Los Tipitos y las campanas de Poe

Los Tipitos y las campanas de Poe

31 Enero 2008
• Los Tipitos, “Campanas en la noche”, basado en “El cuervo”, cuento de Edgar Allan Poe.

Un hombre de frente a una ventana / Súper lúcida la mirada / Recorre el paisaje y no / no es su interior, es luna. Son sombras lejanas del bosque / Es algo raro en las estrellas /sonidos que inducen temor./

Y también melancolía de esperar / De esperar / Esperar que ella vuelva / y le diga acá estoy mi amor / no existe el olvido/ acá estoy mi amor de vuelta / he venido. Lo puedes creer, no existe el olvido mi amor / No existe...

Su mente inquieta se puebla de historias / Su cuerpo es sólo memoria / Es eso que hay que sentir / Con paciencia infinita / Andando las calles ajenas / De hombres que al fin le dan pena... Campanas en la noche / ruidos de melancolía / De esperar / ¿Qué esperar?

Esperar que ella vuelva / y le diga acá estoy mi amor / no existe el olvido / acá estoy mi amor de vuelta / he vencido / No puedes creer, no existe el olvido mi amor / No existe...

Delirio, tremendo, ficción literaria / Secretos que fueron plegaria / Espejo maldito que al fin / Duplicó toda su vida / Andando las calles ajenas / De hombres que al fin le dan pena / Campanas en la noche / ruidos de melancolía

De esperar / ¿Qué esperar? / Esperar que ella vuelva / y le diga acá estoy mi amor / no existe el olvido / acá estoy mi amor de vuelta / he vencido / Lo puedes creer, no existe el olvido mi amor / No existe...


• Extracto de “El cuervo”, la composición poética más famosa de Poe, escrito en 1845.

I
En una noche pavorosa, inquieto releía un vetusto mamotreto cuando creí escuchar un extraño ruido, de repente como si alguien tocase suavemente a mi puerta: “Visita impertinente es, dije y nada más”.

II
¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno e impaciente medía el tiempo eterno cansado de buscar en los libros la calma bienhechora al dolor de mi muerta Leonora que habita con los ángeles ahora ¡para siempre jamás!

III
Sentí el sedeño y crujidor y elástico rozar de las cortinas, un fantástico terror, como jamás sentido había y quise aquel ruido explicando, mi espíritu oprimido calmar por fin: “Un viajero perdido es, dije y nada más”.

IV
Ya sintiendo más calma: “Caballero exclamé, o dama, suplicaros quiero os sirváis excusar mas mi atención no estaba bien despierta y fue vuestra llamada tan incierta...” Abrí entonces de par en par la puerta: tinieblas nada más.

V
Miro al espacio, exploro la tiniebla y siento entonces que mi mente puebla turba de ideas cual ningún otro mortal las tuvo antes y escucho con oídos anhelantes «Leonora » unas voces susurrantes murmurar nada más.

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