Bienvenidos al festín cinéfilo de Tarantino

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HABIA UNA VEZ EN... HOLLYWOOD | CINE DE AUTOR - PM16 - 161´

Muy buena

Origen: EEUU, 2019. Dirección: Quentin Tarantino. Con: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Al Pacino, Austin Butler, Margaret Qualley, Timothy Olyphant, Nicholas Hammond. Guión: Quentin Tarantino. Fotografía: Robert Richardson.

Cliff Booth (Brad Pitt) va llegando a su casa -rodante- después de cruzar Los Ángeles a caballo de una irresistible selección musical. El auto se mete a un playón y la cámara lo acompaña con un vuelo capaz de encuadrar, de fondo, la colorida pantalla de un autocine. Es un plano secuencia bellísimo, rasgo del preciosismo con el que filma Quentin Tarantino, pero exento de cualquier pretensión de arrogancia técnica. La viñeta funciona al servicio de la historia protagonizada por Cliff y Rick Dalton (Leonardo Di Caprio), dupla tarantinesca por donde se la mira. Porque cada instante del prolongado metraje de “Había una vez...” -más de dos horas y media- está pensado y ejecutado por Tarantino derrochando tanto amor por el cine que el concepto de homenaje queda chiquito.

Ahí están Rick y Cliff, el actor en irremediable barranca abajo y su doble de riesgo, dos sobrevivientes en un Hollywood glamoroso, excesivo y dorado, en el que Sharon Tate (deslumbrante Margot Robbie) decide colarse en el cine para reirse junto al público de sus propias andanzas en la pantalla. Se proyecta “La mansión de los siete placeres”, en la que Tate compartió cartel con Dean Martin y Elke Sommer, la clase de película con la Tarantino alucinaba de joven.

En ese sentido, “Había una vez...” funciona como una maratón de cinefilia casi imposible de enumerar. Son tantas las referencias que Tarantino acumula -actores, filmes, series de TV, locaciones, diálogos, géneros, vestuario y un interminable etcétera en el que predomina la música: el playlist de Spotify tiene 68 canciones- que de a ratos la intertextualidad le gana a la historia. Semejante huracán de erudición pop hubiera resultado insoportable de no mediar la capacidad de Tarantino para frenar en el momento justo. Por eso “Había una vez...” es una joya y no un collage elegante.

Ese Hollywood al que Tarantino tributa era el de Roman Polanski y Sharon Tate, y a la vez el de Charles Manson y su “familia” de serial killers. Entre esos dos mundos que -se sabe- estaban condenados a encontrarse de la peor manera navegan Rick y Cliff. A Rick no lo convence la propuesta que le acerca el agente Marvin Schwarz (Al Pacino): no quiere hacer spaguetti westerns, sino recuperar el lugar que perdió en las ligas mayores de la TV. Lo invitan a hacer de villano en una serie y, entre escena y escena, mientras llora su miseria en alcohol, Rick protagonizará un antológico diálogo con la pequeña Trudi (Julia Butters), la clase de encuentro en el que Tarantino despliega sensibilidad e ironía como sólo él puede hacerlo.

Mientras, como está prohibido en ese set desde que le dio una paliza a Bruce Lee (Mike Moh) -imperdible momento-, Cliff se topa en la calle con Pussycat (Margaret Qualley), la “chica Manson” que lo conducirá al rancho Spahn, allí donde se incubaba el huevo de la serpiente.

A esa altura, conectando historias y personajes, al compás de los tiempos propios de esos westerns que Tarantino adora, “Había una vez...” va orientándose hacia un desenlace inevitable en sus formas. La violencia contenida, en algún momento, debe estallar. Será a la manera única y fascinante de Tarantino.

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