se fundieron en abrazos tras completar el circuito de San Javier. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL

Los deportes no se reducen únicamente a los resultados. Detrás de cada competidor se esconden historias de vida que, muchas veces, son el motor que impulsa su participación en el Rally Trasmontaña. Y esta edición no fue la excepción. La línea de llegada fue el sitio donde se condensaron abrazos y lágrimas entre los competidores y sus afectos.

Miles de personas se hicieron presentes en el predio ubicado en La Sala para acompañar a sus familiares en esta desafiante carrera. Para fortuna de quienes no tenían sus insumos, hubo comerciantes que ofrecieron una gran variedad de bebidas y de comidas. En contrapartida, la presencia de cestos de residuos fue muy escasa, lo que derivó en una gran cantidad de botellas esparcidas por todo el predio.

Los interesados en la conformación de los podios tuvieron la posibilidad de acudir a la carpa de control, donde ocho televisores expusieron los resultados de las distintas categorías en competencia. No obstante, el verdadero foco estuvo en las historias de vida que le dieron trasfondo a esta vigésimo novena edición.

APOYO CONSTANTE. Muchos famliares acompañaron a los ciclistas en la llegada. APOYO CONSTANTE. Muchos famliares acompañaron a los ciclistas en la llegada.

Muchos de los bikers aseguraron que este estilo de vida les viene por herencia. Es el caso de Facundo Mansilla: con apenas 11 años, el niño terminó en la séptima posición de la categoría Padres e Hijos A1. El catamarqueño aseguró sentirse feliz por compartir este deporte con su papá. “Él fue quien hizo que me subiera a la bici y hace tres años que lo practico. Es la primera vez que hacemos esta carrera y me alegra haberla completado con él, porque era nuestro objetivo”, destacó tras llegar a la meta.

En el otro extremo estuvo Verónica Muñoz. La sanjuanina se definió como una “señora mayor” y no pudo contener las lágrimas al ver a su familia, que la esperaba tras la meta. “Hay muchos sacrificios que uno hace para competir. Hay veces que tengo que dejar de ver a mis hijos para entrenarme. Sin su apoyo, nada de esto sería posible. Por eso esto es una victoria”, reflexionó.

Algunos comentaron que lo más atractivo del deporte es la posibilidad de generar lazos de amistad con personas de distintos lugares. Así se conformó la dupla entre la tucumana Paola González y la bonaerense Luciana González. “Hace cinco años nos conocimos en el Trasmontaña. En ese momento dije que no iba a competir nunca más, pero nos hicimos muy amigas, al punto de que me terminó convenciendo de volver. Además de la adrenalina que te da la competencia, ahora tengo otro motivo para visitar Tucumán”, reconoció Luciana.

JUNTOS HASTA EL FINAL. Varias duplas se acompañaron en todo el recorrido. JUNTOS HASTA EL FINAL. Varias duplas se acompañaron en todo el recorrido.

Otros aseguran que gracias al mountain bike conocieron el amor. Lain Fagalde y Lucía Cabrera son un claro ejemplo de ello. Ambos coinciden en que el deporte fue el punto de conexión a partir del que forjaron muchas anécdotas. “En el del año pasado, a Lain se le rompió la bici saliendo de la calle 15. Yo me fui sola haciendo todo el resto del recorrido y él salió corriendo con la bicicleta al lado. Esa fue la prueba más épica que hicimos juntos, pero este año nos tomamos revancha y logramos hacer una gran carrera”, indicó.

Cada uno de los competidores tiene razones suficientes para ser parte de esta fiesta del ciclismo de montaña. Con todo esto, una vez más quedó en evidencia que la victoria no está necesariamente en llegar primero a la meta.

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